Hasta que la memoria nos separe: los últimos testigos vivos de la Segunda Guerra Mundial

Luchó en la Segunda Guerra Mundial, volvió con trauma y a los 98 cumplió su sueño: graduarse. A los 101, su historia conmueve.

Camilo Gómez Forero
Ilustraciones: William Niampira
Sábado 24 de mayo de 2025

“No piensen en la edad”, dice Anthony Simone, “simplemente tomen la vida como venga.

El pasado abril cumplió 101 años y su historia no puede ser más interesante.

Hace parte del 0,5 % de los veteranos estadounidenses que pelearon en la Segunda Guerra Mundial que sigue con vida.

Poco a poco, la memoria viva de este gran evento que cambió al mundo hace 80 años empieza a apagarse.

“Los miembros de la generación que luchó en la guerra y triunfó pronto ya no podrán contar su propia historia”, dice el Dr. Michael Bell, director del Instituto Jenny Craig para el Estudio de la Guerra y la Democracia del Museo Nacional de la Segunda Guerra Mundial.

Pelearon unos 16,4 millones de estadounidenses y murieron en combate unos 400.000. En 2023 quedaban vivos 119.000 veteranos. Hoy hay poco más de 60.000.

Algunos, como Anthony, tuvieron que dejar la escuela para irse a luchar a Europa.

“Mi familia necesitaba dinero”, dijo. “Crecí durante la Gran Depresión, lo cual no fue fácil… Tuve que hacer lo que tenía que hacer”, agregó.

Entre 1940 y 1944, el número de estudiantes en escuelas secundarias públicas en EE. UU. disminuyó 1 millón.

Luego de caminar por Francia, peleó con la 14ª División Blindada en la Batalla de las Ardenas, el último intento de los nazis de detener a los ejércitos aliados que buscaban la libertad de Europa.

Las balas rozaban su cuerpo. Algunos de los muertos que vio eran sus mejores amigos. Hoy dice que no quisiera volver a vivir algo así.

Al volver encontró empleo de maquinista, un trabajo que realizó toda su vida hasta que se jubiló en 1991.

Tan pronto como volvió, encontró una mujer, Virginia, se casó con ella y tuvo dos hijos. También le dieron una medalla de bronce por su valentía.

Pero el infierno seguía en su cabeza, como en la de millones. En la noche tenía pesadillas: se despertaba gritando y le decía a su esposa que pensaba que lo iban a atacar por atrás.

Virginia, con mucho amor, lo abrazaba hasta calmar sus terrores nocturnos.

Se estima que alrededor del 30 % de los veteranos experimentaron síntomas de lo que hoy conocemos como trastorno de estrés postraumático (TEPT).

En 1947, casi la mitad de las camas en los hospitales de la Administración de Veteranos estaban ocupadas por soldados con heridas invisibles.

“Cuando me casé con ella, toda mi vida cambió”, dice él.

En mayo cumplieron 75 años de un feliz matrimonio. “Siempre te amaré hasta el día de mi muerte”, le dijo a su esposa.

Aunque ella lo complementaba y su familia lo llenaba de amor, él siempre sintió que le faltaba algo: “Quería ese pequeño trozo de papel que decía que se había graduado”.

Frente a una multitud de 100 personas, logró graduarse en la High School East como bachiller a los 98 años. Mostrándole al mundo que, aunque suene trillado, nunca es tarde para volver a empezar. Y que siempre habrá tiempo para cumplir los sueños que la guerra nos quita.

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