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Aunque suele pensarse que los perros de raza viven siempre en hogares estables, la realidad dista mucho de esa percepción. La historia de Wanda, una husky siberiana blanca de ojos azules, es un reflejo claro de que el abandono no distingue linaje.
Con su apariencia imponente, similar a la de un lobo, los huskies siberianos se han convertido en una de las razas más buscadas por su belleza. Sin embargo, también figuran entre las más abandonadas en refugios y calles de todo el mundo.
Su tamaño, energía y temperamento demandan altos niveles de actividad física, atención y entrenamiento. Características que, en muchos casos, sobrepasan las expectativas de quienes los adoptan guiados solo por su aspecto.
Según las organizaciones estadounidenses Northern California Sled Dog Rescue y Bay Area Siberian Husky Club (BASH), estos perros suelen ser rechazados por sus dueños entre los 18 meses y los dos años de edad, cuando alcanzan su máximo nivel de energía y fuerza.
Wanda no fue la excepción. Ella fue hallada en condiciones lamentables: desnutrida, maltratada y emocionalmente afectada. Posteriormente, fue acogida por la fundación La Casa de los Gordos, en Tocancipá, Cundinamarca, donde comenzó su proceso de recuperación.
Contra todo pronóstico, su historia dio un giro positivo. Una familia decidió adoptarla y, más importante aún, comprenderla. Aceptaron su pasado, respetaron sus tiempos y emprendieron junto a ella un camino lleno de paciencia, compromiso y amor.
El proceso no fue sencillo. Hubo retrocesos, aprendizajes y travesuras propias de una perra que apenas comenzaba a sentirse segura. “Incluso hubo momentos graciosos, como el día en que la basura explotó misteriosamente y, por supuesto, Wanda salió ilesa”, recordó la fundación en redes sociales.
Hoy, Wanda no solo tiene un techo, también tiene un hogar. Una familia que la acompaña en su crecimiento, la lleva a clases para fortalecer su comportamiento y la ama tal como es.
“Tiene una familia que la respeta, la comprende y la ama con todo el corazón. Están muy comprometidos con su educación, con todo lo que eso implica (¡tiene hasta colegio!)”, compartió La Casa de los Gordos en una publicación.
La historia de Wanda es un recordatorio poderoso: todos los perros, sin importar su raza o pasado, merecen una segunda oportunidad.
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