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Los misterios de la secta Moon persiguen a Japón un año después de la muerte de Abe

El estatus legal del grupo, constituido como una organización religiosa corporativa que, por lo tanto, goza de ventajas fiscales, ha sido objeto de muchas especulaciones.

08 de julio de 2023 - 05:15 p. m.
Un retrato del ex primer ministro japonés Shinzo Abe en el escenario durante su funeral de estado.
Un retrato del ex primer ministro japonés Shinzo Abe en el escenario durante su funeral de estado.
Foto: EFE - FRANCK ROBICHON / POOL

Los vínculos de la política japonesa y la Iglesia de la Unificación, que motivaron a un hombre a asesinar al ex primer ministro Shinzo Abe, continúan vigentes y llenos de misterio, un año después del ataque que conmocionó al mundo.

El estupor por el atentado del 8 de julio de 2022, que favoreció unas elecciones clave para el gobernante Partido Liberal Democrático (PLD) japonés, dio paso a la furia del público tras exponerse el largo y extenso vínculo de este culto religioso con el poder.

Se estima que el 80 % de los aproximadamente 100 benefactores políticos de la Iglesia de la Unificación en el país eran del PLD, lo que sacudió la confianza pública en el Gobierno de Kishida durante meses.

El incidente derivó en una “limpieza” del Ejecutivo y del partido gobernante para sacar a políticos con vínculos demostrados con este credo, oficialmente llamado Federación de Familias por la Paz y la Unificación del Mundo y también conocida como la “secta Moon”, que cuenta con una amplia red de influencias políticas a nivel internacional.

El detenido por el asesinato, Tetsuya Yamagami, de 42 años, se encuentra a la espera de juicio y dijo que atacó a Abe por el rencor que le guardaba al credo, al que acusa de captar a su madre y llevar a su familia a la bancarrota a través de donaciones.

Algunas teorías sostienen que la llegada del grupo a Japón fue facilitada por el exmandatario Nobuo Kishi, abuelo de Abe, lo que llevó a Yamagami a descargar su rencor en su heredero político.

El estatus legal del grupo, constituido como una organización religiosa corporativa que, por lo tanto, goza de ventajas fiscales, ha sido objeto de especulaciones desde que la Administración Kishida iniciara una investigación sobre sus actividades el año pasado. De los resultados, pendientes, depende que el grupo pueda ser disuelto.

Fundada en 1954 en Corea del Sur, esta agrupación es conocida por sus bodas masivas y entre los puntos que se están investigando están las “ventas espirituales”, con las que supuestamente coacciona a sus miembros para que compren objetos a precios desorbitados, por las que le han abierto numerosos procesos judiciales en el archipiélago.

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El asesinato de Abe devino la salida a la luz de numerosas víctimas del credo, especialmente de hijos de miembros que aseguran haber sido robados y extorsionados por sus progenitores para dar sus bienes al grupo.

A la luz de las informaciones y en medio de la revelación de las conexiones de la política nacional y el grupo, del que se cree que habría estado comprando votos para candidatos, el Ejecutivo sacó adelante en diciembre una ley de ayudas para esas víctimas, aunque siete meses después todavía no se ha ejercitado por su laxitud.

El caso quedó en segundo plano en medio de la coyuntura actual, con la subida de la inflación y desarrollos políticos como la cumbre del G7 de Hiroshima en el ojo mediático, pero el aniversario de la muerte de Abe y los rumores de un adelanto electoral nacional están volviendo a centrar la atención en la situación actual del caso y el estado de la influencia del grupo en los desarrollos políticos.

Cientos de japoneses acudieron a rendir tributo a Abe en los aledaños del templo budista de Zojoji este sábado, mientras dentro del mismo se celebraba una ceremonia privada en su recuerdo, a la que asistieron el actual primer ministro nipón, Fumio Kishida, familiares y allegados del antiguo mandatario y otras personalidades de la política y de diversos ámbitos.

El del sábado fue el tercer acto dedicado en su recuerdo, tras el servicio oficiado en este mismo templo hace un año y el funeral de Estado del pasado 22 de septiembre en el pabellón tokiota Budokan. Los dos anteriores contaron también con la asistencia de dignatarios extranjeros.

“Nosotras no pudimos asistir al funeral de Estado, así que decidimos venir hoy sobre todo para presentarle nuestro agradecimiento a su labor”, dijo a EFE Nami Watanabe, una mujer de 48 años.

“Al ver las fotos suyas aquí hoy, un año después de su muerte, he vuelto a sentir una profunda tristeza”, señala Mika Hanakoshi, de 40 años.

“Él era un verdadero líder para Japón, que tenía sus ideas propias y siempre buscaba cómo hacer un país mejor”, dice Watanabe. “Su lema político era hacer de Japón un país bello, y él trabajó para lograr eso en el sentido más estricto”, añade Hanakoshi.

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Shinzo Abe: un legado controvertido

La duración en el cargo de Abe y la mayor proyección exterior de Japón bajo sus sucesivos mandatos lo convierten en uno de los líderes nipones más relevantes de las últimas décadas, aunque su perfil conservador y varios escándalos y políticas controvertidas le generaron también muchos detractores a nivel doméstico.

A esto se sumó el foco que su magnicidio puso sobre la Iglesia de la Unificación. El detenido por su asesinato, Tetsuya Yamagami, de 42 años, se encuentra a la espera de juicio y dijo que atacó a Abe por el rencor que le guardaba al credo, al que acusa de llevar a su familia a la bancarrota a través de donaciones.

A raíz del suceso salieron a la luz los extensos y profundos lazos entre esta organización considerada por algunos expertos como una secta y el partido gobernante que lidera en estos momentos Kishida, lo que obligó al primer ministro a llevar a cabo una “limpia” de su formación tras ver como sus índices de respaldo público caían en picado.

También causó una gran polémica en el país la decisión del Ejecutivo de celebrar un funeral de Estado para Abe meses después de la ceremonia budista privada.

El evento de carácter estatal costó 1.200 millones de yenes (unos 7,7 millones de euros) y fue el segundo funeral de Estado celebrado en el Japón de posguerra en honor a un ex primer ministro tras el dedicado a Shigeru Yoshida en 1967.

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