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El clan Gadafi se deshace

Esta familia ha gozado de grandes privilegios en su calidad de gobernadora de Libia. Hoy los tiempos no son buenos por cuenta de la crisis, pero el segundo hijo, Saif al-Islam, ha prometido que la familia "vivirá y morirá" en el país.

Santiago Villa Chiappe
27 de febrero de 2011 - 03:00 a. m.

“Suiza es una mafia mundial y no un Estado”, dijo Muamar Gadafi durante la cumbre del G8 realizada en julio de 2009. “Está conformada por una comunidad italiana que debería regresar a Italia, una comunidad alemana que debería volver a Alemania y una comunidad francesa que debería retornar a Francia”. Pocas semanas después presentó una propuesta a las Naciones Unidas, que por supuesto fue rechazada, para abolir a Suiza y dividirla por sus fronteras lingüísticas.

Esta delirante embestida de Gadafi contra el país de los banqueros y los relojes, que le hizo honor al memorable epíteto de “perro rabioso” con que lo describió Ronald Reagan, fue una de sus reacciones al arresto de dos días en Ginebra de su quinto hijo, Hannibal Gadafi, y su nuera, la libanesa Aline Skaf, por darles una paliza a dos de sus sirvientes en un lujoso hotel de la ciudad.

Se presume que esta misma pareja viajaba el martes pasado en un avión privado de la familia Gadafi al que le fue negado el acceso al aeropuerto internacional Rafik Hariri de Beirut. La aeronave debió dar media vuelta mientras sobrevolaba la capital del Líbano, porque su capitán no reveló la identidad de las otras quince personas que viajaban con la nuera de Gadafi.

“En la madrugada del lunes el aeropuerto de Beirut recibió una solicitud para permitir el aterrizaje de un avión de la familia Gadafi que transportaba a Aline Skaf, la esposa de Hannibal Gadafi, y a otros pasajeros”, dijo el miércoles a Al Jazeera una fuente que pidió permanecer anónima. “El Líbano rechazó la petición”.

Al día siguiente Malta negó una solicitud similar. Esta vez, según el corresponsal de Al Jazeera en Malta, se trataba de Aisha Gadafi, abogada de 35 años que ha llevado casos tan polémicos como la defensa de Saddam Hussein y la de Muntadhar al-Zaidi, el periodista iraquí que le lanzó un zapato a George W. Bush durante una rueda de prensa en Bagdad.

Mientras el régimen libio emite sus últimos estertores en un baño de sangre, y Francia, Estados Unidos e Inglaterra discuten la manera de acelerar la caída del autoproclamado Líder y Guía de la Revolución Libia, el clan Gadafi vive un giro más, que probablemente sea el último, en su relación de amor y odio con la comunidad internacional.

Algunos hijos de Gadafi compiten con la excentricidad propia de una estrella de Hollywood en decadencia. Según un cable diplomático redactado en 2006 por el embajador de Estados Unidos en Libia, Saadi Gadafi, el tercer hijo del dictador, “tiene un pasado turbulento que incluye escaramuzas con la policía en Europa (sobre todo en Italia), el abuso de drogas y alcohol, una vida de fiestas en exceso y viajes al exterior en contra de los deseos de su padre”.

Saadi, quien quizás sea el miembro más pintoresco del clan, es un futbolista fracasado. En 2003 formó parte del equipo italiano Perugia, pero no logró jugar más que un partido debido a que una prueba de dopaje que le aplicaron resultó positiva. Luego pasó al Udinese Calcio, donde sólo le permitieron jugar diez minutos durante un partido de la copa UEFA de 2005. Por último, formó parte del U.C. Sampdoria entre 2006 y 2007, pero permaneció en la banca sin jamás salir al campo de juego. Desde entonces debió contentarse con dirigir la Federación Libia de Fútbol.

