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En el municipio de Gigante, en el corazón del departamento del Huila, se encuentra el Parque Natural Regional Cerro Páramo de Miraflores, un espacio de gran valor ambiental por ser un refugio con más de 30.000 hectáreas para el Águila Real de Montaña (Spizaetus isidori), especie en peligro de extinción a nivel mundial, según la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza (UICN).
En el pasado, esta majestuosa ave, la tercera rapaz más grande de Colombia, era cazada por los habitantes de la región. Sin embargo, en 2017, José Willington Yáñez, su familia y otros miembros de la vereda La Umbría decidieron centrarse en la protección de esta especie emblemática de la zona.
Aunque el ave había sido avistada en la región durante años, pocos conocían su verdadera importancia. En la finca de la familia Yáñez, situada en la parte alta de la vereda, era común verla reproducirse año tras año en los mismos árboles, principalmente entre mayo y agosto, durante la temporada seca, cuando la disponibilidad de alimentos era mayor. Ninguno de los pobladores imaginaba que ese animal estaba en peligro de extinción y que su futuro dependía, en gran medida, de las decisiones que ellos tomaran.
El auge de la caza: una práctica radicada en la necesidad
Durante los años 90, esta región del departamento fue muy conocida por la siembra de amapola, que atraía a personas de diversos lugares. Esta situación generaba una serie de problemáticas, ya que los habitantes, al estar en un entorno de constante paso y con la necesidad de abastecerse de alimentos, recurrían a la caza para subsistir. A menudo, cazar animales como pavas, pequeños mamíferos y otros se volvía una actividad común, impulsada por la falta de recursos y el poco conocimiento sobre la importancia de conservar los ecosistemas locales.
“Había mucha gente que llegaba de afuera, atraída por la siembra de amapola. Y como todo el mundo no podía comprar carne, recurrían a cazar animales del monte. Unas veces era solo para conseguir carne, pero otras veces por puro deporte. Las fincas quedaron abandonadas después de la salida de los sembradores de amapola, pero la caza continuó siendo un problema”, comenta José Yáñez.
Una de las especies más afectadas por esta actividad fue el águila real de montaña, que enfrentaba grandes presiones debido a la persecución, tanto por caza deportiva como por retaliación. Katherine Arenas, bióloga de la Corporación Autónoma Regional del Alto Magdalena (CAM), autoridad ambiental del Huila, explica que el ave se alimenta de animales domésticos, especialmente de los de corral, lo que generaba conflictos con las actividades pecuarias de la región.
El rescate que conmocionó a toda una comunidad
José Yáñez nació hace 35 años en la vereda La Umbría, un lugar donde, hace algún tiempo, las 70 familias que allí residían dependían directamente de los recursos naturales para subsistir. Según cuenta, la madera y la caza eran las principales fuentes de ingreso, y durante años, la vida de la comunidad giró en torno a la explotación del ecosistema local.
Un día, en 2017, mientras él y su hija de seis años recorrían la montaña, algo inesperado ocurrió. Allí, en el corazón de la montaña que siempre habían llamado hogar, encontraron a un juvenil de águila real de montaña, tendido y herido por una bala. En ese momento, el instinto de protección de ambos fue inmediato: sabían que tenían que actuar, que esa águila no debía morir allí.
Con mucho cuidado, José y su hija llevaron al animal herido hasta su finca, decididos a salvarlo. Buscaron ayuda de la Corporación Autónoma Regional del Alto Magdalena (CAM) y se pusieron en contacto con la Fundación de Aves Rapaces de Pereira (FADA), una organización dedicada a la protección de estas especies en peligro. “Ver esa águila me impactó profundamente. Nunca había visto un animal tan grande, tan impresionante. Es una de las tres águilas más grandes del país y verla tan cerca fue como redescubrir la belleza que había estado frente a nosotros todo este tiempo”, recuerda José.
Después de tres días, el águila fue trasladada a la fundación de Pereira. Allí, recibió tratamientos médicos, incluidos algunos procedimientos para reparar sus plumas y una operación en su pata. Después de dos semanas, el juvenil regresó al territorio y su liberación fue un momento de gran emoción para todos. “Hubo acompañamiento de la corporación ambiental, fue algo espectacular y a la gente le llamó mucho la atención. La comunidad hizo hasta un almuerzo para celebrar el suceso”, cuenta José.
Ese rescate marcó el comienzo de un proceso de concientización y acción. Se creó el Grupo Ecológico Águila Real de Montaña, al que le dieron el nombre de “Yareit” en honor a la hija de José, quien, a pesar de su corta edad, fue clave en esta iniciativa. “Ella era muy pequeña en ese momento, pero siempre me acompañó en los procesos. Cuando liberamos esa águila, decidimos darle su nombre para que tuviera una identidad”, recuerda José.
Desde el 2017, los miembros del grupo han trabajado de manera organizada, involucrando a más personas y buscando la colaboración de diferentes autoridades ambientales. El camino hacia la conservación no ha sido fácil. La resistencia de algunos miembros de la comunidad, que dependían de la caza y la tala, representaba un gran obstáculo, no solo para el águila real de montaña, sino para el ecosistema local. Sin embargo, poco a poco, comenzaron a entender la importancia de proteger tanto a esta ave como a todo el entorno.
Capacitación: un camino hacia la conservación
El Parque Natural Regional Cerro Páramo de Miraflores es un sitio crucial para la biodiversidad, extendiéndose por tres municipios del Huila: Algeciras, Gigante y Garzón. A pesar de su impresionante belleza, la falta de información sobre la riqueza natural que alberga y su valor ecológico sigue siendo un desafío.
