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“Ángeles” y “demonios”: la región mostró todas sus grietas en la cumbre de Biden

La Cumbre de las Américas en Los Ángeles culminó esta semana con una idea clave para el futuro: hay que repensar el encuentro. La politización, la falta de trabajo previo y de actores claves imposibilitan la consagración de soluciones a los problemas continentales.

12 de junio de 2022 - 02:00 a. m.
El presidente Joe Biden puso la democracia en el centro de la discusión de la Cumbre de las Américas.
El presidente Joe Biden puso la democracia en el centro de la discusión de la Cumbre de las Américas.
Foto: AFP - JIM WATSON

“Fracaso”, “humillación”, “decepción” son algunas de las palabras con las que analistas y periodistas se han apresurado a calificar —incluso antes de su inicio— a la IX edición de la Cumbre de las Américas, celebrada esta semana en Los Ángeles, California. Y es que, mirando la superficie y el fondo del evento, resulta muy difícil referirse a este como un “éxito”. Sin embargo, ¿tienen razón en llamarlo fracaso? Esto fue lo que observamos.

Un problema de enfoque

No es fácil hacer un evento de este tipo, más aún cuando el historial no ayuda a que se vea con la altura que debería tener. La población en general hoy se acuerda más del famoso “¿Por qué no te callas?” que le soltó el entonces rey Juan Carlos de España al presidente venezolano, Hugo Chávez, durante la XVII Cumbre Iberoamericana, que de la Declaración de Quebec, firmada en la III Cumbre de las Américas, en la cual los líderes de la región se comprometían a la defensa de la democracia. Esto sucede porque los mecanismos de integración regional no han materializado los esfuerzos de estos encuentros en suscribir acuerdos conjuntos trascendentales para la población, unos que pueda sentir la gente. Ni siquiera la ampliación del libre comercio, uno de los objetivos de la primera cumbre, ha podido progresar como los gobiernos quisieran.

Hoy el intercambio comercial de México con los otros países de la región se redujo al 69 %, cuando hace tres décadas significaba el 82 % de su total, según el Banco de México. Esta ralentización del comercio entre las naciones americanas sucede mientras el intercambio con Asia se acelera de manera sorprendente. Todo devela la desconexión que hay entre las naciones americanas y que los mecanismos de integración no están funcionando como deberían. Los agentes exteriores, entretanto, están sacando provecho de esa falta de comunicación. China aumenta su interés por invertir en el hemisferio. Según el Consejo Chino para el Fomento del Comercio Internacional, América Latina y el Caribe es el segundo mayor destino para la inversión extranjera de China, con más de 2.700 empresas de capital chino operando en la región, especialmente en los sectores de infraestructura, transporte y energía.

Pero que no se haga un anuncio trascendental en la cumbre no es culpa de la propia reunión o de su anfitrión. La Organización de Estados Americanos (OEA) y otros foros regionales deberían trabajar todo el año para que al llegar a la cumbre se tengan objetivos mucho más claros en la agenda y la cumbre sea una excusa para presentar, de manera pomposa, las nuevas políticas conjuntas que adoptará el continente para que su población las conozca. Después de todo, ¿quién podría creer que, un espacio de cuatro días, con foros de menos de dos horas, podría conducir a una declaración que responda de manera transversal a los problemas de la región? Eso es extremadamente ambicioso. La cumbre, por su corta extensión, debe replantearse su misión: no es el lugar para que se tengan las grandes discusiones, sino para que se ultimen detalles y se comuniquen las decisiones. El fracaso, entonces, no es de la cumbre, sino de los foros previos a esta.

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El efecto Trump y la politización

Hay que sumar otro problema: la VII Cumbre de las Américas de 2015 en Panamá tuvo la mayor representatividad y se pensaba que iba a ser un nuevo arranque para el mecanismo, pero un año después Donald Trump llegó al poder, provocando un cambio político de 180 grados para todo el mundo. Trump ni siquiera asistió a la siguiente cita del hemisferio realizada en Perú, en 2018. Rafael Piñeros, profesor de relaciones internacionales en la Universidad del Externado, señala que nos seguimos preguntando si Trump fue el hiato y si Biden puede cambiar la situación. Pero es poco probable que Biden, por ahora, pueda cambiar el enfoque que el expresidente tomó, pues está condicionado por las próximas elecciones de medio término. Y esa es la razón por la que tuvo que excluir de la lista de invitados a países como Cuba, Nicaragua y Venezuela.

