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Colombia es uno de los países más ricos en aves del mundo, y dentro de ese universo plumífero los loros ocupan un lugar muy especial. Con sus colores brillantes y sus llamativos reclamos, estas aves no solo alegran los paisajes, sino que también juegan un papel relevante en los bosques y selvas donde habitan. Pero, ¿sabía cuántas clases de loros existen en el país? La respuesta sorprende: entre 55 y 57 especies distintas.
Un vistazo a la variedad
Cuando se habla de “loros”, suele pensarse en guacamayas enormes, periquitos chiquitos y cotorras vivaces, pero en Colombia encontramos a todos ellos y mucho más:
- Guacamayas: son las más grandes y vistosas. En Colombia vuelan la guacamaya azulamarilla, la escarlata, la militar, la verdegrande y varias más.
- Amazonas: estas aves de tamaño mediano, de plumaje verde con toques de colores en la cabeza o las alas, también están bien representadas. Nombres como la amazona de frente amarilla, la reina y la cara roja son familiares para quienes han recorrido corredores de bosque húmedo.
- Periquitos y cotorras: aunque más pequeños, su presencia también es vibrante. En Colombia vuelan periquitos de Santa Marta, periquitos frontirrubí, cotorras de cola verde y un sinfín de especies que, a veces, pasan desapercibidas por su tamaño, pero son igual de importantes.
- Especies únicas: Tres loros nos recuerdan que Colombia tiene un patrimonio natural que no existe en otro lugar:
- Periquito de Santa Marta (Pyrrhura viridicata): vive solo en la Sierra Nevada de Santa Marta.
- Loro orejiamarillo (Ognorhynchus icterotis): con su llamativo parche amarillo en las orejas, recorre los bosques andinos.
- Loro coroniazul (Hapalopsittaca fuertesi): tan raro que se pensó extinto hasta su redescubrimiento en 2002.
¿Por qué son tan importantes?
Los loros no son solo belleza alada. Al comer frutos y semillas, ayudan a que los árboles se regeneren. Cuando vuelan de un árbol a otro y dejan caer semillas, fomentan la diversidad del bosque. Son, en cierto modo, jardineros naturales del trópico.
Aunque vuelan libres, muchos loros están en riesgo:
- Tráfico ilegal: decenas de loros son capturados para el comercio de mascotas. Se calcula que entre el 70 % y 90 % de las aves decomisadas en Colombia son loros.
- Pérdida de hábitat: la tala y la conversión de bosques para ganadería o agricultura reducen el espacio donde estas aves pueden alimentarse, anidar y reproducirse.
- Fragmentación: al dividirse el bosque en parches pequeños, se dificulta el vuelo y la dispersión de semillas, y las poblaciones de loros quedan aisladas.
Estas presiones han puesto en peligro a al menos una decena de especies colombianas. Entre las más vulnerables están el periquito de Santa Marta, el loro coroniazul y el periquito frontirrubí.
¿Qué se está haciendo?
Afortunadamente, varias organizaciones y comunidades locales trabajan para salvar a estos loros:
- Programas de cría y liberación: En el caso del loro orejiamarillo, un esfuerzo conjunto de ONG y autoridades ha logrado aumentar su población de menos de 100 ejemplares en los años noventa a más de 1.000 en la actualidad.
- Corredores de conservación: Se han creado rutas seguras de bosque entre fragmentos para que los loros puedan moverse libremente y encontrar parejas.
- Educación y vigilancia: En zonas rurales y urbanas se realizan campañas para que la gente entienda el daño del tráfico ilegal y se sumen a la protección de estas aves.
Contar las especies es apenas el primer paso. Mantener vivas las 55–57 clases de loros de Colombia depende de la capacidad de proteger sus bosques y de frenar el comercio ilegal. Cada vez que una pareja cría en libertad, cuando un grupo de guacamayas escarlatas regresa al cielo al atardecer, se celebra un triunfo de la conservación.
Colombia tiene en sus palmas arbóreas no solo colores inolvidables, sino historias de supervivencia y renacimiento. Conocer cuántos loros sobrevuelan sus montañas y llanuras es un recordatorio de la riqueza natural heredada y de la responsabilidad que existe: que estas aves sigan formando parte del paisaje y del canto del trópico por muchas generaciones.
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