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En The Philomena, una residencia asistida para adultos mayores, ubicada en Kyle, Texas, un pequeño perro Shih Tzu llamado Chewy se ha convertido en una figura entrañable para los residentes. A sus siete años, Chewy tiene una historia de abandono, rescate y transformación que hoy lo posiciona como un verdadero “sanador de corazones”.
Chewy fue encontrado deambulando solo por las calles de Austin por Priscilla Duran, directora ejecutiva de The Philomena. Preocupada por su situación, Duran lo llevó al veterinario, donde se descubrió que tenía un microchip con los datos de sus dueños originales. Sin embargo, al ser contactados, estos manifestaron que no querían recuperarlo y colgaron la llamada, dejando al animal nuevamente desamparado.
Duran no dudó en ayudarlo. Ese mismo día, sin embargo, también sufrió un accidente automovilístico múltiple en el que su coche quedó destruido. “Él y yo tuvimos un día muy difícil para conocernos”, relató. A pesar de los desafíos personales, Duran decidió adoptarlo y sumarlo a su hogar, donde ya vivían dos perros rescatados mayores, uno de ellos con problemas de salud avanzados.
La preocupación de que Chewy pudiera alterar la rutina del perro enfermo se disipó cuando ambos se conocieron y se saludaron con naturalidad. Desde entonces, Chewy no solo encontró un hogar, sino también un propósito.
Durante el día, acompaña a Duran al trabajo en The Philomena, donde se ha ganado el cariño de los residentes con su personalidad amigable y sus atuendos decorados con corbatines y gafas de sol. Incluso, los residentes han anunciado que planean vestirse como él para celebrar su próximo cumpleaños.
Más allá de la simpatía que genera, Chewy cumple una función emocional profunda. Su presencia motiva a los residentes a moverse más, ya sea lanzándole juguetes o llevándolo en caminadores, y ha tenido un impacto especialmente significativo entre pacientes con Alzheimer o demencia. Duran afirma que ha sido testigo de reacciones sorprendentes, como sonrisas y comunicación en personas que se habían mostrado retraídas.
“En esos momentos te das cuenta de que no siempre se necesitan palabras; se puede decir mucho sin decir nada”, reflexiona. Convencida de que cada perro tiene su misión, Duran resume así la historia de su nuevo compañero:“La vocación de Chewy es sanar corazones.”
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