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El inspirador del movimiento de los indignados

Criticado y adorado, un panfleto suyo ha sido interpretado como un manifiesto contra la crisis económica.

El Espectador
27 de febrero de 2013 - 03:54 p. m.
Pensador, escritor, diplomático y resistente francoalemán Stéphane HesseL. /EFE
Pensador, escritor, diplomático y resistente francoalemán Stéphane HesseL. /EFE

Todo comenzó con un afortunado accidente. En el principio no había un libro, ni siquiera la idea de hacerlo. Lo que sucedió fue un discurso en 2008 para conmemorar la Resistencia francesa durante la ocupación de los nazis en la Segunda Guerra Mundial.

En el público estaba Sylvie Crossman, una antigua corresponsal del periódico Le Monde. Arriba, en la tarima, se encontraba Stéphane Hessel, un señor que ya había pasado los 90 años y quien luchó contra los alemanes en la Francia ocupada.

Después de esto vinieron tres entrevistas, una corrección rápida del texto y la publicación de un texto que, además de convertirse en un éxito comercial, fue el piso sobre el que se elevó el levantamiento popular en España y otros países de Europa en contra de la crisis, la política y las maneras de siempre del poder para perpetuarse y oprimir. El grito era uno solo y, traducido del francés, decía: "Indignaos".

Hessel, ya por derecho un símbolo en Francia, se erigió como una suerte de autor intelectual de una rebelión social que utilizó su pequeño panfleto de poco más de 30 páginas para exigir cambios.

Nacido en Berlín en 1917, Hessel se hizo francés luego de que sus padres se instalaran en París cuando él tenía siete años. Cuando la guerra llegó a Francia, huyó a Londres, en donde se unió a Charles De Gaulle. En secreto fue enviado para luchar al lado de la resistencia francesa. Fue capturado y torturado por la Gestapo y logró escapar en por lo menos dos ocasiones de los alemanes: en una cambió su identidad con la de un prisionero que murió de tifo y en otra saltó de un tren que lo conducía a un campo de concentración.

El libro, con un tiraje inicial de ocho mil ejemplares, se convirtió en un éxito instantáneo con un mensaje casi incendiario, al menos desde un punto de vista. Rápidamente superó el millón de copias vendidas en Francia y en cuestión de meses comenzó a ser traducido al español y al inglés, entre otra media docena de idiomas.

La edición y la escritura estuvo a cargo de Crossman, quien compiló las entrevistas sostenidas con Hessel y las publicó en su propia editorial, Indigène, una pequeña empresa sostenida en conjunto con su marido.

El texto prendió una especie de conciencia colectiva al hacer un llamado de vuelta a valores como la libertad y los derechos humanos. La indignación masiva partió de la particular de Hessel, un ácido crítico del manejo de la inmigración en Francia y el maltrato sostenido, en sus palabras, al que los palestinos son sometidos por parte de Israel. Después de una visita en 2009 a Gaza, el autor describió el lugar como "una prisión a cielo abierto para medio millón de palestinos".

Posturas como esta hicieron que Hessel fuera tildado de antisemita por algunos e incluso de racista. Una parte de los intelectuales en Francia se fueron contra los postulados del autor al calificarlo de poco menos de manual motivacional; la crítica de fondo acá residía en la falta de acciones propuestas por el texto: ¿después de la indignación qué?

Pero, más allá de la originalidad de las ideas propuestas por Hessel, el texto caló hondo en la juventud de varios países, algo que habla no tanto del autor, como de la crisis del modelo económico en el planeta. Un autor británico lo resumió así: la confusión obliga a buscar un nuevo mesías, preferiblemente de la izquierda.

Por El Espectador

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