Cómo era ser niño antes de la Convención sobre los Derechos del Niño

La infancia no ha sido históricamente fácil. La Convención sobre los Derechos del Niño permitió mejorar una situación cercana a la crudeza para millones de niños y niñas. Sin embargo, algunos de las tradiciones del pasado continúan replicándose.

Enrique Patiño / Especial para El Espectador
20 de noviembre de 2018 - 09:25 p. m.
Niños del Pacífico colombiano, captados la semana pasada. / Óscar Pérez - El Espectador
Niños del Pacífico colombiano, captados la semana pasada. / Óscar Pérez - El Espectador

La infancia no siempre fue considerada una edad de derechos. Por el contrario, hasta mediados del siglo XX, niñas y niños eran considerados en buena parte del mundo ‘pequeños adultos’ a quienes era necesario disciplinar y no necesariamente educar y aún menos, proteger. Además, eran considerados propiedad de sus padres y de paso, una fuerza laboral de bajo costo.

Solo hasta la entrada en vigencia de la Convención de los Derechos del Niño se dio un cambio sustancial: los niños ya habían sido mencionados en el artículo 25 de la Declaración Universal de los Derechos Humanos de 1948 al hacer referencia a la protección especial y a la asistencia debida para madres y niños, así como en otras declaraciones y pactos, del estilo del Concejo de Europa, la Organización de la Unidad Africana y la Organización Panamericana. La diferencia radicó en que fueron incluidos bajo el concepto de bienestar y protección por su edad (Byrne, 1998) y cobijados por los derechos humanos, antes que por el hecho de que fueran, de por sí, sujetos de derechos (Ennew, 1986). (Unesco pide por noiños migrantes).

UNICEF (Fondo de las Naciones Unidas para la Infancia) recuerda el pasado para recalcar que hay prácticas que persisten aún hoy. Esta era la situación de niños, niñas y adolescentes antes de la entrada en vigencia de la Convención sobre los Derechos del Niño de 1989:

1. Trabajo infantil. Los niños trabajaban en todo el mundo, desde Japón hasta América Latina, pasando por Europa o los Estados Unidos (Cunningham, 1996). Ciertos trabajos eran exclusivamente destinados a los niños y pocos adultos concebían hacerlos: limpiadores de zapatos, recogedores de pines en boleras, repartidores de diarios o mensajeros. También compartían espacio con los adultos en labores como enrollar tabacos, fabricar ladrillos, buscar ostras, servir de mensajeros, recolectar frutas durante las cosechas o ser mineros y empleados en empresas industriales.

Los niños trabajadores fotografiados en los Estados Unidos de 1908 por Lewis Hine representan el prototipo de niño trabajador antes de la protección de sus derechos: agotados, con pantalones cortos porque les estaba prohibido usar largos hasta cierta edad en el caso de los niños; en labores mayoritariamente textiles o agrícolas, en el caso de las niñas, descalzos y luciendo una expresión adulta. El dinero que ganaban estaba destinado a sus padres.

2. Expuestos a distintas formas de violencia. La legislación no protegía a los niños en siglos pasados, a quienes consideraba responsabilidad de sus padres o, cuando estaban fuera de casa, a la iglesia, los empleadores o a los maestros. Sus derechos no prevalecían: en el Reino Unido, en 1758 secuestrar un niño no era considerado un hurto en el sentido legal de la palabra (Blackstone, 1765). El robo de niños no existía, pero sí se podían denunciar las prendas perdidas que vestía el niño en el momento de la abducción.

De acuerdo con La historia de la infancia, del historiador Lloyd de Mause (1975), lo vivido a lo largo de los siglos por los niños es “una pesadilla de la que apenas comenzamos a despertar. Entre más nos remontamos en la historia, menor es el nivel de cuidado infantil, y más probable que fueran asesinados, abandonados, golpeados, aterrorizados o abusados sexualmente”. La revolución industrial trajo otra forma de violencia más allá de la intrafamiliar, que aún sufren millones en el mundo: la venta de niños como sirvientes y trabajadores forzados. Los niños soldados de hoy provienen de una tradición antiquísima de poner a los más jóvenes al frente de la batalla, que alcanzó una cota histórica con la Cruzada de los niños, en la que cientos fueron aniquilados en 1212.

3. Derecho a la educación. Algunos niños protagonizaron movilizaciones y cruzadas significativas en Estados Unidos e Inglaterra, e hicieron huelgas en la época de las grandes marchas obreras. En el Reino Unido sucedieron en 1889, 1911, 1914 y 1920; en Estados Unidos la más significativa fue en 1903, aunque hubo una masiva de niños obreros en 1902. También sucedieron en Francia. Todas fueron trivializadas por los medios y respondidas con un llamado a más control por parte de los adultos. Sin embargo, los ecos de esas movilizaciones inconformes por el papel que les era dado a los niños y niñas continuaron hasta el movimiento estudiantil de 1968 (Hansen & Jensen, 1971).

Los castigos severos, la imposibilidad de las niñas de acceder a la educación o aprender a escribir (se les continuaba enseñando solo a leer), un sistema segregado racialmente y la dificultad para acceder a los escuelas, entre otras, fueron motivo de protestas. Hace cien años exactos, en 1918, Estados Unidos aprobó que todos los estudiantes completaran al menos la educación primaria.

4. Libertad de expresión y opinión. Uno de los primeros y tímidos reconocimientos a los derechos de los niños se dio en 1641 cuando el Massachusetts Body of Liberties, un código legal establecido por los colonizadores, les pidió a los padres dejar de elegir a las parejas de sus niños para que ellos escogieran en libertad, así como no reprenderlos con excesiva brutalidad si había un desacuerdo, según la tradición de la época. Sin embargo, daba licencia para asesinar a un adolescente mayor de 16 años si no obedecía a sus padres… Los niños permanecían en silencio en las mesas y en las casas hasta hace pocas décadas, podían ser castigados por sus maestros si objetaban sus métodos o decían algo inadecuado, y era poco frecuente que dialogaran con sus padres o cualquier tipo de adulto en igualdad de condiciones. Sus opiniones no eran consideradas, y las decisiones cruciales de sus vidas eran definidas por sus padres. 

Por Enrique Patiño / Especial para El Espectador

Temas recomendados:

 

Sin comentarios aún. Suscribete e inicia la conversación
Este portal es propiedad de Comunican S.A. y utiliza cookies. Si continúas navegando, consideramos que aceptas su uso, de acuerdo con esta política.
Aceptar