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Los loros son aves inteligentes y sociales, capaces de desarrollar vínculos fuertes con otros individuos de su misma especie. Sin embargo, esa misma sensibilidad que los hace fascinantes también los convierte en animales vulnerables al estrés, la ansiedad y otros trastornos cuando no se encuentran en condiciones adecuadas.
Uno de los comportamientos más preocupantes que estos animales pueden presentar en cautiverio es arrancarse sus propias plumas, una conducta conocida como picaje. Este trastorno puede tener causas tanto físicas como emocionales.
Desde el punto de vista médico, el picaje puede estar asociado a diversas condiciones de salud. De acuerdo con los expertos, alergias, infecciones cutáneas, presencia de parásitos, desequilibrios hormonales o deficiencias nutricionales son algunas de las causas más comunes.
Una dieta pobre en vitaminas y minerales puede provocar que la piel y las plumas pierdan su salud natural, generando picazón o incomodidad. En estos casos, el loro se arranca las plumas como una forma de aliviar el malestar físico.
Sin embargo, en la mayoría de los casos, el detonante es de origen emocional o ambiental. En la naturaleza, los loros pasan el día volando, buscando alimento, interactuando con otros miembros del grupo y resolviendo desafíos. Cuando viven en cautiverio sin estimulación suficiente, pueden sufrir estrés crónico, ansiedad o aburrimiento profundo, y el picaje se convierte en una vía de escape, una forma de lidiar con la frustración o la soledad.
Los cambios bruscos en el ambiente, la ausencia de interacción con otros de su misma especie y el encierro prolongado pueden provocar que el ave comience a automutilarse.
También hay que tener en cuenta que arrancarse las plumas puede convertirse en un hábito compulsivo difícil de revertir si no se identifica y corrige a tiempo la causa.
En resumen, cuando un loro se arranca las plumas está expresando un malestar profundo. Es una señal que no debe ignorarse, ya que puede ser la manifestación de un problema serio de salud física o emocional.
El picaje también recuerda una realidad más profunda: los loros no deben vivir en cautiverio. Estas aves están hechas para volar grandes distancias, interactuar en grupos sociales complejos y vivir en libertad, comportamientos que difícilmente pueden replicarse en una jaula.
En Colombia, además, la tenencia de loros silvestres es ilegal, ya que muchas de estas especies están protegidas por normativas ambientales debido al tráfico y la pérdida de hábitat. Tener un loro en casa no solo puede perjudicar gravemente su bienestar físico y emocional, sino que también contribuye a la degradación de los ecosistemas.
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