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El ejemplo de 15 jóvenes líderes que defienden a los migrantes

Convocados desde Colombia por Dejusticia, estos investigadores están en la primera línea del fenómeno social más dramático de la actualidad. Testimonios.

Nelson Fredy Padilla * / @NelsonFredyPadi
07 de noviembre de 2021 - 02:00 a. m.
De izquierda a derecha, primera fila: María Corina Muskus, de Venezuela; Gabriela Rosales Vigil, de El Salvador; Carolina Mosquera Vera, de Colombia; Eziwane Rosaline Raymond, de Nigeria, e Isabel Adriana García, de México. Segunda fila: Víctor del Vecchio, de Brasil; activista de Nicaragua; Ekin Su Birinci, de Turquía; Crystal Roberts, de Trinidad y Tobago, y Jengre Enock, de Ghana. Tercera fila: Eve Liswanisso, de Zambia; Nasrin Akter, de Bangladés; Natalia Ortiz, de México; Ximena Ortiz, de México, y Zulyani Evi, de Indonesia.
De izquierda a derecha, primera fila: María Corina Muskus, de Venezuela; Gabriela Rosales Vigil, de El Salvador; Carolina Mosquera Vera, de Colombia; Eziwane Rosaline Raymond, de Nigeria, e Isabel Adriana García, de México. Segunda fila: Víctor del Vecchio, de Brasil; activista de Nicaragua; Ekin Su Birinci, de Turquía; Crystal Roberts, de Trinidad y Tobago, y Jengre Enock, de Ghana. Tercera fila: Eve Liswanisso, de Zambia; Nasrin Akter, de Bangladés; Natalia Ortiz, de México; Ximena Ortiz, de México, y Zulyani Evi, de Indonesia.
Foto: / Fotos: Cortesía Dejusticia-archivo particular

Los quince becarios del octavo Taller Global de Investigación-Acción, escogidos por el Centro de Estudios de Derecho, Justicia y Sociedad (Dejusticia), no pudieron venir a Colombia desde cuatro continentes, pero nos conectamos de manera virtual en octubre. Estudiamos migraciones que atraviesan el caótico mundo de hoy, para buscar nuevas alternativas de narración y denuncia de un fenómeno que, según los organismos especializados de Naciones Unidas, afecta al menos a 281 millones de personas. (Recomendamos: Vinieron a Colombia los “millennials” que enfrentan la crisis climática).

Tomamos como referencia inicial el éxodo en Afganistán a través de los libros y testimonios de Nadia Ghulam, escritora afgana refugiada en España, para que vieran el proceso completo de una víctima del régimen talibán, desde su supervivencia hasta su nueva vida y sus métodos narrativos. Revisamos Los muchachos de zinc, sobre la invasión rusa a Afganistán, novela de Svetlana Alexiévich, Premio Nobel de Literatura 2015, y su técnica para contar desde los testimonios. Escribieron en primera persona sobre los casos de migración de los que han sido testigos.

Debatimos sobre la escritora nigeriana Chimamanda Ngozi Adichie y su ensayo El peligro de la historia única. Revisamos la metodología de Los cinco sentidos del narrador, obra del periodista polaco Ryszard Kapuscinski. Luego escribieron sobre migraciones desde la voz de los desterrados.

Revisamos textos de la Nobel de Literatura estadounidense Toni Morrison sobre el origen de los otros y la patria del extranjero errante. También del Nobel portugués José Saramago, como su ejercicio de ficción e identidad europea La balsa de piedra. Confrontamos las herramientas narrativas de la literatura con las posibilidades del periodismo y el activismo multimedia. Inspirados, trabajan en un proyecto individual que les permitirá denunciar desde sus países las violaciones de derechos humanos ligadas a migraciones y entre ellos se apoyarán para lograr una difusión global. Esto cuentan:

Eziwane Rosaline Raymond, Nigeria

“Solo acepté mi identidad negra cuando crucé las costas de África. Llegué a Alemania con grandes esperanzas de continuar mi educación y mi carrera en 2016. Tuve el primer choque cultural desde el aeropuerto a Núremberg mientras luchaba con mi equipaje en el tren. Las preguntas vinieron en forma de ¿de dónde eres? ¿Viniste por mar a Alemania? ¡Oh, eres de ese país!’. Me sorprendió que un programa de maestría internacional sobre derechos humanos no incluyera ningún módulo sobre poscolonialismo y derechos humanos. Desde ese punto, mi pasión por participar en el cambio de esta narrativa se hizo aún más fuerte”.

