Las heridas abiertas entre Polonia y Alemania tras la Segunda Guerra Mundial

Un 1° de septiembre, pero de 1939, las tropas de la Alemania nazi invadieron Polonia y dieron inicio formal al conflicto bélico más sangriento del siglo XX. Ochenta años después de su origen, los polacos todavía reclaman a los alemanes una reparación acorde a los daños sufridos por su país, que fue el más afectado de la guerra.

Jesús Mesa / @JesusMesa
01 de septiembre de 2019 - 02:00 a. m.
Las heridas abiertas entre Polonia y Alemania tras la Segunda Guerra Mundial

Como casi todas las conflagraciones, la Segunda Guerra Mundial empezó con una gran mentira. “Esta noche, soldados regulares polacos han disparado por primera vez contra nuestro territorio”, anunció el canciller alemán Adolf Hitler el 1° de septiembre de 1939 frente al Reichstag alemán, al tiempo que ordenaba a su ejército a contrarrestar “la amenaza polaca”.

Pero todo fue un montaje. Un día antes, el 31 de agosto de 1939, en el marco de la Operación Himmler, media docena de miembros de las SS —la policía secreta alemana— fingieron ser alborotadores polacos y se tomaron por la fuerza la emisora de radio de Gleiwitz, una población polaca que entonces hacía parte del territorio alemán. Los soldados dieron de baja a tres empleados, abrieron los micrófonos y lanzaron violentas proclamas en contra de Hitler y el Tercer Reich. Uno de ellos decía: “¡Atención! Esto es Gleiwitz. La emisora está en manos polacas”.

Hitler tuvo así su justificación para iniciar un conflicto que venía fraguando hace tiempo, cuando se aseguró de que la Unión Soviética, tras el pacto Ribbentrop-Molotov, no intervendría en su objetivo de hacerse con un sector de Polonia. A partir de ahí, las fuerzas alemanas desplegaron su “guerra relámpago”, lo que les permitió conquistar fácilmente un país abandonado por sus aliados (Reino Unido y Francia) y a controlar gran parte de Europa, especialmente entre 1941 y 1942, años del apogeo nazi.

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Ochenta años han pasado y las heridas que dejó la Segunda Guerra Mundial en Polonia permanecen abiertas. Hoy, en el país hay unas 450.000 personas que vivieron la guerra en primera persona. Todos tienen historias dolorosas que contar. El terror nazi asoló el territorio polaco desde el inicio de la guerra. Todos los días había ejecuciones y deportaciones. La gente se moría de hambre.

Varsovia, la capital, reunía en aquel tiempo la mayor comunidad judía de Europa: casi un tercio de los 1,3 millones de sus habitantes profesaba esta religión. En 1940, los nazis construyeron guetos para los judíos del país y, de repente, se encontraron confinados en un espacio reducido, aunque el gueto solo fue una parada en su destino, ya que se deportó a la mayoría al campo de exterminio de Treblinka. En 1943, poco antes de que el gueto fuera disuelto para transportar a todos sus habitantes a Treblinka, se produjo una desesperada rebelión en sus calles. Lamentablemente, concluyó sin éxito.

De hecho, los polacos siguen recordando la Segunda Guerra Mundial con una mezcla de angustia y orgullo, y una sensación de que su país estaría ahora infinitamente mejor de no haber sido por ese conflicto. Ese dolor es especialmente intenso cuando se recuerda el ataque de la Unión Soviética y las cuatro décadas de comunismo que siguieron al fin de la guerra, en 1945.

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El resentimiento, sobre todo contra Alemania, ha sido bastante intenso con el pasar de los años. A pesar de que en la actualidad Varsovia y Berlín mantienen buenas relaciones diplomáticas, un importante sector de la sociedad polaca considera que no ha sido reparada adecuadamente por los alemanes por los daños sufridos durante la guerra y la posguerra.

“Polonia no recibió una indemnización adecuada; perdimos seis millones de personas durante la Segunda Guerra Mundial, mucho más que otros Estados que recibieron importantes reparaciones; no es justo, esto no puede seguir así”, dijo el primer ministro polaco, Mateusz Morawiecki, del partido de gobierno conservador Ley y Justicia (PIS), durante un evento oficial cuando le preguntaron por el 80° aniversario de la invasión alemana a su país.

Para Polonia, la factura de la guerra asciende a cerca de un billón de euros. El responsable del comité parlamentario encargado de valorar el importe de esas compensaciones, Arkadiusz Mularczyk, reconoció que, aunque la cantidad es alta, “responde a los crímenes de guerra sufridos, las ciudades destruidas y el potencial demográfico perdido” por su país en la segunda mitad del siglo XX.

Pero, por su parte, Alemania prefiere hablar de una “responsabilidad moral”, como su ministro de Exteriores, el socialdemócrata Heiko Maas, dijo este agosto durante una visita a Varsovia, cuando el tema salió a colación. Para Berlín este tema quedó cerrado en 1953, cuando a través de un pacto suscrito entre Polonia y Alemania Oriental quedó establecido que Polonia renunciaba a las compensaciones a cambio de recuperar un territorio que había perdido durante la guerra. No obstante, políticos polacos afirman que esta decisión se tomó bajo presiones de la Unión Soviética, así que su validez no es vinculante. Los conservadores polacos prefieren insistir en el “deber moral” de Alemania para con su país.

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Algunos historiadores alemanes, como Karl Heinz Roth, le dan la razón a Polonia, aunque anota que la indemnización siempre se quedará corta. Según Roth, al hablar de reparación es importante entenderla como “una cuestión ética” y no debe vincularse con los problemas económicos actuales.

“Nunca será posible pagar esa deuda tan alta. Lo justo sería pagar una pequeña parte, tal vez una décima parte o una quinta parte, ya que Alemania está obligada moralmente a pagar reparaciones”, dice Roth en una entrevista a la Deutsche Welle.

Pero no solo Polonia le reclama a Alemania una reparación, pues grupos conservadores de Grecia también han abierto el debate sobre una indemnización acorde a los daños sufridos durante la Segunda Guerra Mundial, con una factura mucho menor que la polaca, pero igual de significativa.

¿Cuáles son las probabilidades de que Alemania realmente pague? El profesor Ulrich Battis, experto en derecho constitucional, dijo a la DW que los griegos y polacos “han pedido a los tribunales nacionales e internacionales numerosas veces que presenten sus demandas, hasta ahora sin ningún éxito”. Aun así, no descartaría que pudieran tener éxito algún día, dijo Battis.

Mientras tanto, se espera que Mularczyk presente el informe final antes que termine el 2019. Solo entonces quedará claro si Polonia planea exigir oficialmente reparaciones y la forma en que lo haría. Así son las heridas de la guerra: difíciles de sanar para la sociedad polaca, arrasada por un conflicto que tras ochenta años no termina de curar.

Por Jesús Mesa / @JesusMesa

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