En conmemoración del Día Internacional para la Protección de Osos, que se celebra cada 21 de febrero, es relevante resaltar los más de 1470 avistamientos de este oso en Colombia, según los registros de las Corporaciones Autónomas Regionales y de Desarrollo Sostenible.
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Con el fin de garantizar su protección y cuidado, las Corporaciones Autónomas Regionales implementan planes integrales de manejo, monitoreo y acciones de conservación e investigación, colaborando estrechamente con las comunidades mediante estrategias de educación ambiental. Por ello, se insta a las comunidades a respetar los hábitos de estos animales.
El Oso Andino, también conocido como el guardián y jardinero de los bosques y páramos, desempeña un papel crucial al bajar ramas en busca de alimento y dispersar semillas, favoreciendo la renovación de los bosques y el crecimiento de nuevos árboles. Esta especie está catalogada como vulnerable a la extinción a nivel mundial debido a su baja tasa de reproducción (una cría cada dos años) y a su necesidad de un extenso hábitat bien conservado para sobrevivir.
La Corporación Autónoma Regional, Corpoguavio, Corpoboyacá, Corpochivor y Corporinoquía han desarrollado programas regionales en colaboración con universidades y ONG locales para la conservación, el manejo e investigación del Oso Andino.
El oso polar ha emergido como un emblema global del cambio climático. Sin embargo, el Oso Andino (Tremarctos Ornatus), único en Sudamérica, se encuentra en riesgo de ser uno de los primeros carnívoros en extinguirse.
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Según explica el Fondo Mundial para la Naturaleza, estos animales, endémicos de los Andes tropicales, son una especie que se distribuye en la frontera entre Colombia y Panamá, hasta la Sierra de Portuguesa en Venezuela, llegando hasta Bolivia y el norte de Argentina.
Estos animales habitan bosques andinos, páramos y punas. Las manchas únicas alrededor de sus ojos, hocico y pecho, que varían en cada individuo, sirven como huella dactilar. Al igual que el panda y el oso malayo, esta especie no hiberna. Gracias a sus garras, son excelentes trepadores, cavando en la tierra y manipulando ramas y tallos de plantas. Aunque son omnívoros, su dieta se centra principalmente en frutas y plantas.
Estos animales contribuyen a la diseminación de semillas mediante su dieta y largos recorridos, asegurando la sostenibilidad de los bosques que habita y facilitando el paso para especies más pequeñas, como roedores y venados.
Su presencia actúa como un indicador vital de la salud de los ecosistemas, dinamizando la vida de los bosques al derribar arbustos y ramas en busca de alimentos. Para numerosas comunidades indígenas, el Oso de Anteojos es un ser sagrado, un vínculo mágico entre el cielo y la tierra, un mediador entre el bien y el mal, o incluso un hermano mayor.
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Como especie sombrilla, la conservación del Oso de Anteojos beneficia la protección del páramo, los bosques de niebla y las numerosas especies que habitan estos ecosistemas. Por ejemplo, el 70% del agua consumida por los colombianos proviene de estos ecosistemas.
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