"En la academia, ni pánico ni apatía, debe existir ecuanimidad"

Un compromiso ineludible de las universidades es poner al servicio de la salud sus fortalezas en investigación, innovación y tecnología para la detección y atención de casos de contagiados por el Covid-19, de manera que, en equipo, le hagamos un cerco a la enfermedad.

José Consuegra Bolívar *
29 de marzo de 2020 - 09:30 a. m.
Getty Images
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No hay antecedentes recientes que equiparen la emergencia por la pandemia del Covid-19, con excepción de la epidemia de influenza conocida como La Dama Española, que golpeó duramente a España y Europa a comienzos del siglo XX, provocando la muerte de más de 20 millones de personas.

La aparición del coronavirus es un inmenso desafío para la humanidad, no solo por las condiciones demográficas actuales, la inequidad social y la pobreza, sino también por la modernización y masificación de los medios de transporte que nos permiten viajar sin complicaciones, pero también propagar rápidamente las enfermedades. Si hace diez años ir desde Colombia a Australia tomaba de tres a cuatro días, hoy, con vuelos directos, se puede hacer en 18 horas. Esta fácil movilidad de personas permite la diseminación global de las enfermedades al punto de convertirse en pandemia.

Así mismo, la virtualización e hiperconectividad facilita conocer personas, trabajar y hacer negocios sin moverse de su sitio, además de saber lo que está pasando en cualquier lugar mediante un simple clic en la web. Si en el pasado el impacto de los hechos sucedidos en una comunidad se limitaba al contexto local, en la actualidad se globalizan en cuestión de segundos. Este otro gran avance se constituye también en el ámbito ideal para la generación de terror, miedo y paranoia a nivel mundial, como la actual infodemia que nos apabulla.

 Si bien es fundamental que la comunidad conozca y adopte las recomendaciones de las autoridades de salud y cumpla las restricciones de movilidad impuestas en cada territorio, es muy preocupante la circulación de contenidos apocalípticos que en nada contribuyen a la atención de la emergencia; todo lo contrario, pueden llevar al deterioro de la salud mental general, a estrés sostenido y desencadenamiento de acciones xenofóbicas.

Por todo ello, es acertado que el sector educativo en el país haya asumido con responsabilidad el reto de ajustarse por completo a la educación remota y mediada por las TIC, lo que supondrá un cambio definitivo en los modelos de la enseñanza en el mundo. Las instituciones de educación superior en Colombia empezaron a trabajar a través de la virtualidad y la telepresencia para preservar la salud de sus estudiantes y funcionarios, y no perturbar el curso de los procesos; esto implica grandes esfuerzos, pero también nuevas oportunidades para el desarrollo del sistema educativo.

Para la continuidad del aprendizaje, la Unesco está recomendando garantizar su carácter inclusivo, que las opciones tecnológicas escogidas estén acordes con los factores de conectividad, suministro de electricidad y competencias de docentes, y que se responda a los problemas sicosociales de los estudiantes a raíz del aislamiento, etc.

Otro compromiso ineludible de las universidades es poner al servicio de la salud sus fortalezas en investigación, innovación y tecnología para la detección y atención de casos de contagiados, de manera que, en equipo, le hagamos un cerco a la enfermedad.

Todos, con ecuanimidad, desde la casa, en cumplimiento del aislamiento social y la cuarentena ordenadas por las autoridades gubernamentales, debemos contribuir al objetivo común de frenar la pandemia y la paranoia mientras la humanidad elabora y masifica la vacuna que genere inmunidad ante este nefasto virus.

*Rector de la Unisimón

Más información: https://www.unisimon.edu.co/

Por José Consuegra Bolívar *

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