Lema de Donald Trump despierta a la Unión Europea

Expresidente del Comité de Asuntos Exteriores del Parlamento Europeo y alto funcionario del partido de la Unión Demócrata Cristiana en Alemania explica por qué la política del presidente de EE. UU. tiene en riesgo la alianza transatlántica. Serie Pensadores 2017-2018.

Elmar Brok / Especial para El Espectador / Bruselas
21 de enero de 2018 - 02:00 a. m.
Según Elmar Brok, la UE debe ser consciente de que por Trump- aquí con su colega ruso Vladimir Putin- EE. UU. no será un socio tan confiable como lo fue. / AFP.
Según Elmar Brok, la UE debe ser consciente de que por Trump- aquí con su colega ruso Vladimir Putin- EE. UU. no será un socio tan confiable como lo fue. / AFP.
Foto: AFP - SAUL LOEB

El presidente estadounidense, Donald Trump, ha estado en el cargo por menos de un año, pero en ese corto tiempo ya ha puesto a prueba las relaciones entre Europa y Estados Unidos. Ya sea que las mismas sean concernientes a temas de defensa y cooperación de seguridad dentro de la OTAN, relaciones comerciales, cooperación vinculada a desafíos globales, como por ejemplo el cambio climático, o participación en organismos como el G7 o el G20, es prácticamente imposible encontrar un área en la que las relaciones no hayan sido adversamente afectadas por criterio maligno de Trump.

Durante más de un siglo, la asociación transatlántica ha sido fundamental para la política exterior de Estados Unidos. En este momento en el cual los desafíos claves que enfrentamos –que van desde el terrorismo hasta el cambio climático y la migración masiva– se extienden mucho más allá de las fronteras nacionales, dicha cooperación es más importante que nunca.

No obstante, el enfoque de Trump, “Estados Unidos en primer lugar”, y su estilo errático de liderazgo, están socavando las alianzas y los acuerdos mutuos en los que se ha basado durante mucho tiempo la cooperación transatlántica –y, de hecho, la cooperación a nivel mundial–. La doctrina de Trump podría complacer a sus electores incondicionales, pero no explica ni siquiera los principios y mecanismos más básicos de política internacional.

A pesar de todas sus supuestas habilidades para “hacer negocios”, Trump parece no entender que los acuerdos internacionales funcionan sólo si benefician a todas las partes –y que eso requiere de concesiones–. Como resultado, Trump toma medidas que ponen en peligro la cohesión y la unidad de Occidente, y que, simultáneamente, producen cambios negativos y perdurables en el orden mundial. Los abordajes de Trump relativos a temas de defensa, comercio y cambio climático son ejemplos emblemáticos de este patrón.

Una OTAN fuerte, indudablemente, favorece los intereses tanto de Estados Unidos como de la Unión Europea. Es por esta razón que fueron tan peligrosas las frecuentemente desorientadoras críticas que vierte Trump respecto a esta Alianza, mismas que siembran dudas sobre su lealtad a la misma. A pesar de que Trump, finalmente, aprobó el Artículo 5 del Tratado del Atlántico Norte –el compromiso de defensa mutua que constituye la base fundamental de la OTAN–, el daño ya estaba hecho.

Como resultado, hoy la percepción amplia sobre Occidente –incluso la de líderes mundiales– es que Occidente está dividido y débil. El presidente ruso, Vladimir Putin, por ejemplo, ha tomado esto como una señal de que puede continuar desafiando abiertamente la arquitectura de seguridad a nivel europeo y mundial.

En los últimos años, Putin ha intentado favorecer el avance de sus violaciones de la soberanía y la integridad territorial de los países vecinos socavando la cohesión de la UE y la OTAN, ya sea mediante campañas de desinformación o proporcionando apoyo financiero a los grupos euroescépticos y fascistas en Europa. En este sentido, la equivocación de Trump sobre la OTAN cayó como regalo inesperado en manos de Putin.

La buena noticia es que la UE parece entender que, en el caso de que no pueda depositar su confianza en EE. UU., tiene que tomar los asuntos en sus propias manos, mediante la aplicación de políticas más integradas de seguridad y defensa. En junio pasado, los líderes de la UE acordaron activar la “Cooperación Estructurada Permanente” (CEP), misma que permite al bloque implementar proyectos de defensa conjuntos que fortalecen sus capacidades de defensa en general.

