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De rutinaria a histórica y decisiva: así concluyó la cumbre de la OTAN

El encuentro, asignado a Madrid para celebrar el aniversario número 40 de la entrada de España como aliado en la OTAN, se ha convertido, por el giro total de la geopolítica que ha supuesto la invasión Rusia a Ucrania, hace tan solo unos pocos meses, en una de las más históricas e importantes desde su fundación, en abril de 1949.

Mario Luzón Blasco / Madrid, España
01 de julio de 2022 - 05:00 p. m.
El ministro de exteriores de Turquía, Mevlüt Çavusoglu; el secretario general de la OTAN, Jens Stolteneberg; el presidente turco, Recep Tayyip Erdogan; el presidente de Finlandia, Sauli Niinisto, y la primera ministra sueca, Magdalena Andersson, tras la firma de un acuerdo para el acceso de esos países nórdicos a la Alianza Atlántica.
El ministro de exteriores de Turquía, Mevlüt Çavusoglu; el secretario general de la OTAN, Jens Stolteneberg; el presidente turco, Recep Tayyip Erdogan; el presidente de Finlandia, Sauli Niinisto, y la primera ministra sueca, Magdalena Andersson, tras la firma de un acuerdo para el acceso de esos países nórdicos a la Alianza Atlántica.
Foto: EFE - Kiko Huesca

El jueves concluyó la Cumbre OTAN 2022, en Madrid, España. Las delegaciones de los 40 países presentes ya han abandonado las instalaciones de IFEMA y la summit empieza a formar parte del pasado. Se trató de un evento que ha supuesto el mayor despliegue de seguridad de la historia de España, que ha llenado de incomodidad durante dos días la vida cotidiana de los madrileños, pero que ha tenido una organización perfecta, funcionado como una máquina magníficamente engrasada y que por ello ha relanzado el prestigio de España a nivel mundial. El reto era muy grande, dadas sus cifras estratosféricas: 10.000 efectivos policiales, 54.000 metros cuadrados de superficie para el evento, US$53 millones de coste total, 30 jefes de Estado, 5.000 invitados, 1.500 periodistas, 14 salas de prensa, 45 delegaciones nacionales…

La cumbre, asignada a Madrid para celebrar el aniversario número 40 de la entrada de España como aliado en la OTAN, se ha convertido, por el giro total de la geopolítica que ha supuesto la invasión Rusia a Ucrania, hace tan solo unos pocos meses, en una de las más históricas e importantes desde su fundación, en abril de 1949. En Madrid se han marcado claramente las líneas de la Alianza en los próximos 10 años, y se ha dado un mensaje claro y diáfano: “Se defenderá cada centímetro del territorio de todos sus miembros”. Esa ha sido la frase más repetida en la Cumbre, junto a “El mundo es, hoy, un lugar más inseguro y peligroso”.

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Pese a lo exhibido de cara a la galería, y tal y como suele ocurrir en eventos de este nivel, todo estaba negociado y acordado previamente, exceptuando la aceptación de Turquía de no vetar la adhesión de Suecia y Finlandia a la OTAN, un movimiento que el país presidido por Erdogan no veía con buenos ojos por sus discrepancias con el tratamiento dado en los países nórdicos al conflicto kurdo. Este tema fue prácticamente el único que de verdad se negoció, y durante las primeras horas de la Cumbre. Las únicas caras tensas que se vieron durante los dos apacibles días del encuentro tuvieron lugar en la entrada de las delegaciones de los tres países junto al secretario general, Jens Stoltenberg, en la reunión para tratar la mencionada ampliación y la no aplicación de veto turco.

En Madrid, la OTAN ha pasado de considerar a Rusia (en la Cumbre de Lisboa celebrada en 2010) como ‘socio estratégico’ y de ni nombrar a China a definir a Moscú como “la amenaza más importante y directa para la seguridad de los aliados y para la paz y la estabilidad” y a referirse a Pekín así: “Las operaciones híbridas y cibernéticas de la China y su desinformación perjudican a la seguridad de la Alianza. China busca controlar sectores tecnológicos clave, infraestructuras críticas y materias estratégicas. Supone un reto para los intereses, valores y seguridad de los aliados”, según el comunicado final. Pocas veces se han visto en foros oficiales internacionales unas declaraciones tan duras y claras.

