Franchesco no es un bulldog francés cualquiera. Su pelaje completamente blanco y sus ojos azul hielo capturan la atención de todos a su paso. Pero esa belleza tan singular —resultado de cruces entre perros con mutaciones genéticas para lograr una apariencia “exótica”— también fue su condena.
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Desde su nacimiento, este perro arrastró graves problemas de salud: respiraba con dificultad, sufría frecuentes golpes de calor, se atoraba al comer y su falta de melanina —el pigmento que protege la piel de los rayos solares— lo hacía propenso al cáncer de piel. Como si no fuera suficiente, la familia que lo compró terminó maltratándolo y, eventualmente, lo abandonó. Hoy, debido a las secuelas físicas y emocionales de ese pasado, Franchesco es un perro con graves problemas de conducta.
Fue rescatado por la Fundación Hablemos por Ellos, una organización sin ánimo de lucro ubicada en Rionegro, Antioquia, que desde hace más de 11 años se dedica a rescatar, rehabilitar y reubicar animales en situación de vulnerabilidad. Allí, entre más de 200 animales —incluyendo perros, gatos, conejos, cerdos, vacas y caballos—, Franchesco encontró un refugio donde su vida ya no está en peligro.
Sara Obando, fundadora, recuerda este caso como uno de los más dolorosos que ha enfrentado. “No puede ser dado en adopción porque sufre episodios de agresividad severa. Lo más triste es que Franchesco no era un perro de la calle, fue comprado por una familia, precisamente por su rareza. Pero, como muchos otros perros de raza, fue maltratado y desechado”, relata Sara.
El abandono de perros de raza: un problema ignorado que va en aumento
La historia de Franchesco no es aislada. Es el reflejo de una problemática que crece silenciosamente en Colombia: el abandono de perros de raza, animales que alguna vez fueron comprados por moda, estética o impulso, y que hoy esperan una segunda oportunidad en fundaciones, al igual que los criollos.
Esta problemática, aunque cada vez más frecuente, sigue sin recibir la atención que merece. El abandono de perros de raza avanza de forma silenciosa en el país, sin que exista un registro oficial que permita dimensionar su magnitud. Para el Gobierno Nacional, este fenómeno aún no representa una prioridad, lo que dificulta el seguimiento y la formulación de políticas públicas eficaces. Sin embargo, debería importar: todo perro abandonado, sea de raza o mestizo, termina convirtiéndose en un problema de salud pública, bienestar animal y convivencia ciudadana.
De acuerdo con un censo que lanzó la senadora animalista, Andrea Padilla, a inicios del año 2023, en Colombia hay más de 3 millones de perros y gatos en situación de calle, lo que revela una alarmante crisis de abandono.
El imaginario colectivo sugiere que los perros criollos o mestizos son los únicos que terminan en la calle, convertidos en los eternos habitantes de refugios. Pero las fundaciones en Colombia muestran una realidad distinta: cada vez son más los perros de raza que acaban abandonados, enfermos y traumatizados, a la espera de una segunda oportunidad.
Aunque muchas familias ven a sus mascotas como parte del hogar, el abandono persiste por desconocer lo que implica cuidar a un animal, especialmente si es de raza. Según cuenta Sara, los husky siberianos y los bulldogs son de las razas que más llegan a sus instalaciones. “Los huskies tienen una energía altísima, necesitan correr, jugar, atención constante. La gente los compra por su apariencia llamativa, pero cuando empiezan a aullar o a destruir cosas por ansiedad, ya no saben qué hacer con ellos”, explica.
El caso de los bulldogs no es muy diferente. Aunque tienen un aspecto compacto que muchos encuentran adorable, son perros que requieren cuidados médicos constantes. “Tienen dificultades respiratorias, sufren de golpes de calor, se atoran al comer. Y muchas personas simplemente no están dispuestas a asumir esos costos”, advierte Sara.
En la Fundación Adopta un Buen Amigo Chan, ubicada en Chía, Cundinamarca, también han sido testigos del incremento de perros de raza que terminan en condición de abandono. Allí, comparten refugio tanto animales criollos rescatados de la calle, como perros de raza con papeles de pedigree que fueron descartados por sus familias.
Camila García, directora de comunicaciones de esta fundación, cuenta que cada semana reciben llamadas por perros de raza en condiciones de maltrato o abandono. “Nos han dejado perros amarrados en la puerta de la fundación, otros los hemos rescatado de vidas enteras en terrazas bajo el sol y la lluvia”, relata. Entre los casos más recurrentes menciona huskies siberianos, samoyedos, pitbulls, cocker spaniels, labradores y bulldogs ingleses.
Los múltiples motivos del abandono de perros de raza
El abandono de perros y gatos en Colombia no obedece a una sola causa. Es un fenómeno complejo, con raíces culturales, sociales y económicas. Según el estudio de 2024 “Él nunca lo haría”, realizado por la Fundación Affinity, entre los principales motivos se encuentran las camadas no deseadas, problemas de conducta y, sobre todo, la cosificación de los animales, percibidos por muchos como objetos que se pueden reemplazar o desechar.
