Reconciliación a fuego lento

A los 12 años, Astrid Quintero tuvo que dejar su hogar a la fuerza, pero sus ganas de salir adelante la impulsaron a buscar sus sueños. En la Fundación El Cielo encontró al chef Juan Manuel Barrientos, un aliado para lograrlo.

Por Gabriela Castro Rico

28 de noviembre de 2019

Foto: David Schwarz.

Foto: David Schwarz.

Ocho minutos después de empezar a hablar con Astrid Quintero, se le corta la voz y sus ojos se vuelven vidriosos. Recuerda ese día en el que la guerrilla se tomó Pueblo Nuevo, en Caldas. Tuvo que desalojar su finca, buscar un nuevo techo y encontrar qué comer. Recorrió con su familia todo el departamento hasta llegar a Bogotá, con 20 años aproximadamente.

En medio de la hostilidad de la capital, encontró una mano amiga que le dio la posibilidad de reescribir su historia. Aunque no tenía experiencia previa, en el restaurante El Cielo, del chef Juan Manuel Barrientos, la contrataron en el área de aseo. Cuando se enteraron de su pasado, la Fundación El Cielo* la acogió. Le pagaron el colegio, la cambiaron de área y le consiguieron una beca en España para estudiar cocina.

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Viajó con dos personas más al País Vasco: Rubén Darío Romero, un militar herido en un campo minado, y Dulce María (por seguridad no puede dar su nombre real), una exguerrillera de las Farc. Mientras estudiaba en el Centro Superior de Hostelería de Galicia, encontró en Dulce María una buena amiga. “Fue una experiencia muy bonita, porque, imagínese, después de sentir rabia y odio por esas personas que me hicieron tanto daño, me tocó compartir con una de ellas en las clases, las actividades, el dormitorio. Aprendimos bastante y siempre estuvimos muy unidas”.

Cuando se enteró de que trabajaba con una exguerrillera, antes del viaje, todo se le revolvió adentro. Su mente se regresó al dolor que vivió en la juventud. Y el odio la envolvió toda. No obstante, al oír su historia de vida, entendió que no había sido miembro de las Farc por elección propia; vivió a la fuerza, como ella, algo que no quería. Cuando llegó la oportunidad de estudiar en el exterior, ya había hecho un proceso de reconciliación, de empatía.

Con Astrid, la fundación confirma que desde la cocina se construye paz.

“Ellos se preocupan mucho por el bien de uno y me dieron la oportunidad de trabajar”, concluye. Hoy, para Astrid, la culinaria es una pasión. Está haciendo un técnico de cocina y hace parte del área de pescados en el restaurante. Lo que más disfruta es preparar postres, ya que siempre quiso hacer las tortas de cumpleaños para sus cuatro hijos. Su siguiente sueño: ser una cocinera profesional.

*Fundación El Cielo:

Desde hace 12 años, seis tipos de población se han visto beneficiados. Sordos, indígenas, víctimas del conflicto armado, exsoldados, exparamilitares y exguerrilleros han sido capacitados en cocina básica, barismo, panadería, coctelería, servicio, mesa y bar, arte, pintura.

Por Gabriela Castro Rico

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