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                                                                                                                              La pacificadora de las favelas

                                                                                                                              Priscilla de Oliveira Azevedo fue la comandante de la primera Unidad de Policía Pacificadora que recuperó la favela de Santa Marta.

                                                                                                                              Daniel Salgar Antolínez

                                                                                                                              A la favela de Santa Marta, ubicada en el barrio Botafogo al sur de Río de Janeiro, llegó hace cuatro años una mujer que parecía demasiado joven, demasiado sonriente, demasiado ingenua como para alcanzar su objetivo: pacificar uno de los barrios más peligrosos de Brasil, controlado durante más de tres décadas por el hampa y el narcotráfico. Esta dama superó toda expectativa. Con 125 hombres a su mando, la mayor Priscila de Oliveira Azevedo logró convertir el lugar en un sector digno que, actualmente, dice ella en conversación con El Espectador, es una comunidad pacífica que recibe turistas y visitantes a toda hora.

                                                                                                                              Protagonizó un cambió histórico en las políticas de seguridad pública del Estado, que antes estaban basadas en la confrontación. Comandó la primera Unidad de Policía Pacificadora (UPP), un modelo a seguir no sólo en las más de 600 favelas que hay en la ciudad, entre ellas las de Rocinha, Vidigal y Chácara do Chapéu, sino en las zonas marginales y controladas por grupos al margen de la ley en América Latina. Por su gestión, el Departamento de Estado de Estados Unidos la acaba de reconocer como una de las diez mujeres más valientes del mundo, en la pasada ceremonia de premiación internacional a Mujeres de Coraje.

                                                                                                                              Lo que demostró la mayor Oliveira y su tropa fue que la represión no basta para acabar con la criminalidad. En el pasado, la favela estuvo ocupada nueve meses por el Batallón de Operaciones Especiales (Bope, policía antimotines), pero cuando los oficiales se retiraron, en 1991, los traficantes retomaron el control del lugar y asesinaron a los que consideraban informantes.

                                                                                                                              Read more!

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                                                                                                                              Así nació el proyecto de las UPP, que para entonces generaba dudas y sospechas en los habitantes del cerro de Santa Marta, en cuya cúspide está la famosa estatua del Cristo Redentor. “Es un proyecto en el que el Estado tiene como objetivo recuperar territorios en áreas sometidas al dominio del narcotráfico, aplicando una filosofía de proximidad de la Policía con los moradores. La paz ya está siendo conquistada en la medida en que el Estado hace presencia en un área antes dominada por poderes paralelos. A partir de la ocupación policial, se abre un espacio para la llegada de mejoras a las comunidades, a través de inversiones sociales del gobierno y del sector privado”, explica Oliveira.

                                                                                                                              El 19 de diciembre de 2008 los policías pacificadores entraron a Santa Marta para quedarse. Los narcotraficantes huyeron y se construyó un cuartel en lo alto de la cerro, desde donde se controlan los principales accesos y se tiene una vista de toda la favela, y de los barrios que se extienden a sus pies.

                                                                                                                              La capitán, desde entonces y durante los siguientes dos años, se enfocó en reestablecer el vínculo entre policía y habitantes, para lo cual se entrenó en mediación de conflictos y en la situación de derechos humanos de los pobladores. Pasaba las 24 horas con la comunidad, intentando cambiar un arraigado concepto que se tenía de las autoridades como enemigas y generadoras de violencia. Su semblante, compuesto de fuerza y simpatía, empezó a ser conocido. Era la asistente psicológica, la asistente médica, la organizadora de eventos, la amiga, la mujer policía. Pero más que la mujer policía, una líder social, una alcaldesa informal de la favela.

                                                                                                                              Read more!

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                                                                                                                              Además de los de Santa Marta, al menos otros 20 mil habitantes de favelas, una quinta parte del millón que vive en estos barrios marginales en Brasil, han empezado a recuperar la seguridad y confianza en su territorio. Según datos de la Intendencia de Río de Janeiro, de las 605 favelas que hay en la ciudad, 29 ya están controladas por las UPP.

                                                                                                                              No ad for you

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                                                                                                                              Actualmente la mujer policía es coordinadora de seguridad estratégica de Río, desde donde comanda todas las unidades responsables de la Policía de Pacificación. También termina sus estudios de derecho. “Luego voy a hacer un postgrado en un tema relacionado a procesos sociales y, lógicamente, seguiré perfeccionándome dentro de la profesión policial militar, que es mi carrera y gusto mucho de ella”, concluye la sonriente policía.

