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“Prefiero sacar oro que ir a la escuela”, el drama de niños mineros en Venezuela

Agencia AFP | 20 de septiembre
MAGDA GIBELLI
Martín, de 10 años, excava con sus primos de 9 y 11 en una mina a cielo abierto en El Callao, pueblo de Venezuela ensordecido por el estruendo de molinos que trituran piedras para buscar oro. No sabe leer, pero detecta con rapidez trazas doradas en la tierra.
YRIS PAUL
Sacar oro en los polvorientos asentamientos de este pueblo del estado Bolívar (sur) empieza como un juego para los niños, pero termina siendo cuestión de supervivencia, denuncian activistas de derechos humanos.
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Sentados en charcos de lodo, decenas de menores mueven bateas -bandejas de madera utilizadas en la minería artesanal- entre piedras, vidrio y hasta basura en busca de pepitas de oro que se adhieran al mercurio, contaminante y nocivo para la salud.
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Por su tamaño, los chicos se encargan de meterse en hoyos para picar 'material', como llaman al metal precioso. Trabajan en cuclillas, sin camisa, arropados por capas de barro.
YRIS PAUL
"Cuando la tierra es como un chicle, viene 'el material'. Todo lo que pinta lo metemos en un saco y lo lavamos en el agua, lo que es oro se queda pegado del azogue (mercurio)", explica Martín, cuya identidad fue cambiada por seguridad.
MAGDA GIBELLI
Martín nunca ha ido a la escuela y apenas garabatea su nombre y una que otra palabra. Solo uno de sus primos, el de 9 años, recibe educación "porque su mamá lo obliga".
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"Yo prefiero sacar oro que ir a la escuela, mi papá dice que el dinero está en el trabajo", cuenta. "Con lo que ganamos aquí yo me compro mis cositas ". La mayoría de los niños dice que su "sueño" es ser minero.
YRIS PAUL
"Es un tema de supervivencia. El entorno familiar se concentra no en impulsar la preparación de los niños, sino en sobrevivir", comenta Eumelis Moya, coordinadora del Centro de Derechos Humanos de la UCAB Guayana.
MAGDA GIBELLI
Un millar de niños trabaja en las minas, según el núcleo en esta región de la privada Universidad Católica Andrés Bello (UCAB).
YRIS PAUL
"El otro día agarré una grama (1 gramo, equivalente a 50 dólares)", cuenta Gustavo, que trabaja en la mina desde los 6 años y tampoco va a la escuela. "Ese dinero se lo doy a mi mamá para que compre comida y algunas veces nos compra algo a nosotros".
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La madre de Gustavo, de 28 años y minera desde los 12, espera que, un día, "entren a la escuela de nuevo", pues "siempre hay riesgos" en la mina.
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