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Torre de Tokio: plenitud uniformada

Columna para acercar a los colombianos a la cultura japonesa.

Gonzalo Robledo @RobledoenJapon * / Especial para El Espectador, Tokio
13 de junio de 2021 - 02:00 a. m.
Estudiantes de bachillerato recolectando fondos para una organización de beneficencia en la estación de Shinagawa en Tokio.
Estudiantes de bachillerato recolectando fondos para una organización de beneficencia en la estación de Shinagawa en Tokio.
Foto: Foto de Gonzalo Robledo

Vestir un uniforme escolar, deportivo o corporativo, ha sido elevado en Japón a la categoría de componente esencial de una vida plena pues, además de ahorrar tiempo en combinar prendas o evitar comprar ropa que nunca saldrá del clóset, vestir como los demás proporciona una anhelada sensación de pertenencia a un grupo. (Lea más columnas de Gonzalo Robledo sobre Japón).

El japonés o japonesa promedio se viste a lo largo de su vida con unos cinco o seis uniformes distintos, aunque no pertenezca a cuerpos médicos, militares o de bomberos. Las guarderías inculcan la costumbre cuando, por razones de seguridad, visten a todos sus párvulos con gorros y delantales en colores pastel antes del paseo diario al parque. En las etapas educativas previas a la universidad, es habitual para las niñas vestir uniforme oscuro de cuello marinero y, los niños, traje negro de corte militar prusiano. En medio del descenso de la natalidad y la consiguiente escasez de nuevos alumnos, muchos colegios recurren a atractivos diseños de uniformes.

La cúspide irrebatible de la elegancia la alcanzó en 2018 la escuela primaria Taimei, en el elegante barrio tokiota de Ginza, que con el pretexto de estar a la altura del entorno, anunció un uniforme para sus alumnos diseñado por la casa italiana Armani y avaluado en unos 730 dólares.

Gracias a las populares historietas de manga ambientadas en colegios, muchos uniformes escolares son hoy atuendos de moda. Es común ver grupos de estudiantes vistiendo orgullosos el traje escolar para salir de compras los fines de semana. El uniforme femenino, de falda con estampado de tartán escocés, es usado por muchas estudiantes durante las vacaciones y se ha convertido en el disfraz favorito de muchas practicantes del cosplay.

La universidad ofrece un respiro para probar las últimas tendencias de la moda que dura hasta el ingreso en el mundo laboral donde, dependiendo del sector, reaparece el uniforme. Muchas firmas y bancos empaquetan su personal femenino en un conjunto de blusa, falda oscura y chaleco con bolsillos. Para los varones no hay uniforme, pero es de rigor el paño azul o gris para los vestidos, que, combinado con la clásica camisa blanca, transmite unidad corporativa, orden sincrónico y eficacia.

Los menos pragmáticos pensaríamos que el uniforme sirve a los tímidos japoneses para expresar de forma tácita el afecto por sus congéneres. Pero los antropólogos norteamericanos ya zanjaron el asunto y atribuyen el gusto nipón por el uniforme a la obligación de acatar el fulminante refrán “Todo clavo que sobresalga, será martillado”.

* Periodista y documentalista colombiano radicado en Japón.

Por Gonzalo Robledo @RobledoenJapon * / Especial para El Espectador, Tokio

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