Anomalías congénitas, primera causa de muerte infantil

El perfil epidemiológico de Bogotá se asemeja cada vez más al de los países desarrollados.

Redacción Vivir
11 de enero de 2012 - 09:59 p. m.

“Buena noticia para la salud de Bogotá: las malformaciones congénitas son la primera causa de muerte en niños menores de 1 y 5 años”. El titular, que a primera vista es controvertido, aparece en el blog del genetista Ignacio Zarante, investigador del Instituto de Genética de la Universidad Javeriana.

De inmediato, el autor aclara a qué se refiere: la buena noticia es que en la ciudad, por primera vez en su historia (al menos desde que existe registro), los menores de 5 años no se están muriendo a causa de enfermedades infecciosas (respiratorias y gastrointestinales).

Está ocurriendo un gran cambio: “el perfil epidemiológico de Bogotá se está comportando de manera similar a los países desarrollados, donde las anomalías congénitas son la primera causa de muerte en menores de 1 año desde la segunda mitad del siglo XX”.

Los argumentos van más allá: Zarante asegura que este indicador “habla bien de la salud pública de Bogotá y demuestra la efectividad de las campañas contra las enfermedades infecciosas”. Dice además que este resultado tampoco puede interpretarse como “un aumento en la frecuencia de las anomalías congénitas sino un descenso de las otras causas”.

En Bogotá, la malformación más común, y la más inofensiva, son los “apéndices o fístulas”, que son anomalías menores, formaciones de piel que se localizan en los alrededores de las orejas. Al año, 280 bebés en Bogotá reciben este diagnóstico, que es quizás el más inofensivo (al año en la ciudad se registran unos 120.000 nacimientos).

Al otro lado, con las mayores cifras de víctimas mortales, está la malformación congénita cardíaca, con 102 casos al año. Zarante explica que en estos casos se da una alta mortalidad porque el problema no es detectado al momento del nacimiento. Los menores, en apariencia, están saludables, entonces son remitidos a sus casas. Cuando se hace un examen a profundidad, el tiempo para reaccionar se ha agotado. En los primeros lugares de las anomalías más frecuentes en Bogotá se ubican también el síndrome de down (120 nacimientos al año) y el labio leporino (88 casos).

Según Zarante, la mortalidad por malformaciones genéticas puede ser prevenible en un 70% (así lo han demostrado experiencias de EE.UU. y Europa). La prevención tendría que darse en tres niveles: uno primario, que implicaría la planeación del embarazo y un control previo para detectar si los padres tienen antecedentes de otras enfermedades, o si la salud de la madre es ideal.

La prevención secundaria se tendría que dar durante el embarazo, y aquí la gran responsabilidad recae sobre el sistema de salud y su capacidad de realizar ecografías en las que se puedan diagnosticar las malformaciones en el útero, y poder prever así un parto más especializado. Y, por último, “y a lo que Bogotá le está apostado fuertemente”, debería garantizarse un seguimiento a los niños luego del nacimiento, “vigilar que se les esté proporcionando un tratamiento integral que permita que no se mueran y no se discapaciten”.

Hoy, Bogotá es la única ciudad que cuenta con un registro detallado de los nacimientos con malformaciones congénitas (que además recibe el apoyo de la Secretaría de Salud). Esto le ha permitido a la ciudad trabajar en el tema de la prevención y del seguimiento, y evitar así decenas de muertes. Recientemente, el Instituto Nacional de Salud empezó a trabajar en un sistema de vigilancia nacional. Hasta ahora se han presentado los primeros pilotos.

Por Redacción Vivir

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