Una OTAN que en su día definió el presidente francés Emmanuel Macron como “enfermo en estado de muerte cerebral” y a la que el errático presidente Donald Trump dio casi el tiro de gracia al exigir a todos los aliados que cumplieran con sus aportaciones se ha transformado en una asociación atractiva e indispensable para cobijarse del “mal tiempo geopolítico” que sufren actualmente las democracias occidentales.

Así las cosas, la alianza militar más potente del mundo y de la historia de la humanidad ha decidido reforzar su flanco este, con “fuerzas sólidas y preparadas para el combate, ampliando los actuales batallones desplegados en ocho países de la zona (Estonia, Letonia, Lituania, Polonia, Rumanía, Bulgaria, Hungría y Eslovaquia)”. Se concretará desplegando de forma permanente en Rumanía una brigada rotatoria de 3.000 militares, se reforzará la fuerza aérea del Báltico, se incrementarán las defensas antiaéreas en Italia y Alemania, se incorporarán dos nuevos escuadrones de F-35 en el Reino Unido, y más.

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Otra importante medida acordada es la exigencia del cumplimiento del ratio de inversión en defensa y seguridad de sus países miembros, fijado en el 2 % del PIB. Se trata de algo que la mayoría de los países evitaba (hoy día, tan solo la cumplen 9 de 30), pero que, dado el actual momentum mundial, no va a ser una meta tan complicada de conseguir, aunque sea de forma progresiva.

En los acuerdos finales, se recoge una insistente reivindicación española, en cuanto a referirse directamente al Norte de África como una zona para vigilar intensamente: “Los conflictos, la fragilidad y la inestabilidad en África y el Oriente Próximo afectan directamente nuestra seguridad y la seguridad de nuestros socios. Los vecinos del sur de la OTAN, particularmente Oriente Medio, el norte de África y las regiones del Sahel, afrontan desafíos en seguridad, demografía, economía y política, a los que hemos de responder”.

Asimismo, los ataques informáticos se equiparan a ataques militares: “Un solo ataque o una serie acumulada de actividades cibernéticas maliciosas, u operaciones hostiles hacia, desde o dentro del espacio, podrá alcanzar el nivel de ataque armado y puede llevar al Consejo a invocar el artículo 5 del Tratado del Atlántico Norte”, solicitando a la OTAN su intervención directa para defenderse del ataque. Se ahonda aun más en este punto, otra vez mirando hacia Rusia y China, diciendo que “los actores autoritarios llevan a cabo actividades maliciosas en el ciberespacio, promueven campañas de desinformación, instrumentalizan la migración, manipulan el suministro de energía y utilizan la coerción económica”.

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Finalmente, no se olvidan de la amenaza del terror: “El terrorismo, en todas sus formas y manifestaciones, es la amenaza asimétrica más directa para la seguridad de los nuestros ciudadanos y para la paz y la prosperidad internacionales. Estos grupos pretenden atacar o inspirar ataques contra los aliados”.

El protagonista de la cumbre, pese a no ser miembro, Ucrania, estuvo presente en forma de intervención telemática de su presidente, Volodimir Zelenski. Vestido con atuendo militar, recordó a los 40 jefes de Estado que todos los días civiles inocentes mueren bajo las bombas a no tantos kilómetros de la capital española. Pidió armas y dinero para defenderse de Moscú, recordando que “la distancia entre Kiev y Madrid es menor que el alcance de los misiles que está usando Rusia contra nosotros”, e insistiendo en que en su país “se está jugando el futuro del orden mundial”.

En su rueda de prensa, que prácticamente cerró la Cumbre, el presidente estadounidense, Joe Biden, ‘bendijo’ los acuerdos alcanzados, lanzó un mensaje contundente a las actuales y futuras naciones amenazantes, y quiso tranquilizar a sus países socios, y al mundo en general, dejando claro que el país norteamericano no iba a dar un solo paso atrás, y que iba a asumir su papel de primera potencia mundial.

Como decíamos al inicio, las 40 delegaciones nacionales están emprendiendo el camino de vuelta a sus respectivos países, seguramente más tranquilas y reconfortadas tras la firma de una hoja de ruta para la próxima década en la que la OTAN ha lanzado un claro y duro mensaje a sus enemigos actuales y posibles futuros: se va a defender decididamente y sin dudar a todos los países miembros de cualquier amenaza a su integridad.

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Por Mario Luzón Blasco / Madrid, España

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