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Guerra en Ucrania: ¿una narrativa que nadie entiende ni sabe explicar?

Desde el exilio, este periodista ruso cuenta cómo se fue deteriorando la libertad de expresión en su país, del que huyó tras salir a protestar en contra de la invasión iniciada por Putin en febrero de este año.

María Alejandra Medina
02 de agosto de 2022 - 02:00 a. m.
Viacheslav Dvornikov es periodista, corresponsal de "The Bell". / Jose Vargas - El Espectador
Viacheslav Dvornikov es periodista, corresponsal de "The Bell". / Jose Vargas - El Espectador
Foto: JOSE VARGAS ESGUERRA; El... - JOSE VARGAS ESGUERRA

Viacheslav Dvornikov es ruso y es periodista. Actualmente se desempeña como corresponsal de The Bell, un medio independiente ruso especializado en economía.

Se mudó a Ucrania en 2014, cuando se hizo evidente que ese país “se empezaba a mover en una dirección proeuropea y hacia la democracia”. Rusia, mientras tanto, anexaba a Crimea, una maniobra a la que la Asamblea General de Naciones Unidas reaccionó defendiendo la integridad territorial de Ucrania.

Allí, Slava (su nombre abreviado) inició un proyecto relacionado con su otro gran interés, aparte del periodismo: la educación. “Fue inspirador hacer mis actividades políticas allí en lugar de llevarlas a cabo en Rusia”, dice.

En 2017 regresó a su país a desempeñarse como editor de InLiberty. En 2021, año en que ingresó a The Bell, Rusia expedía la ley de agentes extranjeros, etiqueta que fue puesta sobre el medio en el que hoy, desde el exilio, se desempeña como corresponsal.

Estuvo en Colombia gracias a un apoyo de emergencia ofrecido por la ONG sueca Civil Rights Defenders, con presencia en más de 20 países, en cuatro continentes, donde hay violaciones a los derechos humanos, gobiernos antidemocráticos, cierre de espacios cívicos y persecución a manifestaciones de la sociedad civil.

Slava salió huyendo de Rusia en marzo de este año, justo después de la invasión a Ucrania. Él estuvo entre los ciudadanos que salieron a las calles a protestar en contra de la ofensiva. La exposición lo puso en riesgo; mientras tanto, el acceso a las fuentes es cada vez más difícil por el miedo que, dice, tiene la gente a expresarse. En esta entrevista nos cuenta más sobre las libertades y el acceso a la información en su país.

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¿Por qué se fue de Rusia?

Los medios independientes han estado en un nuevo nivel de peligro desde el comienzo de la invasión porque en marzo entró en vigor una nueva ley, supuestamente contra las fake news, que dice que solo puedes citar la posición oficial del gobierno ruso en lo relacionado a la guerra. De hecho, no se puede decir “guerra”, sino “operación especial”. La sentencia mínima bajo esta ley son 15 años de cárcel, que es mucho. Muchos periodistas y activistas se han ido, otros se han quedado, pero están en peligro y usualmente no firman sus artículos.

Y vivió en Ucrania un tiempo…

En 2014 fui a Ucrania, en enero, mientras se desarrollaba la revolución del Maidán. Empezamos un proyecto educativo sobre clásicas ideas liberales. Queríamos con este proyecto cubrir Ucrania, Rusia y Bielorrusia, pero Kiev parecía el lugar menos peligroso para estar en comparación con Moscú. Con el proyecto publicamos libros, hicimos conferencias. Viví cuatro años allá y volví a Rusia para trabajar en proyectos educativos y luego volví a los medios.

Entre 2018, cuando usted ya había vuelto a Rusia, y hoy, ¿cómo se han ido transformando las condiciones para el goce de las libertades individuales en el país?

En 2021 se expidió la ley de agentes extranjeros, que implica poner una etiqueta en los medios, periodistas y oenegés, no solo con la connotación negativa que tenía en la Unión Soviética, pues era la etiqueta para los colaboradores de Occidente, sino que significa para los medios que los anunciantes más grandes no querrán pautar. Es un instrumento de presión para los medios, y hay una segunda etiqueta que es peor, porque puede implicar ser puesto en prisión directamente.

Después del 24 de febrero (día de la invasión) salimos a las calles a protestar por tres días. Sentíamos que podíamos influenciar o que al menos debíamos intentar hacer algo, pero las protestas en la calle en Rusia son algo peligroso, porque no solo hay problemas de libertad de expresión para los periodistas, sino para todo el mundo. La tendencia venía mal, hace 10 años salías a protestar y podías pasar 15 días en prisión o te ponían una multa; no era la gran cosa, pero en ese momento sí lo parecía. Las personas tienen miedo de salir a las calles en Rusia, por eso no vemos grandes protestas, ahora no hay.

¿Por qué vino a Colombia?

Estuve también en Georgia. Muchos activistas y periodistas se han ido para allá porque es cerca (de Rusia), pero la situación está empeorando. Entre Georgia y Rusia hubo una guerra en 2008. La sociedad en general no es prorrusa, pero para el gobierno actual, Rusia es un gran aliado comercial, entonces quieren balancear el interés económico y la presión social que no quiere que haya una conexión significativa con Rusia. El gobierno no deja que algunos periodistas y activistas vayan porque no quieren que el gobierno ruso venga y les pida que los envíen de nuevo.