“El Cerro Páramo de Miraflores es un lugar que realmente tiene mucho que ofrecer. Aunque está tan cerca del centro del Huila, muchas personas no conocen su verdadero potencial. Hay una biodiversidad impresionante. No solo estamos protegiendo al águila real de montaña, sino también aprendemos a cuidar especies como el puma, el oso y una gran variedad de aves”, asegura José.
Con este enfoque, el Grupo Ecológico Águila Real de Montaña decidió profundizar en temas relacionados con el ecoturismo y la conservación. A través del SENA, más de 50 personas de la vereda se capacitaron en gastronomía local y turismo comunitario de naturaleza. “Queríamos ofrecer un servicio adecuado a quienes visitaran nuestro territorio y, al mismo tiempo, involucrar más a la comunidad para que comprendieran la importancia de preservar nuestra biodiversidad”, explica.
Desde el inicio del proyecto, la zona ha recibido a más 400 visitantes entre estudiantes de universidades, colegios, investigadores y turistas de diferentes departamentos de Colombia y otros países como República Dominicana, México y Francia, lo que ha permitido generar un impacto económico positivo en la región. Anteriormente, muchas de las familias dependían de actividades como la caza y la tala, pero ahora, según José, el 90% de esos hogares han logrado transformarse y viven del ecoturismo, ofreciendo servicios como hospedaje, alimentación y venta de artesanías relacionadas con la fauna local.
“Desde que me uní al grupo en 2017, mi labor no solo se centra en la conservación de la naturaleza, sino también en compartir con los visitantes todo lo que este territorio tiene para ofrecer. Les hablo sobre los increíbles animales que habitan aquí, como el oso de anteojos, el puma, y el majestuoso vuelo del águila real”, expresa Elías Castro, habitante de la vereda La Umbría e integrante del Grupo Ecológico Águila Real de Montaña.
Logros e impacto
Gracias a los esfuerzos de conservación, el Huila se ha destacado como pionero en la protección del águila real de montaña. Según la UICN, en Suramérica en 2023 no había más de mil ejemplares de esta especie y en Colombia se estimaban solo 100 parejas. Por esta razón, la CAM la ha priorizado en sus estrategias de conservación. En 2023, se registraron 13 ejemplares en el Huila, fruto del trabajo conjunto entre la autoridad ambiental y organizaciones como el Grupo Ecológico Águila Real de Montaña.
Este éxito no solo ha puesto a la región en el mapa, sino que ha impulsado la creación de alianzas con otras zonas del país para monitorear y conservar el corredor andino-amazónico, que abarca los departamentos del Huila, Caquetá, Cauca y Putumayo. “Este es un trabajo en equipo que involucra a toda la comunidad, porque entendemos que no podemos hacerlo solos”, señala José.
Desde la CAM destacan la importancia de las estrategias implementadas en la región para fortalecer tanto las capacidades ecoturísticas como el conocimiento de las comunidades locales sobre las especies con las que cohabitan. Según la biologa Arenas, este enfoque ha sido clave para que la corporación y las comunidades logren procesos de conservación exitosos.
A través de la entrega de insumos, equipos especializados y materiales se ha capacitado a las comunidades de la vereda La Umbría para llevar a cabo acciones de conservación efectivas. “Estas incluyen el seguimiento de nidos y adultos del águila real de montaña, así como el monitoreo de sus presas naturales, con el objetivo de evitar conflictos con animales domésticos. Todo esto ha sido un trabajo mancomunado entre la corporación, la comunidad e inclusive las instituciones educativas, porque desde la educación inicial logramos generar un cambio de conciencia”, asegura la bióloga de la CAM.
Sin embargo, aún existen desafíos importantes para garantizar la supervivencia de esta especie. Amenazas externas como la deforestación y la expansión agrícola ponen en riesgo los hábitats naturales del águila. Estos factores requieren una acción continua y coordinada entre las autoridades, las comunidades locales y las organizaciones ambientales.
El futuro del Grupo Ecológico Águila Real de Montaña
En los próximos años, el Grupo Ecológico Águila Real de Montaña tiene la visión de consolidarse como un santuario natural de renombre, donde la conservación y el turismo regenerativo trabajen de la mano para preservar la biodiversidad local. La meta es transformar la región en un modelo de sostenibilidad, donde la protección de la fauna y la flora sea una prioridad, y al mismo tiempo, generar beneficios económicos y educativos para la comunidad.
Yereit Yáñez, hija de José y creadora de contenido del grupo, tiene 14 años y es parte activa de la Red de Niños Observadores de Aves del Huila. Desde pequeña, ha estado influenciada por su padre, quien le ha transmitido el amor por la naturaleza y la importancia de proteger las especies locales. Ella sueña con seguir trabajando en la conservación y contribuir a que más jóvenes se interesen por la protección del medio ambiente. “Mi papá me mostró la importancia de las aves en nuestra región, lo que me motivó a unirme a este proyecto. También aprendí la necesidad de dar a conocer y proteger las aves locales”, comenta la joven integrante del grupo ecológico.
En el Cerro Páramo de Miraflores, una región rica en biodiversidad, la conservación del águila real de montaña, junto con otras especies emblemáticas de la zona, ha demostrado ser beneficiosa no solo para la biodiversidad, sino también para la comunidad local. Gracias a estos esfuerzos, la riqueza natural de la región es ahora vista como un recurso valioso que debe ser preservado, y los habitantes han aprendido a reconocer el poder de la naturaleza como un motor para el desarrollo sostenible y el bienestar común.
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