Ekin Su Birinci, Turquía

“Nació y creció en Siria, en un pueblo muy cerca de la frontera con Turquía. En 2011 se graduó de la universidad y su estudio fue Lengua y Literatura Árabe. Al mismo tiempo que se graduó, comenzó la guerra civil siria y visitó ciudades como Alepo, Damasco y Homs para ayudar a familiares y amigos, y ver la situación en todo el país. El 25 de mayo de 2012, cuando los helicópteros de guerra comenzaron a bombardear su aldea, decidió escapar de la guerra y de su país. Se fue a la frontera turca, que está a 14 km de su pueblo. En el automóvil estaban su esposa embarazada, su madrastra y diez niños del pueblo. De camino, se enteró de que todos sus tíos murieron a causa del bombardeo. Él y su familia lograron ir como refugiados a Turquía, pero quería volver a Siria y abrió una escuela para los niños que se quedaron en su aldea. Veían partes de cadáveres alrededor. Tiene dos hijos que nacieron en Turquía. Él y su familia obtuvieron la ciudadanía turca en 2018. Trabaja en proyectos de bienestar social como voluntario. Once de sus hermanos viven en Turquía y uno en Alemania, pero no planea ningún futuro en Turquía”.

Activista de Nicaragua (pidió reserva de identidad).

Jengre Enock, Ghana

Kayayei es la palabra que describe a las personas que transportan mercancías sobre la cabeza por una pequeña tarifa. A menudo se asocia con mujeres y niñas que suelen emigrar de las zonas rurales de Ghana a los principales pueblos y ciudades en busca de ‘pastos más verdes’. Los kayayeis no conocen sus derechos humanos fundamentales y carecen de vías para buscar reparación cuando se los violan. Suelen emigrar a ciudades sin un lugar de residencia digno. Viven y trabajan en mercados y áreas densamente pobladas y luchan para conseguir refugio, agua y buenos medios de vida. He interactuado con ellos y apoyarlos para que regresen con sus familias no es para ellos una opción”.

Crystal Roberts, Trinidad y Tobago

“Con un país de 1,3 millones de habitantes, las autoridades han estimado que hasta 60.000 venezolanos han llegado a Trinidad y Tobago en busca de una vida mejor. Dayana huyó en barco y entró ilegalmente por las Bocas del Dragón, una peligrosa vía fluvial conocida por el tráfico de personas, el narcotráfico, los naufragios e incluso la piratería y los traficantes sexuales. Se instaló en un salón como talentosa técnica de uñas mal pagada. Nos hicimos amigas. Durante mis pedicuras y manicuras, compartía conmigo fotos de su hija y su esposo en Venezuela, a quienes tuvo que dejar para buscar una vida mejor. Ahora trabaja en un bar durante la noche después de haber sido abusada verbal y físicamente en su anterior empleo. Espera algún día ahorrar suficiente dinero para que su esposo y su hija puedan vivir con ella”.