Pero no todos los hijos de Gadafi han cargado con el sino de la mediocridad. Saif al-Islam, el segundo hijo de Gadafi, quien ostenta un doctorado del London School of Economics (LSE), fue uno de los arquitectos de la normalización de las relaciones diplomáticas de Libia con la comunidad internacional. En 2004, cuando Libia desmanteló sus armas de destrucción masiva, un gesto que fue el primer paso hacia la reincorporación del país al concierto de las naciones y la causa para que Estados Unidos levantara su embargo a Libia, al-Islam contrató al Monitor Group, una consultora de Cambridge, para que delineara las reformas económicas que le permitieran a Libia llevar unas relaciones amistosas con Occidente. Rajeev Singh-Morales, el economista que redactó el plan, afirmó que durante el lanzamiento del Comité de Desarrollo Económico Libio el ambiente fue tenso, “pero cuando Saif entró a la sala, cinco minutos después todos estaban relajados y reían. Esa es la esencia de su talento: puede desactivar las tensiones con rapidez”. Quizá por esa razón se ofreció a negociar con los opositores que han tomado el control del este del país durante la crisis.

Hasta la semana pasada muchos profetizaban que al-Islam sería el sucesor de Gadafi que terminaría de pavimentar el camino hacia una Libia abierta. A pesar de que estas insinuaciones le han valido una dura rivalidad con el hijo mayor de Gadafi, Mohammed al-Gadafi, el líder supremo de las telecomunicaciones en Libia, Saif seguía siendo el favorito de Occidente. “Ustedes deben llevar la democracia a sus países”, les dijo al-Islam a los líderes árabes en 2008. “Los árabes deben cambiar o el cambio les será impuesto desde fuera”.

Hoy, sin embargo, el cambio se está imponiendo desde adentro y la respuesta de Saif al-Islam ha sido todo menos tolerante. El lunes, durante una alocución televisiva, al-Islam lanzó una advertencia escalofriante: “Repetiremos la guerra civil de 1936. Libia no es Túnez ni Egipto (...) lucharemos hasta el último minuto, hasta la última bala”. Al día siguiente el LSE, su alma máter, rechazó una donación por US$2,4 millones que al-Islam había hecho a la institución para fortalecer el trabajo del Centro de Estudios de Gobernabilidad Global a favor de las organizaciones de la sociedad civil en el norte de África.

Aisha Gadafi, la única hija del líder libio, ha sobrellevado una situación no menos contradictoria. Esta abogada, que por su belleza fue descrita en la prensa árabe como “la Claudia Schiffer del norte de África”, fue designada en 2009 embajadora de buena voluntad para Libia por el Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD). El propósito de su cargo era impulsar las Metas de Desarrollo para el Milenio, defender los derechos de las mujeres, trabajar en pro de la lucha contra el VIH/sida y promover las labores del PNUD en Libia.

Durante una entrevista concedida en octubre de 2010 al medio británico The Telegraph, Aisha respondió así a una pregunta sobre el talento de su padre para irritar al gobierno británico: “Sé lo que se dice en Gran Bretaña sobre mi padre, así que invito a los británicos a mi país para que comprueben los hechos en persona y conozcan a los libios”.

Han pasado cuatro meses desde la invitación y ahora el gobierno de Inglaterra se halla en medio de una operación para evacuar a todos los británicos de Libia. Para completar la paradoja, el miércoles el PNUD retiró a Aisha de su cargo como embajadora de buena voluntad.

Probablemente no se repetirá una situación como la de 1986, cuando Hanna, la hija adoptiva de Gadafi, que entonces tenía 15 meses, murió durante un bombardeo de Estados Unidos a Trípoli. Sin embargo, el veredicto de Occidente contra el clan ha sido contundente. Mientras que hace dos años Suiza pidió disculpas a Libia por el arresto de Hannibal Gadafi y su esposa, el jueves pasado el gobierno de aquel país congeló las cuentas bancarias de la familia Gadafi. Durante esta década el clan tuvo una oportunidad para redimir sus pecados del pasado: hoy los está repitiendo.

El terreno perdido por Gadafi

A lo largo de la crisis que comenzó el 17 de febrero, Trípoli, la capital, se ha convertido en una especie de fuerte para Muamar Gadafi, pues allí goza de apoyo y seguridad.

No obstante, a medida que la crisis avanzaba, la oposición iba forjando una nueva autoridad en forma de comités populares. Primero conquistaron el este del país, cuya ciudad más importante es Bengasi, y posteriormente fueron ganando terreno hacia el sur y el oeste, donde se encuentra Trípoli y en donde sus ciudades contiguas ya no siguen instrucciones del régimen. El avance ha sido tal, que hoy las únicas ciudades que continúan fieles a Gadafi sobre la costa mediterránea son dos: Trípoli y Sirte, mientras que sus adversarios controlan 12.

Por Santiago Villa Chiappe

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