Majdanek: cuando los nazis camuflaron el horror con palabras

En la noche del 22 de julio de 1944, es decir, hace 81 años, soldados del Ejército Rojo llegaron a Majdanek, el primero de los campos de concentración nazis en ser liberados.

Camilo Gómez Forero
Ilustraciones: William Niampira
Sábado 12 de julio de 2025

Recordar su historia es clave hoy porque este episodio, uno de los más significativos de la Segunda Guerra Mundial, moldeó nuestra comprensión de cómo se veía un genocidio.

La idea surgió en julio de 1941, un mes después de la invasión alemana de la Unión Soviética.

Lo concibieron el Reichsführer de las SS, Heinrich Himmler, y otro de sus infames líderes, Odilo Globocnik.

Querían que polacos, muchos judíos y prisioneros de guerra soviéticos, se concentraran acá para convertirse en trabajadores de las empresas de las SS.

El lenguaje nazi camuflaba la realidad. Hablaban de traslados, reasentamientos o zonas de seguridad.

El poder siempre ha usado eufemismos.

Los nazis no hablaron de “asesinatos en cámara de gas”. Se decía “Sonderbehandlung” (tratamiento especial).

No se decía “deportación a campos de exterminio”. La prensa nazi hablaba de “reubicación”.

Ni siquiera se hablaba de “campos de concentración”, sino de “centros de trabajo productivos”.

Majdanek no nació como un campo de exterminio, sino como uno de concentración, pero se convirtió, al igual que los centros de Treblinka, Belzec y Sobibor, en un infierno en la Tierra.

Se instalaron cámaras de gas y crematorios entre 1943 y 1943, cuando se intensificó el sistema de aniquilación nazi. Pronto se ganó una reputación de salvajismo.

Los soldados disfrutaban matando niños delante de sus madres, según la historiadora Doris Bergen.

Durante la Operación Fiesta de la Cosecha, cientos de judíos fueron fusilados por horas mientras sonaba música a todo volumen para ahogar sus gritos.

En 1944, el Ejército Rojo avanzó con tanta rapidez que los alemanes no pudieron destruir toda la infraestructura del exterminio del campo, como sí hicieron con otros. Quedó mucha evidencia.

Los soviéticos se sorprendieron de lo visto y empezaron a documentar e investigar todo. Muchos no les creyeron.

Así que invitaron a periodistas extranjeros para verlo con sus propios ojos.

Aun así, la prensa en Reino Unido y Estados Unidos pensó que se trataba de propaganda soviética y que estaban exagerando.

Esto se debe no solo a los choques políticos con la URSS, sino a que la escala de la violencia vista era difícil de imaginar.

El Ejército Popular Polaco filmó un documental que se estrenó pronto: Majdanek, el cementerio de Europa.

El periodista soviético Konstantin Simonov imprimió panfletos que se tradujeron a varios idiomas.

Y los documentos de Konrad Morgen, investigador nazi que acusó a su comandante de robar oro de las víctimas (interesado más en la corrupción que en los asesinatos), ayudaron a documentar los crímenes también.

Pero no fue sino hasta que los británicos liberaron el campo de Bergen-Belsen que Occidente empezó a aceptar la pesadilla como verdad.

Se encontraron 800.000 pares de zapatos apilados. Era una fábrica de muerte.

Fue parte del primer proceso judicial por crímenes de guerra nazis, precediendo a Núremberg.

Hoy se hacen excursiones al lugar, como se puede apreciar en la película Un dolor real, donde los silencios visibilizan el horror.

Y ahora que se vuelve a hablar de “áreas humanitarias” y “desplazamientos voluntarios”, algunos israelíes ven con preocupación que se repitan los camuflajes de las palabras reales.

Amos Goldberg, historiador del Holocausto en la Universidad Hebrea de Jerusalén, dice sobre los nuevos planes de su país que no son “ciudades humanitarias”: son “campos de concentración”.

Michal Sfard, uno de los principales abogados israelíes de derechos humanos, una ciudad es donde “hay hospitales, escuelas, universidades y oficinas... un lugar donde tienes posibilidades de trabajar, de hacer conexiones” y, especialmente, “libertad de movimiento”. Y la “ciudad” que plantean los gobernantes de su país para los gazatíes, no tiene nada de ello.

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