“Su partido es muy cauto porque puede perder su poder en las próximas elecciones del Congreso, por lo que invitar a Cuba y a Venezuela significaba plantear un desafío fuerte en estados sensibles”. Así, según el docente, la aproximación de Estados Unidos hacia la región está condicionada a factores internos. “Es más lo que pierde modificando la posición que adoptó Trump en su momento que manteniéndola”, agregó Piñeros.

Ahora bien, no hay que dejar de lado los intentos del mandatario estadounidense por hacer presencia en la región Asia-Pacífico. Aukus, el pacto militar entre Estados Unidos, Reino Unido y Australia, así como la reciente reunión entre Biden y la primera ministra de Nueva Zelanda, Jacinda Ardern, sin olvidar las acciones diplomáticas y de apoyo militar a Ucrania, muestran que la política exterior estadounidense no está centrada únicamente en América.

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“Aunque Estados Unidos forma parte del hemisferio y tiene distintos foros multilaterales para trabajar temas con los países latinoamericanos, como la Cumbre de las Américas y la OEA, su relación sigue siendo tensa, excesivamente politizada. China, por su parte, tiene una relación bilateral fluida con varios países de la región, pues no se enfoca en principios que dividen, como libre comercio, democracia y derechos humanos, y le va bien. Las relaciones con Estados Unidos están más condicionadas, por ejemplo, en materia de derechos sociales y libertad de expresión, lo que significa que el país norteamericano tiene que moverse de forma activa para balancear su participación en Asia-Pacífico y América Latina”, afirmó Piñeros.

Se trata, entonces, de una mezcla de varios factores que iban a conducir a que esta cumbre no fuera lo que mucha gente esperaba: el poco trabajo previo es notorio, las grietas que profundizó el expresidente Trump frente a la autoridad del mecanismo, la incidencia de otros actores en la región, como China, y que Estados Unidos, líder de la región, tiene otros frentes que atender. Por último, se suman los inconvenientes de las agendas internas y la politización del evento, las cuales llevaron a la exclusión de varios países, la misma que llevó a la ausencia de las potencias y críticas dentro del mismo foro.

Faltan actores, sobran protagonistas

Sin duda, la exclusión de Cuba, Nicaragua y Venezuela se tomó el protagonismo de la cumbre en los días previos a esta. Pero también se habló mucho de la posible ausencia de México y Brasil, los dos países que, además de tener un gran peso en cuanto al aspecto comercial, tienen un historial enorme sobre trabajo diplomático que se ha perdido tras la llegada de mandatarios populistas. Se esperaba mucho de ellos.

El presidente mexicano, Andrés Manuel López Obrador (AMLO), se escudó por su lado en la no invitación a Cuba, Nicaragua y Venezuela para no asistir a la cumbre. Detrás de este boicot hay diferentes razones, entre ellas que en las relaciones con el vecino país ya no tiene que lidiar con un líder como Trump y que México vive uno de los momentos más críticos en materia de violencia contra los periodistas y las mujeres, rasgos que podrían mostrar algunos quiebres en la democracia.

No es solo que durante sus intervenciones matutinas López Obrador haya atacado en reiteradas ocasiones a periodistas, ONG y movimientos sociales, lo que ha puesto la lupa sobre la corrupción y la vulneración a los derechos humanos, es también que más de 30 periodistas han sido asesinados entre diciembre de 2018 y mayo de 2022, y que entre enero y marzo de este año se registraron 229 presuntos feminicidios en el país, una problemática que el caso de Debanhi Escobar puso en el centro de la discusión pública en varios países.

Según Piñeros, la posición de López Obrador frente a la Cumbre de las Américas responde más “al espejo retrovisor” desde el cual está leyendo la relación entre México y Estados Unidos. “El mayor desafío lo ve desde el espejo retrovisor, que fue Trump. Hoy puede tener una voz más crítica, se siente más libre, con respecto a lo que Estados Unidos hace. Él está presionando para que haya cambios, pues México cumplió un papel importante en la presidencia de la Cumbre de la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños (Celac) y ahora quiere desempeñar un papel de potencia, porque sabe que Brasil no lo está haciendo”. En otras palabras, AMLO sabe que está en posición de tomar “la sartén por el mango” y exigirle a su contraparte en Washington atenciones especiales, cosa que no sucedía durante su primera mitad de gobierno.

