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Inspirado por el personaje de Game of Thrones, Tyrion es un maltipoo de siete años cuya historia ha conmovido a miles. A pesar de una parálisis repentina, este pequeño perro ha demostrado una voluntad de vivir inquebrantable, acompañado siempre por su dueña, Dagmar Gudmundsson, de 28 años.
Tyrion vivía una vida saludable hasta marzo de 2024, cuando, tras una siesta, comenzó a caminar de forma extraña. En cuestión de horas, perdió por completo la movilidad en sus patas traseras. Aunque inicialmente se sospechó de una lesión en la columna, una resonancia magnética reveló una inflamación severa provocada por una enfermedad autoinmune llamada meningoencefalitis granulomatosa (GME), que atacó su médula espinal y causó la parálisis.
El proceso de rehabilitación fue lento y desafiante. Durante los primeros meses no hubo avances significativos, pero terapias como la acupuntura y la hidroterapia comenzaron a dar resultados. Con el tiempo, Tyrion logró desarrollar lo que se conoce como “marcha espinal”, un tipo de desplazamiento no controlado por el cerebro, pero que le permitió volver a caminar.
Un mes después del diagnóstico, fue equipado con una silla de ruedas adaptada. Contra todo pronóstico, la aceptó con entusiasmo. Su dueña relata que muestra la misma emoción que cualquier otro perro al ver su correa: para Tyrion, sus ruedas significan libertad.
Cuidar de un perro paralizado ha sido una experiencia transformadora para Gudmundsson. La adaptación emocional y física implicó sacrificios, como desarrollar una rutina estricta para asistir a Tyrion con su vejiga y superar una fuerte carga emocional. Sin embargo, encontró apoyo compartiendo su historia en redes sociales, donde recibió palabras de aliento de otros cuidadores de animales con discapacidades.
Motivada por esta experiencia, Gudmundsson está por lanzar Wag & Wheel, una marca de ropa y accesorios pensada para dueños de perros con discapacidad. Parte de las ganancias se destinarán a refugios que trabajan con animales en condiciones similares.
La historia de Tyrion no es solo la de un perro que volvió a correr. Es la prueba de cómo la empatía, la dedicación y el vínculo humano-animal pueden transformar la adversidad en esperanza.
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