La Unión Europea tomará más pasos concretos para mejorar la cooperación entre las fuerzas armadas europeas. De manera colectiva, los ejércitos europeos tienen más soldados que los ejércitos estadounidenses, y gastan más en defensa que Rusia o China. Sin embargo, su eficacia es equivalente a tan sólo un 10 a 15 % de la eficacia de EE. UU. Los analistas estiman que la falta de una cooperación eficaz con respecto a defensa entre los Estados miembros de la UE cuesta hasta €100 mil millones (US$116 mil millones) al año. Ante esta realidad, aumentar la cooperación no podría ser más importante, aunque las capacidades defensivas europeas serán únicamente un complemento a las de la OTAN, no un reemplazo de las mismas.

Otra política que podría socavar la seguridad transatlántica –tanto de manera directa, como al distanciar aún más a Estados Unidos de sus aliados– es la descertificación de Trump del acuerdo nuclear con Irán. Si bien el acuerdo no aborda directamente muchos aspectos del comportamiento desestabilizador de Irán, especialmente sus amenazas hacia Israel, la UE –y toda la comunidad internacional– continúan convencidas de que el acuerdo es necesario para permitir un compromiso constructivo con Irán en esas áreas.

En cuanto al comercio, los recelos de Trump, e incluso su rechazo de los acuerdos comerciales internacionales, han creado un gran vacío político, mismo que otros países –especialmente China– buscarán llenar. A medida que Trump continúa promoviendo su enfoque nacionalista con respecto al comercio, los socios de Estados Unidos buscan profundizar sus relaciones uno con otro. El reciente acuerdo comercial entre la UE y Japón –que representa más comercio mundial que el que se alcanza al combinar aquellos de China y EE. UU.– será el más grande del mundo.

No se deben subestimar las implicaciones geoestratégicas de esta tendencia. Si Trump continúa en el camino hacia el proteccionismo, los socios comerciales de Estados Unidos contraatacarán mediante represalias. Por ejemplo, cualquier acción de Estados Unidos contra las exportaciones de acero de la Unión Europea, sin duda, provocaría una pronta represalia de la UE. Además, los conflictos comerciales seguramente llegarían a afectar las relaciones en otras áreas.

Asimismo, se debe considerar el problema del cambio climático. Trump ha retirado a Estados Unidos del acuerdo climático de París del año 2015. De manera contraria, la UE considera que la acción climática es una de sus principales prioridades, no solo por obvias razones ecológicas, sociales y económicas, sino también como apoyo para la política exterior y de seguridad integral. Al fin y al cabo, el cambio climático desenfrenado desencadenará inevitablemente una migración masiva desestabilizadora, particularmente desde regiones vulnerables al clima como África.

Dado que EE. UU. es el mayor contaminador del mundo en toda la historia, el hecho de que Trump vaya tras la consecución de políticas que destruyan el clima, junto con el apoyo que él brinda a las industrias estadounidenses de carbón y cemento, traerán consigo implicaciones a nivel global. Y, contradiciendo la retórica de Trump, dichas acciones socavarán la propia competitividad de EE. UU. en el futuro. Como era de esperar, las compañías estadounidenses con visión de futuro, como Tesla, se oponen a esa peligrosa orientación de las políticas.

La UE debe tomar conciencia del hecho de que en los próximos años EE. UU. no será un socio tan confiable como lo fue a partir del final de la Segunda Guerra Mundial, y debe ajustar sus acciones en consecuencia. Por supuesto, Trump no será presidente por siempre, y los lazos que unen a EE. UU. y Europa durarán más que Trump. La UE y EE. UU. continúan siendo, uno del otro, los socios económicos y de seguridad más importantes, y muy probablemente será este hecho el que vuelva a unir a ambas partes una vez que Trump termine su mandato. Entretanto, sin embargo, la Unión Europea debe hacer lo que sea necesario para proteger sus propios intereses en el escenario mundial –con o sin la participación de EE. UU.–.

Traducción del inglés: Rocío L. Barrientos.

Copyright: Project Syndicate, 2017.www.project-syndicate.org.

Por Elmar Brok / Especial para El Espectador / Bruselas

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