Corrida de toros rompe divisiones étnicas en Bosnia

"Las divisiones étnicas no son válidas aquí. Somos una hermandad", afirma Ivo Ilic, un croata de Bosnia que ha llevado su toro Lozonja a participar en la "Corrida de Cevljanovici", en Bosnia central.

Catorce toros fueron seleccionados para el torneo más prestigioso de este país dividido entre sus tres principales comunidades -croatas, musulmanes y serbios- tras la guerra de Bosnia entre 1992 y 1995.

Esta corrida, que se realiza una vez por año en una inmensa explanada a 1.000 metros de altitud, es una de las raras ocasiones que reúne a las tres comunidades que se enfrentaron en la guerra, un conflicto todavía presente en el espíritu de los habitantes de la antigua república yugoslava.

Bajo un calor sofacante, el valle se encuentra plagado del humo que se eleva de las numerosas barbacoas encendidas para esta fiesta popular y familiar que atrae a decenas de miles de personas.

Protegidos bajo decenas de tiendas, restaurantes improvisados ofrecen cordero a 20 marcos (unos 13,5 dólares) el kilo.

Varias orquestas tocan al mismo tiempo música folclórica en una cacofonía total, en la que miles de bailarines forman diversos círculos, hombres y mujeres tomados de la mano.

"La corrida de Cevljanovici es como una olla a presión que reúne todos los ingredientes, serbios, croatas y musulmanes", afirma Besim Gljiva, uno de los organizadores del evento.

"Las corridas de toros se organizan aquí desde hace 66 años, pero las fiestas populares tenían lugar en este sitio durante un siglo antes. Es uno de esos pocos eventos populares donde hoy todo el mundo se encuentra y del que estamos orgullosos. Sabemos que el futuro de Bosnia reposa en la unidad de sus comunidades", añade este hombre de cabellos grises.

La corrida no tuvo lugar durante el conflicto intercomunitario que causó 100.000 muertos, pero se retomó poco después y ha ido atrayendo poco a poco a miembros de las tres comunidades.

"Ni sangre ni matador"

Los ganaderos de toros de lidia de todo el país, dividido en entidades serbias y croato-musulmanas, pusieron en marcha una única federación nacional.

Un millar de astados participan en las corridas que tienen lugar cada domingo durante el verano en todo el país. Pero la de Cevljanovici es como una final de la Liga de Campeones de fútbol, explican los participantes. Es el torneo que aumenta más el valor del toro, cuyo precio puede alcanzar los 33.500 dólares.

Sin embargo, en esta corrida no hay sangre ni matador, como ocurre en las tradicionales españolas. El enfrentamiento de los dos toros, en el que está prohibido afilar los cuernos para evitar heridas graves, termina cuando uno de los astados emprende la huida al admitir la superioridad del otro.

Stevo Mumovic, un serbio de Han Pijesak (este), es uno de los ganaderos más prestigiosos que posee un toro que jamás ha perdido un combate.

"Aquí la gente no ha estado jamás dividida hasta la última guerra que le fue impuesta. Si las personas normales hubieran podido decidir, no hubiera existido este conflicto", afirma antes de correr a la arena a felicitar a un amigo musulmán, Nezir Saracevic, cuyo toro, Garonja, el más poderoso del torneo con sus 1.200 kilos, acaba de ganar.

"Tener el toro más fuerte aquí es una gloria particular. Es la corrida más grande, la más popular y sobre todo con todas las comunidades", se felicita Saracevic, a que todo el mundo acude a abrazar.

Tras los enfrentamientos, los amigos se reencuentran en torno a cervezas frías. "Es el deporte sin nacionalidad. Nos conocemos todos, somos amigos. Pero yo soy particularmente feliz hoy porque gané a Ivo, un croata", se rie Renata Prenjkovic, la única mujer que participa con sus cuatro toros, ella también croata de Bosnia.

"Las divisiones étnicas no son válidas aquí. Somos una hermandad", afirma Ivo Ilic, un croata de Bosnia que ha llevado su toro Lozonja a participar en la "Corrida de Cevljanovici", en Bosnia central.

Catorce toros fueron seleccionados para el torneo más prestigioso de este país dividido entre sus tres principales comunidades -croatas, musulmanes y serbios- tras la guerra de Bosnia entre 1992 y 1995.

Esta corrida, que se realiza una vez por año en una inmensa explanada a 1.000 metros de altitud, es una de las raras ocasiones que reúne a las tres comunidades que se enfrentaron en la guerra, un conflicto todavía presente en el espíritu de los habitantes de la antigua república yugoslava.

Bajo un calor sofacante, el valle se encuentra plagado del humo que se eleva de las numerosas barbacoas encendidas para esta fiesta popular y familiar que atrae a decenas de miles de personas.

Protegidos bajo decenas de tiendas, restaurantes improvisados ofrecen cordero a 20 marcos (unos 13,5 dólares) el kilo.

Varias orquestas tocan al mismo tiempo música folclórica en una cacofonía total, en la que miles de bailarines forman diversos círculos, hombres y mujeres tomados de la mano.

"La corrida de Cevljanovici es como una olla a presión que reúne todos los ingredientes, serbios, croatas y musulmanes", afirma Besim Gljiva, uno de los organizadores del evento.

"Las corridas de toros se organizan aquí desde hace 66 años, pero las fiestas populares tenían lugar en este sitio durante un siglo antes. Es uno de esos pocos eventos populares donde hoy todo el mundo se encuentra y del que estamos orgullosos. Sabemos que el futuro de Bosnia reposa en la unidad de sus comunidades", añade este hombre de cabellos grises.

La corrida no tuvo lugar durante el conflicto intercomunitario que causó 100.000 muertos, pero se retomó poco después y ha ido atrayendo poco a poco a miembros de las tres comunidades.

"Ni sangre ni matador"

Los ganaderos de toros de lidia de todo el país, dividido en entidades serbias y croato-musulmanas, pusieron en marcha una única federación nacional.

Un millar de astados participan en las corridas que tienen lugar cada domingo durante el verano en todo el país. Pero la de Cevljanovici es como una final de la Liga de Campeones de fútbol, explican los participantes. Es el torneo que aumenta más el valor del toro, cuyo precio puede alcanzar los 33.500 dólares.

Sin embargo, en esta corrida no hay sangre ni matador, como ocurre en las tradicionales españolas. El enfrentamiento de los dos toros, en el que está prohibido afilar los cuernos para evitar heridas graves, termina cuando uno de los astados emprende la huida al admitir la superioridad del otro.

Stevo Mumovic, un serbio de Han Pijesak (este), es uno de los ganaderos más prestigiosos que posee un toro que jamás ha perdido un combate.

"Aquí la gente no ha estado jamás dividida hasta la última guerra que le fue impuesta. Si las personas normales hubieran podido decidir, no hubiera existido este conflicto", afirma antes de correr a la arena a felicitar a un amigo musulmán, Nezir Saracevic, cuyo toro, Garonja, el más poderoso del torneo con sus 1.200 kilos, acaba de ganar.

"Tener el toro más fuerte aquí es una gloria particular. Es la corrida más grande, la más popular y sobre todo con todas las comunidades", se felicita Saracevic, a que todo el mundo acude a abrazar.

Tras los enfrentamientos, los amigos se reencuentran en torno a cervezas frías. "Es el deporte sin nacionalidad. Nos conocemos todos, somos amigos. Pero yo soy particularmente feliz hoy porque gané a Ivo, un croata", se rie Renata Prenjkovic, la única mujer que participa con sus cuatro toros, ella también croata de Bosnia.