Giorgio Armani forjó su visión del mundo —y su estilo— en medio de la escasez y el miedo. Creció en Piacenza, al norte de Italia, durante la Segunda Guerra Mundial, donde los bombardeos eran parte de la rutina y vestir era un acto de supervivencia. La ropa se remendaba, se cosía en casa y se evitaba cualquier adorno superfluo. Esa estética impuesta por la necesidad marcó para siempre su identidad creativa: sobriedad, funcionalidad y elegancia sin excesos.
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Aunque en 1950 se trasladó a Milán para estudiar Medicina, pronto abandonó la carrera y se volcó al mundo de la moda. Comenzó como vendedor en los grandes almacenes La Rinascente, pasó por la casa Cerruti y, tras años de trabajo como diseñador independiente, terminó redefiniendo la elegancia del siglo XX.
En 1975 fundó su firma Giorgio Armani SpA junto a su amigo y socio Sergio Galeotti, quien murió una década después. “En una época marcada por la obsesión con el éxito financiero y la rigidez de los códigos de vestimenta, Giorgio Armani revolucionó la moda con una visión sobria y sensual”, cuenta William Cruz Bermeo, profesor de Historia de la Moda y el Vestir de la Universidad Pontificia Bolivariana.
A mediados de los años 70, el Rey Giorgio, como era conocido en Italia, comenzó a suavizar la sastrería masculina: rechazó los trajes rígidos de hombros armados y telas ásperas, para introducir su icónica chaqueta desestructurada, confeccionada con cachemira, sedas y lanas ligeras. “Este gesto liberó al cuerpo masculino de la dureza tradicional, ofreciendo una nueva sensualidad y comodidad”, agrega Cruz Bermeo.
Además, amplió el espectro cromático masculino, incorporando tonos cálidos y neutros sofisticados como beige y café. Poco tiempo después, decidió reinterpretar esa estética para las mujeres.
“Sus primeros desfiles femeninos, desde 1975, jugaron con siluetas inspiradas en la ropa masculina, aportando un aire andrógino que definió la década siguiente”, agrega el profesor.
Esa visión de la moda le dio el éxito. En 1979 recibió el Premio Neiman Marcus y el reconocimiento mundial llegó en 1982 cuando apareció en la portada de la revista Time con el titular “Giorgio’s Gorgeous Style”; además, celebridades como Richard Gere, Julia Roberts, Nicole Kidman, Beyoncé Knowles y Cate Blanchett han usado su ropa. Vogue también lo declaró “el hombre del momento”.
“Su estilo encarnaba el puente entre el anticonvencionalismo de los años 70 y la opulencia de los 80”, explica Cruz Bermeo. La periodista Judith Thurman resumió el aporte de Armani a la industria de la moda así: “Desarmó a los hombres y a su ropa sensualmente sin que perdieran sus atributos masculinos”.
El diseñador aseguraba que la estética de su estilo partía “de unas pocas líneas trazadas sobre el papel” y culminaba “en una imagen compuesta por unos pocos elementos combinados de forma sutil. Porque estoy convencido de que la simplicidad es fuerza. Lo simple nunca es el punto de partida, sino siempre el punto de llegada”. A eso se sumó el papel que jugó el cine en su trayectoria, especialmente Hollywood, que contribuyó a consolidar su nombre. “En American Gigolo (1980) los trajes Armani no fueron simples vestuarios, sino símbolos de una elegancia erótica, reconocibles de inmediato por el público como sinónimo de lujo discreto y seducción moderna”, dijo Cruz.
La empresa que comenzó en 1975 como un imperio minorista se transformó al punto de contar con 650 tiendas en el mundo, 8.700 empleados y ubicarlo como uno de los hombres más ricos del mundo, con un patrimonio neto de más de U$9.000 millones, de acuerdo con el índice de multimillonarios de Bloomberg. Además, abrió otras líneas de negocios como perfumes, restaurantes, hoteles y clubes.
Marcas como Armani Exchange y Emporio Armani le dieron ingresos a la compañía de US$2.700 millones en 2023, según los últimos reportes. Los analistas estiman que la empresa, que ahora pasará a manos de la fundación, podría tener un valor de 6.000 a 7.000 millones de euros.
“Giorgio Armani ha forjado una visión que se ha expandido desde la moda a todos los aspectos de la vida, anticipándose a los nuevos tiempos con extraordinaria claridad y pragmatismo”, recalcó la marca en el comunicado con el que se anunció la muerte del diseñador.
Con más de nueve décadas, piel bronceada, pelo blanco y vistiendo siempre de negro, estuvo activo hasta sus últimos días viviendo en su palacio milanés, desde el que dirigía su imperio. Sus prendas las han usado famosos, miembros de la realeza y equipos de fútbol, lo que también lo ubicaba como uno de los diseñadores con mayor prestigio. Nunca cedió a las presiones de los conglomerados y mantuvo su empresa independiente, pese a las transformaciones del sector del lujo.
“La elegancia no consiste en llamar la atención, sino en ser recordado”, decía el diseñador cuyo nombre quedará asociado para siempre a la industria de la moda no solo por transformar el armario masculino y femenino, y marcar la estética de finales del siglo XX con una elegancia clásica, sobriedad y minimalista, sino también por lograr, como pocos, un equilibrio entre la creatividad y el liderazgo empresarial.