Eve Liswanisso, Zambia

“Mientras trabajaba en la mesa de ayuda legal en la prisión de mujeres de Lusaka, aparecieron dos damas somalíes escoltadas por cuatro oficiales de inmigración. Estaban cubiertas de pies a cabeza con ropa negra de mujer musulmana. Al día siguiente, se acercaron al escritorio legal y revelaron sus rostros. Con la ayuda de un intérprete de Somalia, logré entrevistarlas. Son hermanas y su madre había salido de Somalia siete meses antes hacia Sudáfrica para buscar atención médica para su hermano menor, que requería una cirugía para corregir la médula espinal torcida. Se quedaron con su abuela, pero ella murió hace tres meses. Un día, su vecino les trajo pasaportes falsos de Kenia y les dijo que las ayudaría a viajar a Sudáfrica para reunirse con su madre, con la condición de que trabajaran en los burdeles de Kenia durante un tiempo, a lo que se negaron, pero él las amenazó. Tuvieron que ir a Kenia durante un mes y luego a Tanzania. Fueron arrestadas junto con su vecino en el punto de control justo después de ingresar a Zambia. Él pagó y fue liberado. Hablé con un oficial y ellas pudieron comparecer ante el tribunal. Un magistrado decidió que debían permanecer en un refugio protector para mujeres vulnerables hasta que se localizara a su madre y pudiera venir a buscarlas, ya que son menores de 16 años. Todavía estamos buscando a su madre”.

Gabriela Rosales Vigil, El Salvador

“El contexto socioeconómico de la región centroamericana produce diversas causas migratorias, como si este fuera el caldo de cultivo perfecto para la pobreza y la exclusión. Las nacionalidades no suscitan ninguna diferencia entre los inmigrantes; emprender este viaje, dejar todo atrás y dirigirse al gran coloso norteamericano, con el objetivo de cumplir el mal llamado ‘sueño americano’. ¿Cruzar al otro lado? Sí. Muchos están allá. Mis padres, hermanos, primos, amigos... Sin embargo, no todos lo logran. Muchos pierden su vida, se enferman, se exponen a relaciones de poder del crimen organizado o confabulaciones estatales, cayendo en trágicas situaciones. Además, están los riesgos de cruzar el río Bravo sin ahogarse, o de caminar por días en los desiertos mexicanos y estadounidenses sin morir de sed y hambre, y sin mencionar la muy bien conocida bestia (el tren) que a más de alguno sus piernas amputó. Mi buen amigo Milton emigró en 2013, escapando de la violencia apenas terminaba su bachillerato. Le prometieron que allá todo mejoraría, que su vida sería perfecta. De pronto, hace dos meses, la soledad y el capitalismo voraz lo llevaron a quitarse la vida solo en su cuarto, como método eligió la asfixia. No sobrevivió como extranjero en un país donde nadie te quiere, donde te pueden matar por tu color de piel y donde tenés menos derechos por no haber nacido allí”.

Isabel Adriana García, México

“Rasha escucha o ve bombas, mira el fuego consumiendo los árboles de varias provincias de Siria, diariamente escucha en los noticieros historias y números de personas que se han quedado sin hogar, se encuentran desaparecidas o están muertas. Observa cómo las personas siguen llegando a Swaida, provincia de donde ella es originaria y que poco a poco se ha convertido en un santuario para familias refugiadas que se han visto afectadas por la guerra en ese país. La travesía de Rasha empezó migrando a Cuba al obtener una beca para estudiar la Licenciatura en Humanidades y Ciencias de la Educación; al concluir regresó a Siria para estudiar Periodismo en Damasco. Fue profesora de español y participó como voluntaria en la Media Luna Roja, de la Cruz Roja Internacional. Ahí comenzó su labor ayudando a niños y madres desplazados por la guerra. En Líbano ayudó a menores refugiados y, por una alianza con El Colegio de Sonora, en 2018 llegó a México. Vive en Hermosillo, estudia la situación de los niños migrantes y les da talleres. Lejos de los campos de refugiados en donde aprendió a ser ella, observa que en el mundo existen lugares parecidos pero que han tomado diferente nombre”.