El presidente de Brasil, Jair Bolsonaro, también ha aprovechado su posición para someter a Biden. Según se supo durante la cumbre, la Casa Blanca accedió a que Biden tuviera una charla privada con Bolsonaro, aunque rechazó el pedido del brasileño para dejar los “temas espinosos”, como el cuidado de la Amazonia, fuera de la agenda. Esto molestó a Bolsonaro, quien poco antes de partir resaltó que aún “no estaba convencido de que Biden no le haya robado las elecciones a Trump”. Un golpe demoledor para la autoridad de Biden.

Para Arlene Tickner, de la Universidad del Rosario, es claro: el presidente estadounidense “ha sido rehén de la extrema derecha latina en el Congreso y del senador Robert Menéndez, demócrata solo en nombre, quien preside el Comité de Relaciones Exteriores del Senado. De ahí la decisión torpe de centrar la cumbre en las credenciales democráticas de los asistentes y no en los desafíos que enfrenta el hemisferio, lo cual ilustra que la tentativa de retornar a estrategias menos ideologizadas y más pragmáticas no se ha concretado”.

Al protagonismo innecesario de varios actores se suma la falta de voces esenciales en este encuentro. Pudimos evidenciar que la sociedad civil tiene cada vez menos peso en las reuniones y que su participación se enfrenta a barreras burocráticas que dificultan su inscripción.

¿Qué quedó de la cumbre?

Los anuncios no faltaron: la iniciativa Cities Forward busca empoderar a alcaldes y gobernadores en herramientas para abordar problemas urbanos y, por el otro, el Cuerpo de Salud de las Américas pretende mejorar la formación de 50.000 trabajadores de la salud en la región en los próximos cinco años. A esto se suma la Alianza Americana para la Prosperidad Económica, un plan que busca “reforzar la recuperación económica a largo plazo y aumentar la competitividad en Estados Unidos”.

A pesar de los problemas estructurales de la cumbre, de los condicionamientos políticos y de la misma politización, Piñeros dijo que no se puede hablar de un fracaso en el encuentro. “Hay situaciones que pueden alterar la dinámica de la cumbre. Hoy en día el tema de la migración está creciendo y el hecho de que los países expulsores de migrantes no hayan estado en el evento es un punto gris, una debilidad. Sin embargo, me alejo de señalar que la cumbre haya sido un fracaso. Siempre es bueno que los países se encuentren”.

Este es considerado un primer “paso de bebé” en un largo camino hacia la reintegración regional, que debe contar con un mayor compromiso de las naciones que la componen y, sin lugar a dudas, una mayor autocrítica. Hay países que son tratados como “demonios” y otros como “ángeles”. Los reproches a Cuba, Nicaragua y Venezuela no pueden convertirse siempre en el centro de la conversación, cuando hay abusos estructurales en todas las naciones. Juan Pablo Albán, miembro del Comité contra la Desaparición Forzada de Naciones Unidas, dijo que dividir a las naciones en “patitos bonitos” y “patitos feos” solo dificulta la consagración de un acuerdo regional.

En últimas, esta cumbre será recordada por su anuncio del viernes, en el que se citó la “Declaración de Los Ángeles”, firmada por 20 países, como el hito del evento. Es una hoja de ruta que habla, sobre todo, de planes que ya están en marcha para atender a la población migrante, como la regularización de migrantes en Colombia, y que deja mucho que desear en cuanto a un mecanismo de integración regional, que era lo que se esperaba.

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Estados Unidos, por ejemplo, se comprometió a ampliar hasta 20.000 su cuota de refugiados de las Américas para 2023 y 2024, con prioridad a los procedentes de Haití. Dijo que seguirá trabajando para prevenir “abusos” en la contratación de migrantes. Al inicio de la cita regional, la vicepresidenta Kamala Harris, además, anunció US$1.900 millones en inversión privada en el norte de Centroamérica para la creación de “oportunidades económicas”.

En todo caso, era muy fantasioso pensar que la cumbre iba a resultar en un gran plan para la población migrante, cuando uno de los protagonistas de esta problemática, Venezuela, no se encontraba en la mesa. El continente tiene mucho por aprender y corregir en los próximos tres años para que la siguiente cumbre no vuelva a ser considerada un “fracaso”.

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