El Magazín Cultural

El sacrificio de Antonia Santos Plata

Hace 200 años, mientras el ejército libertador celebraba su victoria en el Pantano de Vargas y daba sus últimos pasos antes del triunfo en la batalla de Boyacá y la independencia, en Santander era fusilada la financiadora y organizadora de la guerrilla patriota del Coromoro.

Redacción El Espectador
28 de julio de 2019 - 03:55 p. m.
María Antonia Santos Plata nace en Pinchote un 10 de abril de 1782 y muere en El Socorro (Santander) el  28 de julio de 1819.  / Foto tomada de la Casa de la Cultura Horacio Rodríguez Plata
María Antonia Santos Plata nace en Pinchote un 10 de abril de 1782 y muere en El Socorro (Santander) el 28 de julio de 1819. / Foto tomada de la Casa de la Cultura Horacio Rodríguez Plata

A las diez y media de la mañana del 28 de julio de 1819, encabezado por un fraile y un pelotón de soldados, partió el cortejo oficial que precedió la muerte en el cadalso de Antonia Santos Plata. Vestida “con una bata negra de manga corta”, y con la cabellera suelta ceñida por un pañuelo, caminó “con frente serena, paso digno y humildad cristiana entre las dos filas de la escolta”. Minutos después, mientras la multitud se concentraba a ver la ejecución, ella entregó sus zarcillos y un prendedor de oro, amarró sus faldas a los tobillos para que no le quedaran levantadas, y recibió la descarga de la fusilería.

La narración es del fallecido historiador Ramiro Gómez Rodríguez en su obra Antonia Santos, que recoge la historia de esta valiente mujer que, en plena guerra de independencia, organizó y financió una guerrilla patriota en la región de Coromoro (Santander), que junto a su hermano Fernando, algunos de sus cuñados, vecinos y copartidarios, dio brega al ejército realista que siempre encontró resistencia en esa altiva región.  La misma que en marzo de 1781, en el comienzo de la revolución de los comuneros, vio a Manuela Beltrán romper el cartel de los impuestos y dar el primer grito de libertad.

Antonia Santos nació en Pinchote (Santander) en abril de 1782 -dos meses después del sacrificio de José Antonio Galán en Santa Fe-, en el seno de una familia de doce hijos conformada por Pedro Santos Meneses y María Petronila Plata, vecinos de Socorro, que terminaron por constituir la estancia “El Hatillo”, situada en terrenos de Coromoro. Además, su padre fue designado alcalde de Cincelada, por lo que también tuvo una casa en esa localidad. Entre esos territorios pasó su niñez y juventud, sin educación distinta a la que recibió de sus padres entre incursiones campestres y encuentros sociales.

En 1810 falleció Pedro Santos Meneses, el mismo año en que se desarrollaron los sucesos que dieron pie a la primera república del 20 de julio en Santa Fe. Incluso a esa fecha se adelantó Socorro que se declaró Estado Libre e Independiente desde el 11 de julio. Sin embargo, un año después, por las rivalidades de la época que Antonio Nariño bautizó como la Patria Boba, San Gil y Charalá optaron por declararle la guerra. En marzo de 1812, el gobierno de Nariño dominó la plaza. Ese fue el ambiente en el que creció y se organizó Antonia Santos hasta convertirse en la mujer de El Hatillo.

Cuando el general Pablo Morillo llegó a la Nueva Granada en 1816 para desatar el régimen del terror de su restauración monárquica, el turno para Socorro se inició en 17 de mayo, cuando entró a sus calles, comenzaron los fusilamientos, los juicios y las incautaciones. Antes de concentrarse en la purga patriota en Santa Fe, Morillo designó como gobernador militar y político en Socorro al teniente coronel Antonio Fominaya, que continuó el mandato de las confiscaciones y los trabajos forzados. En medio de la represión, en las montañas cercanas, comenzaron a formarse guerrillas de resistencia.

Según el citado autor, Ramiro Gómez Rodríguez, una de las primeras guerrillas en constituirse fue la de Coromoro o de Santos que decidió financiar y organizar Antonia Santos Plata, junto a su hermano Fernando y sus cuñados y otros oriundos de la región. Comenzó con cuarenta hombres y el sitio de reunión para planear sus acciones fue la hacienda de El Hatillo. Desde allí, comenzaron a coordinarse estrategias junto a las guerrillas de Charalá, Gámbita, Oiba, Guapotá, Simacota o Zapatoca. Fueron tres años de resistencia con duros golpes que causaron alarma entre las autoridades españolas.

El 27 de abril de 1819, la guerrilla de Coromoro asaltó el correo que llegaba de Santa Fe, con el apoyo de parte de la población, lo cual convenció al coronel José María Barreiro, comandante en jefe del ejército realista en Boyacá, de la necesidad de enfrentar esa amenaza. Primero envió a su segundo, el coronel Francisco Jiménez, para asumir el mando militar de la provincia y, a partir del 5 de julio, dispuso que el teniente coronel Antonio Fominaya fuera reemplazado por el coronel Lucas González, quien había combatido con Morillo contra Napoleón, y que tenía pasado como implacable ejecutor.

Fue así como apenas llegó a Socorro, empezó la persecución. Y en breve, con información suficiente para ordenarlo, envió un contingente militar a la hacienda El Hatillo, donde hizo poner presos a Antonia Santos, su hermano Fernando y su sobrina Helena, que fueron conducidos hasta Socorro. De inmediato, Lucas González constituyó un consejo de guerra, y la jefa de la guerrilla de Coromoro fue acusada de “ser el centro de la insurgencia y, a la vez, promotora y mantenedora de las guerrillas de malhechores de Coromoro”. El 16 de julio, el consejo de guerra ordenó su sentencia de muerte.

A esa hora, las tropas de Bolívar, después de una campaña libertadora de dos meses que se inició a finales de mayo a orillas del rio Apure, en la llanura venezolana, ya se encontraban en la provincia de Tunja, camino a la libertad. Antonia Santos permaneció detenida en la cárcel de mujeres, hasta el día 28 de julio en que fue ajusticiada. No alcanzó a enterarse de la noticia de que el ejército libertador tres días antes había triunfado en el Pantano de Vargas, paso previo a la batalla del puente de Boyacá del 7 de agosto de 1819 que permitió el triunfo republicano y el final de mas de tres siglos de dominación española. 

No se pierda el especial Libertadoras: Más que coraje frente al terror

 

Por Redacción El Espectador

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