Ximena Ortiz Ortiz, México

“A lo largo de mi activismo con comunidades migrantes he conocido historias que me han marcado personal y profesionalmente. Una de ellas es la de José Manuel Delgado, un mexicano originario del estado de Michoacán que vivió más de cuarenta años en Estados Unidos y que por una riña familiar fue detenido y deportado a un país que ya no conocía, donde su familia ya no estaba y en el cual su enfermedad degenerativa (problemas en los riñones) no podía ser atendida. Después de pasar varios años en un centro de detención en EE. UU., el Consulado de México en Washington lo motivó a firmar su deportación voluntaria con la promesa de que en México encontraría albergue y atención médica de primera calidad sin costo para su condición. Estando en la Ciudad México fue abandonado en un centro de rehabilitación para drogadictos y alcohólicos que dice tener las condiciones para atender a migrantes deportados, cuando en realidad no es así y se encuentra en condiciones inhumanas. Llegó a la organización en la que actualmente colaboro, Otros Dreams en Acción (ODA). Tratamos de buscar alternativas privadas para su atención médica y enfrentamos con él las trabas burocráticas para acceder a sus documentos de identidad. Pese a todo el esfuerzo, don José falleció tres meses después de su deportación por falta de diálisis y negligencia del albergue”.

Víctor del Vecchio, Brasil

“Adele es una mujer fuerte haitiana que nació en un pueblo cercano a la capital de su país, donde era profesora de matemáticas. En 2014, después de que cerraran la escuela local, se mudó a Puerto Príncipe en busca de nuevas oportunidades. La vida en la capital también era dura, y decidió sacar sus ahorros y emprender un viaje fuera del país. Fue de Puerto Príncipe a República Dominicana, luego a Ecuador y finalmente cruzó a Brasil. Trató de establecerse en el norte del país. Allí pasó unos meses trabajando y ahorrando dinero para viajar a São Paulo, donde podría tener más oportunidades. Aprendió portugués y consiguió trabajo como asistente administrativa. Siempre enviaba dinero para mantener a su familia, incluidas sus hijas que vivían con su madre y su hermana. Cuando tuvo ahorros voló de regreso a Haití y a su aldea, donde ayudó a renovar la escuela. Ahora, de nuevo enseña allí, su hija es su alumna y muchos jóvenes se benefician”.

Nasrin Akter, Bangladés

“Lana se casó cuando tenía 16 años. Tiene cuatro hijos: dos varones y dos niñas, y solían vivir junto al río, donde los niños nadaban y pescaban. Los tres hijos mayores habían estudiado. La situación en la aldea se volvió muy peligrosa, lo que obligó a su esposo a huir y buscar refugio. Más tarde, su padre fue asesinado por los militares y su casa fue incendiada. Lo perdieron todo. Lana sobrevivió a muchos tiroteos, aunque sufrió heridas en brazos y piernas. Ella y sus hijos fueron obligados a partir hacia Bangladés por el ejército de Myanmar, en agosto de 2017. Viajaron por el río, pagando 9.000 kyats (unos US$6) por persona junto con otros cuatro adultos. Atravesaron más de veinte montañas y cuando llegaron no tenían refugio. El ejército les proporcionó residencia en el campamento 1 de Kutopalong, Cox Bazar. ‘Los militares mataron a mi padre, quemaron mi casa. Tuve que dejar mi tierra. Perdimos nuestra propiedad. Robaron la dignidad de mis hermanas de Myanmar y violaron a muchas mujeres. Fueron los militares de Myanmar los que nos obligaron a venir’, dice. ‘Llamaron a los musulmanes kallas (negros) y solían decirnos que todos tendríamos que ir a Bangladés algún día. No entendía de qué estaban hablando, pero ahora comprendo que quieren destruirnos, forzarnos al exilio, ocupar nuestras tierras, nuestra propiedad. Esto nos ayuda a conocernos a nosotros mismos para que podamos encontrar las soluciones a los problemas y, con suerte, volver a nuestro propio país algún día’, concluye”.

