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Sentido común, respeto mutuo y empatía son tres de las claves para educar a un perro que resalta la educadora canina y experta en conductivismo Sandrine Nataf-Otsmane, en su libro “Tu perro y tú. Educación positiva y cómplice” (Ed.Larousse).
El libro, de 96 páginas e ilustrado con múltiples fotografías de todo tipo de perros, es un compendio de los últimos datos científicos sobre las conductas de estos animales de compañía y, según la autora, es “el fruto de un trabajo hecho sobre el terreno durante años”.
“Tengo la voluntad de querer cambiar la calidad de vida de los perros y de sus humanos, porque vivir con este animal es un privilegio: subestimamos todo lo que puede aportarnos y ofrecernos”, comenta la experta, que rechaza considerar al perro como “una máquina de obediencia dedicada intensamente a nosotros”, explica la especialista francesa en su nuevo libro.
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Según la autora del libro, diplomada en la Ecole Nationale Vétérinaire d’Alfort en comportamiento del perro, el animal considerado mejor amigo del hombre también tiene que “comprender, analizar, escoger, improvisar ante situaciones nuevas”, por lo que pide “perdón” por haber utilizado anteriormente métodos de adiestramiento que no tenían en cuenta que los perros “tienen que tomar libremente sus decisiones”.
“Las investigaciones de estos últimos años han revolucionado nuestra comprensión del perro: la ciencia nos permite concretar mejor sus necesidades, sus expectativas y las nuestras, sus competencias y su vulnerabilidad en el seno de nuestra sociedad”, explica Nataf-Otsmane, que advierte, sin embargo, que “con la teoría no basta: la práctica cotidiana debe impregnarse de esta teoría”.
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Por ello, la educadora canina propone un nuevo método de educar a los canes que incluso ha registrado en el Instituto Nacional de la Propiedad Industrial de Francia.
A explicar este método dedica su nuevo libro, en el que destaca la importancia “del amor y la complicidad para un aprendizaje mutuo”.
“El perro nos proporciona presencia, complicidad e intercambio en la aventura afectiva. Nos ofrece seguridad y aporta mucho a nuestro universo físico y mental. Las relaciones que establecemos con él son sencillas, espontáneas y sin ambivalencia”, reflexiona la autora.
“Mi método de educación canina -confiesa- se basa en el papel de la oxitocina, esta hormona del amor y del afecto secretada durante el tiempo que pasamos con el perro: cuando recibe halagos, marcas de interés y de simpatía, así como con los contactos afectuosos, segrega una mayor cantidad de esta hormona, lo que le facilita el bienestar”.
Según la educadora, el dueño de un perro ha de ser “la figura de afecto y seguridad” del can, que “es un observador muy fino: se pasa el día observándote para entenderte mejor, para leer tus expresiones, descifrar lo no verbal, desencriptar tus intenciones y atenciones”.
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Tras recomendar encarecidamente que el animal haga ejercicio cada día, la autora asegura que “un perro puede aprender nuevas conductas toda su vida” y reafirma que “un paseo diario es esencial”.
El libro también describe los problemas físicos que pueden padecer los canes, que reparten su peso entre un 60 % en las patas delanteras y un 40 % en las traseras, y da recomendaciones para la salud psicológica de las mascotas para que no se vuelvan agresivas.
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Nataf-Otsmane también destierra algunas de las ideas preconcebidas que tienen algunos propietarios de perros, como que hay que adquirir el cachorro cuando los hijos son pequeños, que el perro tenga que comer una vez el amo ya haya acabado de hacerlo, que no se suba al sofá porque acabará dominando al amo, que solo pueda comer concentrado o no ir a verlo cuando llora por la noche.
La educadora, que reconoce que el libro puede causar polémica, rechaza de plano los métodos de educación que violentan físicamente a los perros, e insiste en que la mejor forma de educar a un perro es aprender a comprenderle, a escucharle y a mirarle.
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