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¿Cómo se llama la cría de un loro?

Las crías nacen ciegas, indefensas, sin plumas y requieren una atención constante. Tenga presente que los loros no son mascotas, ellos merecen vivir en libertad.

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La Red Zoocial
04 de mayo de 2025 - 12:00 p. m.
Los loros no son mascotas.
Los loros no son mascotas.
Foto: Mauricio Alvarado Lozada
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En el universo de las aves, pocas especies despiertan tanta fascinación como los loros. Son coloridos, inteligentes, capaces de imitar palabras humanas, y han sido durante décadas animales codiciados por personas de todo el mundo. Pero detrás de su popularidad como mascotas, hay una historia que rara vez se cuenta, una que comienza muchas veces con una pregunta inocente: ¿cómo se llama la cría de un loro?

La respuesta técnica es sencilla: polluelo. Como ocurre con la mayoría de las aves, las crías de los loros, independientemente de la especie, reciben este nombre durante las primeras etapas de vida. Nacen ciegas, indefensas, sin plumas, y requieren una atención constante, ya sea por parte de sus padres en la naturaleza o por humanos en entornos controlados y responsables.

A pesar de su fama como animales de compañía, los loros no deberían ser mascotas. Están hechos para volar grandes distancias, vivir en comunidad, interactuar con su entorno natural y desarrollar comportamientos complejos. Al domesticarlos, se les arrebata todo eso. Se les reduce a decoraciones vivas en jaulas, condenados a una vida de privaciones sensoriales y emocionales.

Muchos se impresionan por su capacidad de repetir palabras o hacer sonidos divertidos, pero desconocen que esa vocalización suele ser un síntoma de estrés o soledad. Un loro no “habla” porque quiere “entretener” a su dueño; muchas veces, “habla” porque no tiene con quién comunicarse realmente.

Además, a diferencia de los perros o gatos, los loros no han sido domesticados. Son animales salvajes que retienen sus instintos naturales, incluso después de años de vivir en cautiverio. Esto puede generar problemas de comportamiento, frustración crónica, y en muchos casos, automutilación o agresividad. No son raros los casos de loros que se arrancan las plumas por ansiedad o que viven décadas en soledad, ya que su esperanza de vida puede superar los 60 años, algo que pocas personas toman en cuenta antes de llevarlos ilegalmente a sus casas.

El comercio de loros, se alimenta justamente de la crianza y venta de polluelos. Muchos son arrancados de sus nidos en la naturaleza, o criados en condiciones inadecuadas, para luego ser vendidos como “loritos bebes”, bajo la idea de que si se crían desde pequeños, “se acostumbran a los humanos”. Esta práctica, además de ser cruel, perpetúa un mercado que atenta contra la biodiversidad y el bienestar de estos animales.

La mejor manera de disfrutar y aprender sobre los loros es en su hábitat natural, o a través de programas de conservación y educación. Ellos no son mascotas.

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