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Educación superior con equidad, prioridad de la “nueva normalidad”

Los desafíos que exige hoy esta “nueva normalidad” a la realidad educativa en sus distintos niveles, pero de modo particular al terciario, son múltiples y exigentes, sobre todo en la ruta de un proyecto educativo integral, que contenga a su vez atributos de calidad y pertinencia.

Padre Hárold Castilla Devoz, rector general Uniminuto
11 de octubre de 2020 - 02:00 p. m.
La educación ha estado en una reflexión constante durante esta pandemia.
La educación ha estado en una reflexión constante durante esta pandemia.
Foto: Pixabay

El fenómeno de la educación sigue siendo una realidad prioritaria para nuestra sociedad colombiana y mundial. Educar es una realidad profundamente humana que nos preocupa a todos. Es por ello que diariamente nos vemos abocados, como Instituciones de Educación Superior (IES), a reflexionar sobre este tema y congregar todas las ideas posibles para que logremos una interdependencia o alianza por la educación. Finalmente, lo que nos debe interesar como comunidad académica, y como sociedad en su conjunto, es que logremos un enfoque educativo que nos lleve a formar a la persona humana capaz de construir una sociedad más equitativa y justa, una humanidad con profunda fraternidad.

Los desafíos que exige hoy esta “nueva normalidad” a la realidad educativa en sus distintos niveles, pero de modo particular al terciario, son múltiples y exigentes, sobre todo en la ruta de un proyecto educativo integral, que contenga a su vez atributos de calidad y pertinencia. Debemos ser conscientes de que solo una acción colaborativa entre todos los que somos parte del sector ayudará a superar los retos evidenciados por la pandemia, poniendo de presente la necesidad de lograr metas en materia de equidad social a través de una apuesta educativa trascendente. Las murallas de la pobreza, la “cultura del descarte” y la materialización de la dignidad humana, que se han ido edificando como frenos al logro de una educación para todos, no pueden seguir profundizándose a la luz de los impactos y consecuencias de esa “nueva normalidad”.

La educación es el camino a través del cual la persona humana alcanza su desarrollo potencial y asume, desde su libertad y responsabilidad, la autonomía de su existencia y el compromiso de hacer posible la amistad social que nos hace a todos partícipes de un mundo compartido para el bien común. Asumir el reto por la educación es asumir la responsabilidad de los que conviven en el presente conmigo y, al mismo tiempo, es pensar en los que vienen detrás de mí, es pensar y actuar por el hoy y por el mañana de la humanidad. De allí que este enfoque contenga el principio de esperanza y exija de parte de todos los actores de la comunidad académica de nuestras instituciones sentimientos de pasión, pensamientos de generosidad y acciones de creatividad e innovación.

En este sentido, los jóvenes colombianos y del mundo entero esperan que este proceso educativo responda a sus expectativas de identidad, cultura y respeto a sus condiciones de seres humanos. Así pues, sigue siendo la institucionalidad de la educación superior la entidad protagónica como motor del progreso y el desarrollo social del país y de la sociedad en general. La realidad de la “nueva normalidad” nos evidencia que este protagonismo de los jóvenes se fortalece precisamente por la fuerza de una información que está más a la mano de ellos, gracias a las tecnologías emergentes con las que interactúan de manera constante y porque su mirada se amplía en perspectiva global para su accionar local, siendo el proceso educativo vivido la clave para alcanzar esa visión de esperanza, que no muere en sus corazones a pesar de que existan razones contrarias para estar molestos, como pueden ser la corrupción de muchos mayores o la falta de oportunidades de inserción laboral en medio de un avasallador mundo digital.

En este contexto, la responsabilidad educativa para este mundo de jóvenes inquietos está dada en esa integración de los diversos lenguajes de sus mentes, corazones y manos. Que los jóvenes piensen lo que sienten y lo que hacen, sientan lo que piensan y lo que hacen, hagan lo que sienten y lo que piensan es el desafío mayor de la educación superior; una invitación real a una integración total de la vida. Animar y fortalecer esta nueva visión del aprendizaje en perspectiva de integralidad hará posible una sociedad más comprometida con la justicia y la equidad, y finalmente con la “amistad social”. Adaptarse a esta “nueva normalidad” educativa es identificar esas palancas que hacen que la educación sea más humana y equitativa, pero también más relevante para las necesidades de la sociedad de este nuevo momento que vivimos.

Por Padre Hárold Castilla Devoz, rector general Uniminuto

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