Escucha este artículo
Audio generado con IA de Google
0:00
/
0:00
Kelsy llegó al refugio cuando era apenas una cachorrita. Con tan solo tres meses fue adoptada por una familia que, en ese momento, parecía comprometida con su bienestar. Durante ese tiempo, la perrita conoció lo que era tener un hogar, una cama cálida y personas que la acompañaban. Pero esa estabilidad duró poco.
Tiempo después, la familia decidió devolverla al refugio con un motivo tan común como doloroso: “ya no nos podemos hacer cargo de ella”. Una frase que muchas fundaciones escuchan una y otra vez, y que deja atrás a los animales confundidos, emocionalmente afectados y sin entender por qué tienen que regresar a las jaulas otra vez.
El caso de Kelsy no es único. Cada vez son más los perros que, tras haber sido adoptados, son devueltos a los refugios por razones que muchas veces podrían prevenirse con más conciencia y compromiso. Crecen, cambian, enferman o simplemente ya no encajan en la rutina de quienes un día prometieron quererlos y cuidarlos por siempre.
Hoy, Kelsy tiene dos años. Pesa 15 kilos y sigue siendo igual de cariñosa, juguetona y llena de energía. Su carácter noble no ha cambiado, a pesar del abandono. Está sana, esterilizada y lista para volver a intentarlo.
Casos como el de Kelsy nos recuerdan que la adopción no es un acto momentáneo ni una decisión impulsiva. Es un compromiso de por vida. Porque cuando una familia adopta a un animal, es para brindarle cuidado, estabilidad y amor por siempre.
🐾 ¿Quiere estar al día y conocer las últimas noticias sobre el mundo animal? Lo invitamos a verlas en La Red Zoocial. 🐶🐱