María Corina Muskus: Venezuela

“Andrea, una profesional con estudios universitarios y un bebé recién nacido, estaba luchando en Venezuela. Su salario no le alcanzaba para comprar nada con la inflación acelerada del país, con un salario mínimo en el 2017. No podía comprar anticonceptivos, porque era imposible conseguirlos. Cuando podía acceder a alimentos, después de hacer largas filas en los supermercados, priorizaba la alimentación de sus dos hijos. A veces comía una vez al día. En un año, perdió casi quince kilos. Como otros cinco millones de venezolanos, decidió huir del país en 2017. Salió de Venezuela con miedo y esperanza, junto a su esposo, en un autobús porque no le alcanzaba para un tiquete de avión. En Colombia no le fue bien, se gastó todos sus ahorros, así que continuó su ruta migratoria por Ecuador a pie y en bus. Después de 2.500 km de camino, expuesta a los riesgos que conlleva ser mujer, incluida la violencia sexual, llegó a Quito. Gracias a un título universitario y una excelente actitud, Andrea es ahora consultora en medicación de impacto, contratada por otra venezolana, y es parte de una red de mujeres venezolanas migrantes”.

Natalia Ortiz, Guatemala

“‘¿Qué hace un sociólogo?’. Es la pregunta que le hicimos a uno de nuestros facilitadores en 2007. Un grupo de jóvenes, que estábamos estudiando para convertirnos en maestros de primaria, participamos en un curso de Flacso sobre Pedagogía de la Participación. El objetivo era generar herramientas y procesos de enseñanza y aprendizaje enfocados en prácticas más democráticas y participativas, en seguimiento a los Acuerdos de Paz que Guatemala había firmado once años antes. Tenía 17 años y, como mis compañeros, tenía muchas ansias por aprender y principalmente por ser escuchada. Ya no recuerdo su respuesta, pero sí recuerdo que quedé fascinada con el trabajo que podía hacer en temas de educación, derechos humanos y cultura de paz. Gracias a eso, trabajo desde hace cinco años en el Instituto Centroamericano de Estudios Sociales y Desarrollo (Incedes) en procesos de investigación relacionados con las dinámicas migratorias en Guatemala”.

Zulyani Evi, Indonesia

Licenciada en Humanidades de la Universidad de Sabelas Maret. Actualmente, es la responsable de datos y publicaciones en Migrant Care, organización de la sociedad civil cuyo objetivo es mejorar las condiciones de los trabajadores inmigrantes de Indonesia. Sus intereses se enfocan en la migración desde el derecho a la información.

Carolina Mosquera Vera, Colombia

“Desde niña, mi hermana Nataly tuvo como pasatiempo cantar y el aprendizaje de idiomas, así ganó numerosos concursos musicales incluso al llegar a la Universidad del Cauca, de la que egresó como ingeniera agropecuaria en 2011. En ese momento y con 24 años se encontró en la ciudad blanca y colonial, que no ofrecía ninguna oportunidad de empleo para las jóvenes trabajadoras. Se fue como docente a uno de los municipios más afectados por la guerra: Argelia, Cauca. Allí trabajó en medio de dificultades de orden público y confrontaciones entre grupos armados guerrilleros y la fuerza pública. Entre 2011 y 2013 fue docente en corregimientos como El Mango, en Argelia. Sin embargo, los riesgos derivados de la guerra y de enseñar incluso en horarios nocturnos la llevaron a decidir buscar nuevas oportunidades laborales. En 2013 presentó una audición que marcaría el inicio de una nueva migración. Gracias a un amigo de su tío, le ofrecieron la posibilidad de viajar como cantante a Dubái, (Emiratos Árabes). Sus temores no eran menores. ¿Era una propuesta segura? ¿Se trataba de alguna estafa o trata de personas, como suelen hacer con mujeres del sur global? Las condiciones económicas de la familia no daban espera y Nataly decidió migrar”.

* Editor de El Espectador, profesor invitado al Taller Global para dictar el taller de géneros periodísticos y literarios.

Por Nelson Fredy Padilla * / @NelsonFredyPadi

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