Los talleres virtuales de las tejedoras de Mampuján en medio de la pandemia

Las mujeres del corregimiento de María La Baja, Bolívar, dictaron un taller dirigido a personas en confinamiento e inaugurarán una página web para vender tapabocas con apliques elaborados en tela antifluido.

María Paula Ardila / mpardila@elespectador.com
22 de mayo de 2020 - 09:00 p. m.
 Las Tejedoras de Mampuján se reúnen para elaborar tapabocas y buscar ingresos en medio de la pandemia. / Cortesía Juana Ruiz
Las Tejedoras de Mampuján se reúnen para elaborar tapabocas y buscar ingresos en medio de la pandemia. / Cortesía Juana Ruiz

“Nosotras lamentamos y nos duele pensar que en las grandes ciudades la gente está confinada. Muchas familias están pasando por momentos dolorosos, incluso algunos han perdido a sus familiares por la pandemia”, dice Janiris Pulido, una tejedora del corregimiento de Mampuján -municipio de María La Baja, Bolívar- que ahora, en medio de la emergencia sanitaria por el coronavirus, ha tratado de llevar a otros su experiencia de sanación a través de los telares.

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Porque fue a través de los dibujos, tejidos y colores que las mujeres de Mampuján encontraron una forma de conciliar el dolor, seguir resistiendo y, al mismo tiempo, construir memoria sobre la tragedia que les dejó el conflicto armado en el año 2000, cuando hombres del bloque paramilitar Héroes de Montes de María, comandado por Úber Enrique Bánquez -conocido como Juancho Dique y Édwar Cobos Téllez o Diego Vecino, llegaron al corregimiento, desplazaron a 240 familias y torturaron y asesinaron a 12 campesinos de la vereda Las Brisas.

Pasaron muchos años antes de que los habitantes de Mampuján pudieran volver a su tierra y otros tantos años más para que dejaran de sentir el miedo punzante de que su tragedia podía repetirse. El arte fue su bálsamo y el camino para resignificar su historia.

Y con la convicción de que tejer puede ayudar a otros de la misma forma en que les ha ayudado a ellas, realizaron esta semana el primer taller virtual “Arte y Memoria”. “El taller estuvo dirigido a la gente que está encerrada, para que a través de la tela logren expresar lo que están viviendo”, explica Juana Ruiz, tejedora de Mampuján.

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Desde María La Baja y entre el sonido de las chicharras, Janiris Pulido, Juana Ruiz y Paula López transmitieron en vivo para cerca de mil personas el proceso que hace 15 años Teresa Geiser, una predicadora estadounidense de la Iglesia menonita, les enseñó para sanar el corazón después del despojo. “Cuando uno supera sus traumas, puede ayudar a otras que han sufrido de la misma forma”, dijo Janiris.

Las Tejedoras de Mampuján han llevado sus aportes y experiencias en materia de reconciliación a zonas en las que el conflicto armado ha intentado romper el tejido social de la comunidad. “Hemos trabajado con personas que están buscando a sus familiares desaparecidos. También con jóvenes varones que en la guerra fueron abusados sexualmente y con miembros de la población LGBTI, que en medio del conflicto han sido violentados y humillados”, explicó Juana.

Esta vez el taller en vivo empezó con tapabocas bordados por ellas con las imágenes de las montañas y el sol de Mampuján. Sobre una hoja de papel, Juana dibujó una familia cerca de un río, con caracoles y peces navegando entre tonos azules. Luego, con retazos de tela y tizas de colores, Juana empezó a dibujar la silueta de una mujer vestida de amarillo que sostenía una cuchara de palo con la que prepararía un sancocho al borde de la corriente.

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“Nosotras decimos que los talleres son de sueños y sabores de paz, porque la gastronomía cumple un papel fundamental en el arte”, dice Janiris. A su lado, Paula empieza a coser lo que sería un campo lleno de flores y matices verdes. “Recuerdo que mi primera obra se trató de un trauma que me había marcado. Apenas empecé a dibujar, no podía parar de llorar. Pero sané y fui libre. Vivo feliz siendo parte de las tejedores y ahora sí me atrevo a hablar”, dijo.

En medio de la pandemia, respirando el calor de María La Baja y sentadas en un patio vestidas con gorros y batas, las tejedoras también se han reunido para coser tapabocas con apliques elaborados en tela antifluido. “Ya pasamos la página dolorosa y estamos utilizando estas obras de arte para generar ingresos. La verdadera construcción de la paz es cuando la gente tiene la posibilidad de tener comida en condiciones dignas. Hay una paz negativa cuando cesan las balas, pero hay hambre. Las mujeres tienen autonomía cuando generan ingresos y, por eso, la próxima semana vamos a inaugurar nuestra página web”.

Ana María Delgado, gerente de la Fundación BAT, que junto con la Procuraduría General de la Nación, la Gobernación de Bolívar y el Instituto de Cultura y Turismo de Bolívar (Icultur) apoyaron la creación del taller, explicó que se trata de alternativas para apoyar a los artistas. “Este taller es la continuidad de lo que venimos haciendo con las víctimas del conflicto armado en Bolívar. Estamos desarrollando estas actividades en redes sociales para estar vigentes y poder reconocer a nuestros artistas empíricos”.

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El taller de las tejedoras tuvo buena acogida y se prolongó por cerca de una hora. “Ella quedó como María Moñito, con el pelo parado”, dijo Juana entre risas mientras cosía el pelo de la cocinera que había dibujado al lado del río. El trabajo colectivo también es fundamental para la sanación, sobre todo en las comunidades afrodescendientes características por sus fuertes lazos sociales. Para ellas, por ejemplo, el poder reunirse con sus familiares y llorar a sus muertos en celebraciones colectivas son rituales que la guerra les arrebató. “Nosotros hacemos duelo colectivo. Tenemos nueve noches de dolor para acompañar al familiar del muerto. Pero en la guerra te prohíben llorar y enterrar a tus seres queridos. Lo que no podíamos expresar con lágrimas, lo decíamos en los telares”, dijo Juana.

Si quiere apoyar esta iniciativa puede ingresar a https://www.mujeresmampujan.com/, página web que será habilitada a partir de la próxima semana. También puede comunicarse con Juana Alicia Ruiz en la línea 314 895 5725.

Por María Paula Ardila / mpardila@elespectador.com

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