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A comienzo de año, los rescatistas de Alley Cat Rescue, en Los Ángeles, Estados Unidos, encontraron a un pequeño gatito negro con blanco acurrucado en la entrada del refugio. Su cuerpo era extremadamente delgado, estaba cubierto de suciedad y su respiración sonaba congestionada, quizá por los fuertes incendios que azotaban la zona.
Lo que más llamó la atención de este frágil gatito fue su desesperación por aferrarse a una oportunidad: en cuanto vio a una persona cerca, se arrastró con sus últimas fuerzas, se aferró a su zapato con sus pequeñas patas y comenzó a maullar. No quería soltarlo. Como si supiera que esa era su única posibilidad de ser salvado.
Los rescatistas que vieron esta impactante escena, lo tomaron con cuidado y lo llevaron adentro. “Lo dejaron en nuestra puerta cuando tenía unos dos meses y medio”, compartió Alley Cat Rescue al medio Love Meow. “A pesar de estar delgado, hambriento y enfermo, se aferraba a cualquiera que le ofreciera un poco de atención”.
El pequeño fue llamado Peanut y, a pesar de su frágil estado, desde el primer día mostró un espíritu inquebrantable y unas ganas inmensas de seguir viviendo. En cuanto sintió el calor de su nueva cama y el aroma de la comida, comenzó a ronronear. Comió con desesperación y, tras terminar, buscó a sus rescatistas para acurrucarse junto a ellos.
Cada vez que alguien se acercaba, Peanut repetía el mismo gesto: trepaba por sus piernas, se abrazaba a sus zapatos o se acurrucaba en su regazo. No quería estar solo nunca más. Sus cuidadores lo describían como un gatito amoroso, que parecía entender lo que era ser abandonado y no quería volver a pasar por lo mismo.
Con el paso de los días, su salud mejoró. Recuperó fuerzas, llegó a su peso ideal, su pelaje comenzó a brillar y su personalidad juguetona empezó a salir a la luz. Se convirtió en un pequeño explorador, siempre buscando nuevos rincones donde esconderse, pero sin alejarse demasiado de sus humanos. Cada vez que veía a su madre adoptiva, corría emocionado y le daba cabezazos en señal de cariño.
“Es un pequeño luchador lleno de personalidad, y todos estamos felices de verlo prosperar”, dijeron los rescatistas de Peanut, quienes a diario se sorprenden con las travesuras de pequeño felino.
La llegada de otra gatita: una nueva misión para Peanut
Poco después del rescate de Peanut, una pequeña gata llamada Dora llegó al refugio en condiciones muy similares a las que él había vivido. Estaba extremadamente delgada, con una infección en los ojos y demasiado débil para comer por sí sola.
Poco a poco, la gata se fue recuperando de la desnutrición con la que había llegado. El personal del refugio hizo su mayor esfuerzo, al igual que con Peanut, para que Dora creciera sana. Cuando estuvo lo suficientemente fuerte para conocer a otros gatos, Peanut fue el primero en acercarse. Como si entendiera que ella tenía una historia similar, comenzó a jugar con ella, a acurrucarse a su lado y a ronronear suavemente para tranquilizarla.
Ahora, ambos disfrutan juntos de su nueva vida, esperando recuperarse del todo para encontrar una familia definitiva. Peanut, que un día se aferró a un zapato pidiendo ayuda, se ha convertido en el protector de otra gatita necesitada, demostrando que, a veces, el amor que se recibe es el mismo que luego se puede dar.
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