                                                                                                                              A la favela de Santa Marta, ubicada en el barrio Botafogo al sur de Río de Janeiro, llegó hace cuatro años una mujer que parecía demasiado joven, demasiado sonriente, demasiado ingenua como para alcanzar su objetivo: pacificar uno de los barrios más peligrosos de Brasil, controlado durante más de tres décadas por el hampa y el narcotráfico. Esta dama superó toda expectativa. Con 125 hombres a su mando, la mayor Priscila de Oliveira Azevedo logró convertir el lugar en un sector digno que, actualmente, dice ella en conversación con El Espectador, es una comunidad pacífica que recibe turistas y visitantes a toda hora.

                                                                                                                              Protagonizó un cambió histórico en las políticas de seguridad pública del Estado, que antes estaban basadas en la confrontación. Comandó la primera Unidad de Policía Pacificadora (UPP), un modelo a seguir no sólo en las más de 600 favelas que hay en la ciudad, entre ellas las de Rocinha, Vidigal y Chácara do Chapéu, sino en las zonas marginales y controladas por grupos al margen de la ley en América Latina. Por su gestión, el Departamento de Estado de Estados Unidos la acaba de reconocer como una de las diez mujeres más valientes del mundo, en la pasada ceremonia de premiación internacional a Mujeres de Coraje.

                                                                                                                              Lo que demostró la mayor Oliveira y su tropa fue que la represión no basta para acabar con la criminalidad. En el pasado, la favela estuvo ocupada nueve meses por el Batallón de Operaciones Especiales (Bope, policía antimotines), pero cuando los oficiales se retiraron, en 1991, los traficantes retomaron el control del lugar y asesinaron a los que consideraban informantes.

                                                                                                                              Read more!

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                                                                                                                              Así nació el proyecto de las UPP, que para entonces generaba dudas y sospechas en los habitantes del cerro de Santa Marta, en cuya cúspide está la famosa estatua del Cristo Redentor. “Es un proyecto en el que el Estado tiene como objetivo recuperar territorios en áreas sometidas al dominio del narcotráfico, aplicando una filosofía de proximidad de la Policía con los moradores. La paz ya está siendo conquistada en la medida en que el Estado hace presencia en un área antes dominada por poderes paralelos. A partir de la ocupación policial, se abre un espacio para la llegada de mejoras a las comunidades, a través de inversiones sociales del gobierno y del sector privado”, explica Oliveira.

                                                                                                                              El 19 de diciembre de 2008 los policías pacificadores entraron a Santa Marta para quedarse. Los narcotraficantes huyeron y se construyó un cuartel en lo alto de la cerro, desde donde se controlan los principales accesos y se tiene una vista de toda la favela, y de los barrios que se extienden a sus pies.

                                                                                                                              La capitán, desde entonces y durante los siguientes dos años, se enfocó en reestablecer el vínculo entre policía y habitantes, para lo cual se entrenó en mediación de conflictos y en la situación de derechos humanos de los pobladores. Pasaba las 24 horas con la comunidad, intentando cambiar un arraigado concepto que se tenía de las autoridades como enemigas y generadoras de violencia. Su semblante, compuesto de fuerza y simpatía, empezó a ser conocido. Era la asistente psicológica, la asistente médica, la organizadora de eventos, la amiga, la mujer policía. Pero más que la mujer policía, una líder social, una alcaldesa informal de la favela.

                                                                                                                              Read more!

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                                                                                                                              Además de los de Santa Marta, al menos otros 20 mil habitantes de favelas, una quinta parte del millón que vive en estos barrios marginales en Brasil, han empezado a recuperar la seguridad y confianza en su territorio. Según datos de la Intendencia de Río de Janeiro, de las 605 favelas que hay en la ciudad, 29 ya están controladas por las UPP.

                                                                                                                              No ad for you

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                                                                                                                              Actualmente la mujer policía es coordinadora de seguridad estratégica de Río, desde donde comanda todas las unidades responsables de la Policía de Pacificación. También termina sus estudios de derecho. “Luego voy a hacer un postgrado en un tema relacionado a procesos sociales y, lógicamente, seguiré perfeccionándome dentro de la profesión policial militar, que es mi carrera y gusto mucho de ella”, concluye la sonriente policía.

                                                                                                                              Por Daniel Salgar Antolínez

                                                                                                                              Ver todas las noticias
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