El Magazín Cultural

Una época de transformaciones

El final del siglo de las luces (siglo XVIII) significó para América el primer momento para empezar a configurar el ideal republicano. Contexto para entender la revolución de Los Comuneros y los sucesos de julio de 1810.

Proyecto Bicentenario
20 de junio de 2019 - 09:18 p. m.
Tupac Amaru, José Celestino Mutis, Antonio Nariño.  / Tomado de Wikipedia.
Tupac Amaru, José Celestino Mutis, Antonio Nariño. / Tomado de Wikipedia.

Después de tres siglos de dominación de España en América a partir de 1492, era previsible que los ecos del siglo de las luces (siglo XVIII) llegaran hasta los virreinatos y las capitanías del nuevo continente. Cuando inició en España el reinado de Carlos III en 1759, el mundo avanzaba por los caminos que trazaba la Ilustración, y Montesquieu en su Espíritu de las Leyes explicaba la opción de los tres poderes. Los guías del nuevo orden eran Rousseau, Voltaire o Locke y, además de la agitación política, ese siglo dejó también la revolución industrial que transformó la economía.

Cuando Manuela Beltrán rompió el edicto de los impuestos en El Socorro (Nueva Granada) en marzo de 1781, la independencia de Estados Unidos llevaba cinco años, y un año antes, en Perú, José Gabriel Condorcanqui se había autoproclamado Tupac Amarú II, para encabezar una rebelión indígena que terminó con su ejecución en Cuzco en mayo de 1781, en plena revuelta comunera. Por esos días en Francia, el rey Luis XVI, iniciaba el conteo regresivo hacia la disolución de su poder, que en 1789 pasó a manos de una Asamblea, y después a la revolución y a la guillotina.

Fue un momento de ruptura mundial que, en la Nueva Granada, tuvo el capítulo precursor de marzo de 1781, que con justicia ha sido resaltado por los historiadores. Ya se habían dado otras manifestaciones de inconformidad en Vélez, Simacota, Mogotes y Charalá, pero ese levantamiento de hombres y mujeres contra los impuestos de la corona española fue el anuncio de que había llegado la hora de pensar en una república. Y fueron las generaciones que asistieron al desenlace de esa rebelión comunera, las que abrieron el camino hacia la primera independencia.

En abril de 1783, un año después del sacrificio de José Antonio Galán en la Plaza Mayor de Santa Fe, se creó por decreto la Expedición Botánica de José Celestino Mutis. Bajo el pretexto de la instrucción científica y del conocimiento del inventario vegetal de la Nueva Granada, esta iniciativa se convirtió en la plataforma de pensamiento de promisorios herederos del siglo de las luces. Directa o indirectamente, el círculo de Lozano, Caldas, Torres, Zea, Nariño, Valenzuela, Vargas, en palabras de Neruda, “el árbol de los libres”. Los que luego se jugaron sus vidas por la república.

Con un momento crucial en el camino hacia el logro de ese objetivo. La publicación de los 17 artículos de la Declaración de los Derechos del Hombre, tomados de la revolución francesa, que Antonio Nariño hizo posible en 1793 a costa de su libertad. Por eso no pudo intervenir en los sucesos del 20 de julio de 1810 que terminaron en la primera república, pero sí la gobernó y tuvo que enfrentar la reconquista española en 1816, que impuso el régimen del terror. Esa generación que fue semilla de la independencia terminó en el patíbulo. Nariño se salvó porque estaba preso.

Sin embargo, el propósito de la república solo se dio después de un complejo proceso político en Europa que repercutió con mucha fuerza en América. Primero, a través de la revolución francesa que terminó en el desenfreno de Robespierre, Danton o Marat; y luego, cuando la guerra empezó a extenderse por el viejo continente, surgió el oficial Napoleón Bonaparte que primero fue cónsul y luego emperador del mundo. Tanto que extendió sus dominios hasta Egipto, y en 1808 invadió España con el objetivo de tomarse también Portugal y cerrar el Mediterráneo a la marina inglesa.

Al final no completó esa tarea porque los reyes de Portugal hicieron maletas y se trasladaron a Brasil, pero si prolongó su usurpación en España a través de su hermano José, a quien el pueblo conocía como “Pepe Botella”. Solo que, desde el primer día de la ocupación francesa, en España se desató una bien organizada resistencia. El artista Francisco Goya dejó para la posteridad el testimonio pictórico de la decisión del pueblo español a costa de su sangre. Además, empezaron a crearse las juntas supremas en los pueblos, para autoproclamarse independientes.

En ese contexto de crisis interna en España se explican los primeros movimientos independentistas en América. Las Juntas Autónomas de La Paz o Quito en 1809, las de Caracas, Buenos Aires, Santiago o Santa Fe de Bogotá en 1810. Al principio no fueron claras en su determinación de ruptura total con España. De hecho, algunas llegaron a hacer suyo el lema “Viva el rey, abajo el mal gobierno”. Pero cuando la corona española logró sacar a Napoleón en el año 1814, de inmediato armó una expedición para recuperar sus territorios en América, al mando del oficial Pablo Morillo.

En síntesis, el periodo que va desde la revolución de Los Comuneros en 1781 hasta la disolución de la primera república en 1816, con el fusilamiento de sus principales dirigentes, constituye un espacio de 35 años de intensa actividad política. Eso explica porque en 1819, hace 200 años, a pesar de las dificultades geográficas y del poderío de las fuerzas de la corona española, tuvo éxito la campaña libertadora orientada por Simón Bolívar y Francisco de Paula Santander, entre otros. La empresa militar que, en agosto de 1819, dio comienzo a la segunda y definitiva república.

 

 

Por Proyecto Bicentenario

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