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“Francisco no debe hablar de política”

El sumo pontífice comienza la etapa más difícil y delicada de su viaje. Cada palabra incidirá en las discusiones más intensas de Washington: cambio climático, inmigración y Cuba.

Álvaro Corzo
23 de septiembre de 2015 - 03:10 a. m.

Cuando hace dos años el líder de la Cámara de Representantes de Estados Unidos, John Boehner, extendió la invitación al papa Francisco para que se dirigiera al Congreso estadounidense, dijo: “Sus enseñanzas han iniciado un meticuloso y riguroso diálogo entre todas las ideologías y visiones religiosas”. Lo que no sabía el líder del Partido Republicano, un ferviente católico, es que con el tiempo las posturas del pontífice los pondrían a él y a su partido contra la pared.

Mañana, a las 9 de la mañana, Estados Unidos vivirá un momento histórico, cuando por primera vez un sumo pontífice se dirija al pleno del Congreso, actualmente de mayoría republicana. Sus palabras resonarán en todos los rincones de Estados Unidos, donde los católicos que lo idolatran —de origen latino en su mayoría—, suman una tercera parte de la población y donde se encontrará con una importante comunidad protestante que lo critica y lo llama “comunista” por sus críticas al “capitalismo salvaje”.

Francisco ha sido implacable a la hora de hablar sobre cambio climático, homosexualidad, aborto, inmigración y divorcio, entre otros espinosos temas, poniendo a miles de conservadores, dentro y fuera de Estados Unidos, en profundos dilemas. Su visión progresista de las enseñanzas católicas hace que muchos correligionarios estén llamando a una rebelión conservadora para evitar su propagación. Y aunque cuenta con un grupo de fieles partidarios, varios obispos en EE.UU. quieren que su pontificado pase pronto. “El poder del papa no es absoluto. Él no tiene el poder de cambiar las enseñanzas ni la doctrina católica”, aseguró el cardenal Raymond Burk, nacido en Wisconsin y uno de los más grandes críticos del pontífice en el interior del Vaticano, junto con el cardenal ultraconservador de Bolonia, Carlo Caffarra, quien promueve un manifiesto en contra de las posturas del sumo pontífice.

El papa Francisco pisa terreno desconocido. Nunca antes había visitado Estados Unidos. Hablará “con humildad, pero con claridad”, aseguró el cardenal hondureño Óscar Rodríguez Maradiaga, mano derecha del pontífice. “Aquellos que no quieran escuchar sus consejos tendrán problemas. Creo que el Congreso recibirá bien su mensaje, aunque haya muchos que no se sientan cómodos con lo que van a escuchar”.

Si bien el papa nunca ha sido desafiante en sus visitas oficiales —lo critican por no haber lanzado un mensaje más político en Cuba, en donde habló de paz, de reconciliación y de la necesidad de tender puentes—, en EE.UU. medirá aún más sus palabras frente al Congreso, donde estarán presentes 301 congresistas republicanos que, en su mayoría, desmienten la responsabilidad humana en el calentamiento global y se oponen a levantar el embargo a Cuba, así como a una reforma migratoria.

“La idea de un crecimiento infinito e ilimitado es muy atractiva para los economistas, financistas y expertos en tecnología, pero está basada en la mentira de que los recursos naturales de la Tierra son infinitos”, escribió el papa en su encíclica Evangelii Gaudium, o la Exhortación Apostólica, publicada en noviembre de 2013 y la cual se ha establecido como la hoja de ruta para la Iglesia católica que quiere liderar, rescatando la protección del medio ambiente y abogando por la justicia social como sus valores esenciales. “Principios en contravía de varios lineamientos del Partido Republicano, que busca retomar el control de la Casa Blanca en las próximas elecciones presidenciales”, explica Christopher Hale, director ejecutivo de Catholics in Alliance for the Common Good en Washington.

La visita del papa no puede llegar en peor momento para los republicanos, embarcados en una agenda que busca resolver los problemas fiscales del país, proponiendo recortes a la inversión y la asistencia social del Estado, incluida la ayuda a los más necesitados. “Debemos decirles no a la economía de la exclusión y a la inequidad. Este tipo de economía mata… Todo está hoy en día bajo las leyes de la competencia y la supervivencia del más fuerte, donde los poderosos se alimentan de los indefensos”, es otra de las declaraciones del papa que no gustan en las toldas republicanas. El representante a la Cámara por Arizona Paul Gozar lidera un boicot a la intervención del sumo pontífice en el Congreso. “Si el papa viene a hablar con autoridad moral en contra de la violencia del islam, yo estaría ahí, apoyándolo. Sí viene a pedir la ayuda para la protección de los cristianos perseguidos en Oriente Medio, yo lo aplaudo. Pero si decide actuar y hablar como un político de izquierda, no se puede tolerar”, aseguró este miembro del Comité de Recursos Naturales de la Cámara de Representantes.

El precandidato presidencial por el Partido Republicano Chris Christie, católico que no asistirá a ninguno de los eventos programados, criticó la postura de Francisco frente a Cuba, sus críticas al capitalismo, su apoyo al acuerdo nuclear con Irán, al calentamiento global y a la reforma migratoria: “El papa está equivocado. Debe limitarse a hablar de temas religiosos y no políticos”.

Y eso que el papa no pudo cumplir su sueño, que era ingresar a Estados Unidos a pie por la frontera con México, en solidaridad con los inmigrantes indocumentados y también como señal de protesta contra la propuesta de una pared fronteriza entre los dos países. Obama, por su parte, no oculta su admiración por Francisco. Ha resaltado su papel central en el deshielo con Cuba y en otros temas en los que claramente tienen sintonía. A partir de hoy, cada gesto y discurso de Francisco (dará 18) incidirán en las discusiones políticas más intensas de Washington. En la base aérea de Andrews fue recibido por Obama ¬de confesión protestante¬ su familia y el vicepresidente, Joe Biden, entre otros. Una muestra de la relevancia que el mandatario le otorga a la visita del jefe de la Iglesia Católica. Hoy dará su primer discurso en la Casa Blanca.

Por Álvaro Corzo

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