Publicidad

Contra Ernesto Cardenal

En la época del Frente Sandinista para la Liberación Nacional, eran compañeros. Hoy son enemigos. Las declaraciones que el escritor dio en Paraguay dispararon el escándalo.

Javier Pardo Barreto
21 de octubre de 2008 - 09:16 p. m.

Daniel Ortega no perdona muchas cosas. El actual presidente de Nicaragua ha dejado de lado la amistad de la mayoría de sus compañeros de causa en el Frente Sandinista de Liberación Nacional (FSLN) por cada crítica que recibe de ellos. La mayoría coinciden en que Ortega traicionó los principios del sandinismo y se convirtió en todo lo que combatió hace tres décadas.

Entre los que Ortega parece que jamás perdonará está uno de los poetas nicaragüenses más reconocidos a nivel mundial: el sacerdote Ernesto Cardenal.

La historia de Cardenal como crítico de la corrupción en su país se remonta casi medio siglo. Después de estudiar en México, Nueva York, España y Suiza, volvió a Nicaragua en julio de 1950 y se unió a los manifestantes de la Revolución de Abril del 54 contra Anastasio Somoza García. Los resultados no fueron los esperados. El golpe de estado que pretendía falló y muchos de sus compañeros de lucha murieron víctimas de la dictadura.

Luego de ordenarse sacerdote retomó la causa contra la dinastía Somoza trabajando de cerca con el FSLN, esta vez para luchar contra el régimen de Anastasio Somoza Debayle. Ahí conoció a quien sería su amigo y compañero por muchos años, la persona por la que recibió un regaño público del papa Juan Pablo II y por el que fue destituido de la orden jesuita. Se hizo amigo de Daniel Ortega.

Desde entonces el matrimonio ideológico entre el poeta y el líder del sandinismo anduvo sobre ruedas. Cuando se posesionó como presidente, Ortega nombró al poeta como su Ministro de Cultura, desde donde promovió el alfabetismo de todas las etnias indígenas y de los nicaragüenses más pobres.

La relación cambió en 1994 cuando, según el mismo Cardenal, las ideas que compartían se fueron distanciando. Desde entonces, el escritor se convirtió en un crítico de los malos manejos que Ortega dio a todo lo que tuvo al frente. En 2006 escribió en un artículo: “¿Cómo creer a Daniel Ortega cuando grita que está con los pobres y se presenta en los barrios marginados en un Mercedes Benz? La gran gesta del FSLN y de miles de héroes y mártires ahora esté reducida al matrimonio de Ortega con Rosario Murillo”.

La gota que rebosó la copa de ira del presidente de Nicaragua fueron las declaraciones que Cardenal dio durante su visita a Paraguay como invitado a la posesión del presidente Fernando Lugo, a la que Daniel Ortega no asistió porque enfrentaba una crisis con organizaciones feministas, cuando la propia Ministra de la Mujer aseguró que si el mandatario no se reunía con las líderes del movimiento, ella renunciaría.

En Asunción, Cardenal fue recibido como un héroe, y cuando le preguntaron qué pensaba de Ortega, contestó: “Es un ladrón. En Nicaragua no hay nada de revolución, no hay nada de sandinismo, sólo traiciones”.

Al instante sus declaraciones fueron respondidas con un insólito hecho. A Cardenal se le congelaron todas sus cuentas bancarias por una acusación de injuria contra el empresario alemán Inmanuel Zerger de la que ya había salido inocente. Para muchos nicaragüenses y extranjeros, la condena “es un atropello y una venganza... Esta sentencia nada tiene que ver con lo jurídico y demuestra una vez más que la persecución a los intelectuales ha comenzado”, como declaró a la prensa la poetisa Vidaluz Meneses.

La resistencia del poeta no es solitaria. Lo apoya un sinnúmero de artistas a nivel mundial entre los que están los cantantes españoles Joaquín Sabina y Joan Manuel Serrat, el premio Nobel de Literatura portugués José Saramago, los escritores uruguayos Eduardo Galeano y Mario Benedetti, entre otros. Presidentes también lo han respaldado. Rafael Correa, mandatario ecuatoriano, dijo que Cardenal “no merece lo que está pasando”.

Hoy hay un movimiento en torno a Ernesto Cardenal y la libertad nicaragüense. Y desde Europa, de donde posiblemente nunca regrese a su Nicaragua, el poeta dice sentirse “triste porque pensé que los últimos años de mi vejez iba a pasarlos en paz y tranquilidad”.

Por Javier Pardo Barreto

Temas recomendados:

 

Sin comentarios aún. Suscribete e inicia la conversación
Este portal es propiedad de Comunican S.A. y utiliza cookies. Si continúas navegando, consideramos que aceptas su uso, de acuerdo con esta política.
Aceptar