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Cuando una persona adopta un perro de un refugio, se da inicio a una nueva etapa de esperanza para el animal. Muchos de estos perros han pasado por experiencias traumáticas: abandono, maltrato o pérdida de su hogar anterior. El acto de adopción representa para ellos una promesa de estabilidad, cariño y seguridad. Pero cuando esa promesa se rompe y el animal es devuelto al refugio, el impacto emocional puede ser profundo.
Aunque no se puede saber exactamente lo que piensa un perro, la ciencia del comportamiento animal ha arrojado luz sobre cómo experimentan y procesan el apego, el estrés y la pérdida. Expertos en etología y bienestar animal coinciden en que los perros tienen una gran capacidad para establecer vínculos afectivos con los humanos, y que su bienestar emocional se ve gravemente afectado cuando estos lazos se rompen de forma repentina.
El proceso de adaptación y apego
Cuando un perro es adoptado, comienza un proceso de adaptación que puede durar días, semanas o incluso meses. Durante ese tiempo, el perro aprende a confiar en sus nuevos cuidadores, reconoce olores y sonidos del entorno, y se habitúa a una rutina. Los perros, animales sociales por naturaleza, desarrollan un apego seguro cuando perciben que sus necesidades están cubiertas y que sus cuidadores son una fuente constante de afecto y protección.
Diversos estudios han demostrado que pueden llegar a sentir ansiedad por separación cuando se distancian de sus dueños, lo que indica que los vínculos que crean son intensos. Si este proceso de apego se ve interrumpido por una devolución, el animal experimenta una ruptura emocional que puede llevar a cuadros de estrés, ansiedad, depresión e incluso cambios en su comportamiento.
Los refugios, aunque bienintencionados y a menudo bien gestionados, no pueden sustituir el entorno estable de un hogar. Al ser devuelto, el perro se enfrenta nuevamente al ruido, la falta de atención individualizada y la confusión del entorno compartido con otros animales. Para muchos, es como revivir el trauma original del abandono.
Algunos cuidadores de refugios relatan cómo ciertos perros, tras ser devueltos, muestran signos evidentes de retraimiento: dejan de comer, se aíslan, muestran comportamientos compulsivos o incluso agresivos. Esta respuesta no es solo una muestra de tristeza, sino un indicador de un desajuste emocional importante. Etólogos coinciden en que la repetición del abandono puede agravar la ansiedad general del perro, haciendo que sea aún más difícil encontrarle una nueva familia.
Impacto en la futura adoptabilidad
Además del daño emocional, ser devuelto puede tener consecuencias prácticas. Un perro que regresa más ansioso o reactivo al refugio puede ser visto como “problemático” por futuros adoptantes. Esto no solo reduce sus posibilidades de encontrar un nuevo hogar, sino que también perpetúa un ciclo de rechazos que afecta gravemente su bienestar.
Muchos refugios intentan evitar estas situaciones mediante entrevistas previas, períodos de prueba o visitas domiciliarias, pero aun así, las devoluciones ocurren con cierta frecuencia. Las razones varían: desde incompatibilidad con otros animales, expectativas poco realistas de los adoptantes, hasta simples cambios de opinión.
La solución no es solo emocional, sino también estructural. Educar a los futuros adoptantes sobre la responsabilidad y compromiso que implica adoptar un animal es clave. Así mismo, promover la adopción informada, donde se evalúe cuidadosamente la compatibilidad entre el perro y la familia, puede reducir las tasas de devolución.
Los expertos recomiendan que los adoptantes potenciales tomen el tiempo necesario para conocer al perro, hagan preguntas y se asesoren con personal del refugio antes de tomar la decisión. También es fundamental que estén dispuestos a invertir tiempo en la adaptación, en entrenamiento y en la creación de un vínculo.
Finalmente, para los perros que han sido devueltos, los refugios pueden implementar programas de enriquecimiento ambiental, entrenamiento positivo y apoyo emocional, para ayudarles a recuperarse y prepararse para una futura adopción.
Adoptar un perro es mucho más que un acto de generosidad: es un compromiso de vida. Para el animal, significa confiar nuevamente después del abandono. Ser devuelto al refugio no es solo un retroceso físico, sino un golpe emocional que puede marcarlo por largo tiempo. La empatía, la preparación y el compromiso de quienes adoptan son considerables para asegurar que esa segunda oportunidad sea realmente definitiva.
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