¿Qué les dice a las personas que consideran que Rusia tiene razones para justificar la invasión a Ucrania?

Empezaría mostrando los índices globales de percepción de las democracias: los países más favorables a Rusia son China, India y países con regímenes no democráticos. También podría decir que siendo un ruso y viviendo en Ucrania nunca he visto vibras nacionalistas, porque lo primero en la narrativa rusa es que Ucrania es un estado nacionalista. Solo un poder nacionalista llegó a tener representación en el parlamento; los nacionalistas no tienen influencia en la política de Ucrania. Lo segundo es la “desmilitarización”. En Ucrania arrancó un conflicto en 2014 en el Donbás. Antes de que Rusia se involucrara no había conflicto militar. Por otro lado, Serguéi Lavrov (canciller ruso), en entrevistas que ha dado, no sabe explicar qué significa eso de “desmilitarización”. La propaganda rusa desde antes de la guerra, también con eso de “desnazificar”, ha tratado de construir una narrativa que no se sabe bien qué significa.

Hemos visto sondeos en Rusia que muestran un apoyo de la ciudadanía a la invasión. ¿Qué tan confiables diría que son esas mediciones?

Hoy en Rusia tienes que decir tu posición al respecto. Antes podíamos no expresar opiniones sobre temas sensibles, ahora necesitas expresar que lo apoyas o tendrías problemas. Las personas que no apoyan (al Gobierno) preferirían no expresarlo porque podrían ser perseguidos, y las encuestadoras generalmente son vistas como representantes del Estado, que sabrán mi número y podrían entregar esa información al Estado, podría ser perseguido, perder mi trabajo, etc. No tomaría esos resultados en serio. En Rusia tenemos tres firmas encuestadoras: dos son del Estado, no son realmente independientes; la tercera es un “agente extranjero”. Ha habido activistas tratando de hacer encuestas y llegan a la conclusión de que muchas personas no quieren hablar; creo que eso muestra indirectamente que las personas tienen miedo de expresarse.

¿Cómo son las condiciones para el acceso a la información en Rusia?

Los medios independientes, como Meduza, han sido bloqueados. Mis amigos, familia y personas que conozco en las ciudades grandes saben cómo usar una VPN, así que tienen acceso a la información y entienden lo que está pasando, pero no soy tan optimista sobre las personas en Rusia en general. Mucha gente afuera de Moscú usualmente ve televisión, que está llena de propaganda, desde el inicio de la guerra aumentaron el tiempo de programas políticos llenos de propaganda. Eso venía de tiempo atrás, pero ahora es más directo.

Usted dice que Rusia no sabe bien cómo explicar los motivos de la invasión…

Sí, necesitan construir una narrativa alrededor de esto, tienen dificultad explicándolo. El problema es que un tercio de los rusos tienen familia en Ucrania. Conozco muchas historias de personas que les contaban por teléfono a sus familiares que estaban siendo bombardeados, pero la propaganda dice que es Ucrania bombardeando a la misma Ucrania, y la gente no les cree a sus familiares, que lo están viviendo en su propio suelo, le creen a la propaganda. Creo que en el futuro será un caso de estudio interesante.

Pero lo preguntaba porque también se dice que ni el propio Parlamento sabe cuáles son los planes de Putin. ¿Se sabe para dónde va esto?

No creo, hay investigaciones con fuentes de adentro que dicen que el círculo interno de Putin se ha vuelto cada vez más pequeño. Tiene pocas personas con las que habla, son principalmente de las fuerzas militares, personas del Ministerio de Defensa, gente que le pueda reportar sobre el campo de batalla. Pero nadie sabe cuál es su plan; él piensa en la guerra y no en las consecuencias de la guerra para la gente y para la economía. Es impredecible decir qué hay en la cabeza de un hombre. Es un sistema que fue construido hace muchos años, pues todas las personas que estaban en descuerdo con él fueron removidas.

¿En qué es distinto el Putin de hoy al de hace 10 años, cuando fue reelegido?

Hace 12 años era primer ministro, pero todo el mundo pensaba que era Putin el que tomaba las decisiones. En 2011 había esperanza de que Medvédev se quedara en el poder, pues era visto como más democrático en ese momento, pero entonces dijo que no iba a ser presidente y que Putin iba a ser candidato. Todos entendieron que Rusia se volvería un estado menos democrático. Desde entonces, Putin, según lo que dice la gente, cree que es una figura histórica para Rusia, que hubo un tiempo en el que perdimos territorio y es momento de que lo recuperemos. Quiere entrar a la historia como la persona que está recobrando ese territorio. El crecimiento económico de los 2000 le permitió reconstruir el Ejército. Cuando anexó Crimea, Occidente impuso sanciones, pero no fueron tan grandes como podrían haber sido. Putin entendió que podía hacer más para anexar territorios. Mientras envejece piensa cómo será recordado; todo esto con una mentalidad del siglo XIX: mientras más territorio, mejor para el país.

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