Otros factores frecuentes incluyen problemas económicos, mudanzas y cambios en la estructura familiar. En menor medida, también se reportan abandonos por alergias de algún miembro del hogar, nacimiento de un hijo, hospitalizaciones, fallecimiento del dueño o miedo a enfermedades.
Pero en el caso de los perros de raza, hay un patrón que se repite con especial frecuencia: la compra impulsiva, muchas veces alentada tendencias estéticas. El problema se agrava en fechas especiales como Navidad, cumpleaños y Día del Niño, cuando muchos perros de taza se regalan como si fueran juguetes.
“La gente compra sin investigar. No saben lo que implica tener uno de estos perritos. Solo se dejan llevar por lo bonitos que se ven en Instagram. Las razas pequeñas suelen ser menos abandonadas, porque ocupan poco espacio y se consideran más fáciles de cuidar. Pero cuando se regala un cachorro más grande y el niño se aburre, los papás simplemente lo botan”, explica Sara.
Las temporadas vacacionales, como diciembre, Semana Santa o mitad de año, coinciden con picos de abandono. Las fundaciones reciben mensajes con excusas repetidas: “nos vamos de viaje”, “ya no tenemos tiempo”, “el niño ya no juega con él”. Para quienes trabajan en estos refugios, cada intento de justificación deja al descubierto una verdad: los animales aún son vistos como objetos descartables cuando dejan de encajar en el estilo de vida de sus dueños.
Uno de los casos más desgarradores reportados por la Fundación Adopta un Buen Amigo Chan fue el de Milo, un perrito salchicha regalado a una niña pequeña en Navidad de 2024. No duró ni un mes con su familia. La falta de orientación llevó a la niña a tratarlo como un juguete: lo arrojó desde una cama y le provocó un daño neurológico irreversible. A pesar de los esfuerzos del equipo veterinario, Milo no logró sobrevivir. “Fue un caso tristísimo”, lamenta Camila, quien teme que el auge de esta raza en redes sociales desate una nueva ola de abandonos masivos.
El abandono de perros de raza no siempre ocurre tras una compra impulsiva o una etapa de cachorros inquietos. En muchos casos, el desecho llega tarde, silenciosamente, cuando el animal ha entregado los mejores años de su vida. En Colombia, de acuerdo con los proteccionistas de animales, son cada vez más frecuentes los casos de perros de raza que, tras una vida entera en un hogar, son dejados atrás simplemente por envejecer.
Andrés Gaitán, cofundador de la Fundación Bulls Colombia, ubicada en Zipaquirá, Cundinamarca, conoce de primera mano esa forma cruel de abandono. Berta, una pug de entre 12 y 14 años, llegó recientemente en un estado lamentable. “Estaba completamente ciega, sin un solo diente, desnutrida, con las uñas larguísimas y la piel cubierta de hongos. Todo indicaba que dormía sobre sus propios orines y heces”, relata.
Según Andrés, es muy probable que esta perrita haya sido utilizada durante años para reproducción, dando camada tras camada hasta que su cuerpo ya no pudo más. Entonces, simplemente fue descartada.
Sin embargo, a pesar del dolor físico evidente, Berta no perdió su esencia. “Es dulce, agradecida, tranquila”, dice Andrés. Su caso resume con crudeza la paradoja que viven muchos perros de raza en Colombia: son codiciados por su apariencia, pero desechados cuando ya no son útiles o estéticos.
La vejez no debería ser una condena, menos aún para quienes han dado compañía incondicional durante años. Pero en una sociedad donde aún se cosifica a los animales, muchos de estos terminan sus días en refugios y fundaciones.
Detrás del abandono animal hay una raíz profunda: la falta de educación emocional y ética sobre lo que realmente significa compartir la vida con otro ser vivo y sintiente. “Un perro puede vivir más de 12 años. No es un peluche ni un regalo que se devuelve cuando deja de entretener. Es un ser vivo que necesita tiempo, afecto, atención médica y estabilidad”, afirma Sara Obando.
Las fundaciones coinciden en que solo una tenencia responsable, informada y empática puede frenar esta cadena de abandono que, cada día, deja más animales a la deriva, sean criollos o de raza.
También recalcan que esta tarea no puede recaer únicamente en la voluntad individual o el trabajo de unos pocos. Se necesita con urgencia una política pública más sólida, que promueva la adopción y garantice sanciones efectivas al maltrato y abandono.
Además, en un entorno digital donde las redes sociales influyen directamente en las decisiones de compra, urge mayor responsabilidad tanto de las plataformas como de quienes promueven ciertas razas como tendencias. Mientras un animal siga siendo visto como un objeto de moda, seguirán existiendo casos de abandono.
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