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La pregunta de si los gatos o los perros son más inteligentes es uno de esos debates que parece no tener fin. Los amantes de cada especie están dispuestos a defender a sus favoritos, apelando a todo tipo de anécdotas y comportamientos que consideran evidencia de su superioridad. Sin embargo, este debate tiene implicaciones más complejas cuando se trata de dar una respuesta basada en la ciencia.
¿Podemos realmente comparar la inteligencia entre especies tan diferentes? Como era de esperarse, los investigadores tienen mucho que decir al respecto, pero la respuesta no es tan sencilla como nos gustaría.
Según Alexandra Horowitz, investigadora en cognición canina del Barnard College de Nueva York, el concepto mismo de “inteligencia” genera debates interminables. “Los investigadores que estudian la cognición canina no estudian la ‘inteligencia’ per se; observamos diferentes aspectos de la cognición”, explicó a Live Science.
Horowitz incluso cuestiona la tendencia humana de comparar habilidades entre especies. “En su forma más simple, los gatos son inteligentes en las cosas que necesitan hacer los gatos, y los perros en las cosas de los perros”, añadió. Entonces, ¿es posible resolver esta pregunta?
En lugar de buscar una definición única de inteligencia, los expertos prefieren evaluar la cognición, que abarca tres áreas clave: la capacidad para resolver problemas, la formación de conceptos y la inteligencia social. Aquí es donde comienzan las comparaciones entre perros y gatos, y donde ambos demuestran que su inteligencia está diseñada para satisfacer necesidades específicas.
Por ejemplo, los perros destacan en inteligencia social. Son capaces de captar señales sutiles del lenguaje corporal humano y responder adecuadamente, algo que los ha convertido en compañeros excepcionales para actividades como la terapia asistida y el trabajo policial. También tienen una memoria destacada: un perro promedio puede aprender hasta 165 palabras, e incluso algunos logran recordar experiencias pasadas en contextos específicos, lo que se conoce como memoria episódica.
Por otro lado, los gatos sobresalen en resolución de problemas. Pueden abrir paquetes de comida con sorprendente precisión o recordar la ubicación de una presa escondida. Además, su memoria es increíblemente selectiva: un estudio demostró que los gatos pueden recordar qué y dónde comieron después de un solo evento.
En conclusión, intentar determinar si los perros o los gatos son más inteligentes es una tarea compleja que no tiene una respuesta definitiva. Las habilidades cognitivas de cada especie están adaptadas a sus necesidades específicas y a sus roles en la naturaleza, lo que hace que sus formas de inteligencia no sean comparables de manera simple.
Medir la inteligencia desde una perspectiva exclusivamente humana puede limitar nuestra comprensión y admiración por los comportamientos de los animales que comparten nuestras vidas.
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