Tierna rutina de labrador todas las mañanas para tomar el sol: nunca va solo

Según sus dueños, Buttercup cuida mucho a sus juguetes, como si supiera que son muy valiosos.

Foto: Facebook: The PeanutButtercup Chronicles

Desde hace cuatro años, Buttercup realiza la misma rutina todos los días. Se levanta, saluda a su familia, come y luego sale al patio de su casa. Hasta aquí, todo parece normal, pero no lo es. En cada paseo, Buttercup no sale sola, sino que lo hace en compañía de sus más de 30 peluches.

Buttercup es una dulce labradora de ocho años que vive en Michigan, Estados Unidos. De acuerdo con su dueña, Jackie Markey, este ritual empezó cuando su esposo instaló una pequeña puerta para perros en el hogar. Desde ese momento, la perrita comprendió que podía salir y llevar consigo lo que quisiera.

No importa si está lloviendo, tronando, relampagueando o incluso nevando, Buttercup sale sí o sí con sus juguetes. “A veces tengo que descongelarlos. Se congelan”, dice la mujer a The Dodo.

Primero sale ella y luego regresa al exterior y empieza a sacar uno por uno hasta completar su misión. Luego, se tira en el piso, descansa y juega durante el día con ellos.

Y aunque ella es quien saca a los juguetes, nunca los entra a todos, excepto a su amado husky. Del resto, su dueña debe hacerlo para mantener el orden, que suele durar muy poco, pues al siguiente día, tan pronto salen los primeros rayos del sol, empieza de nuevo la rutina.

¿Por qué lo hace?

Sus dueños aún no entienden el comportamiento de su perrita, pero aseguran que para ella es un juego y una linda manera de preocuparse por sus juguetes. “Ella simplemente ama lo que hace. Es feliz. Y mientras sea así, no pienso detenerla”, explica Markey.

Cuando un juguete se daña, Markey le compra otro de inmediato, pues, indica, Buttercup es tan inteligente que se dará cuenta enseguida de que falta uno en su colección, que incluye desde osos y pulpos y hasta tiburones.

Markey afirma que esta rutina es muy propia de Buttercup, puesto que su otra perra, Peanut, también una labradora amarilla de seis años, no hace lo mismo. Al contrario, ella ama correr por el patio, buscar la pelota y morder huesos.

Sin embargo, no importa que no comportan el mismo interés, pues las dos “se aman y no podrían vivir sin la otra”.

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