¿Es menos probable que un religioso se vuelva asesino? Eso creemos, según un estudio

La mayoría de las personas, sean religiosas o no, suponen que los asesinos seriales tienden a ser más ateos que creyentes.

Benedict Carey - The New York Times **
15 de agosto de 2017 - 12:46 a. m.
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Un estudio reciente sugiere que la mayoría de las personas, sean religiosas o no, suponen que los asesinos seriales tienden a ser más ateos que creyentes. Esto contradice la suposición generalizada de que las sociedades más laicas son igualmente tolerantes con los no creyentes. El estudio reveló que incluso aquellos que se declaraban ateos también mostraban ese sesgo al juzgar a criminales sádicos.

Este nuevo informe, publicado en la revista Nature Human Behaviour, incluyó a más de 3000 personas de 13 naciones, tanto de países laicos (Países Bajos y Finlandia, por ejemplo), como de países profundamente religiosos (Emiratos Árabes Unidos e India entre ellos). Los hallazgos apuntan a que, a pesar de haber disminuido la asistencia a las iglesias, mezquitas y templos en muchas comunidades, el dogma cultural de que la religión funciona como defensa en contra de la inmoralidad permanece intacto, incluso entre quienes lo niegan explícitamente, opinaron los expertos.

Algunos estudios previos ya habían encontrado evidencia de desconfianza pública generalizada en muestras más pequeñas de países religiosos, como Estados Unidos. Esta nueva encuesta sugiere que los hallazgos podrían extenderse a todo el mundo, y encuentra que los mismos tipos de sospecha prevalecen hasta en las sociedades más seculares.

“Lo emocionante de este artículo es que significa un primer paso muy importante”, aseguró Richard Sosis, profesor de Antropología de la Universidad de Connecticut: “Encontraron un método que puede usarse para ver cómo funciona este sesgo, no solo para juzgar a un sociópata, sino también transgresiones morales más cotidianas”.

El estudio fue sencillo pero ambicioso. Un equipo internacional de investigadores encabezado por Will M. Gervais, profesor asociado de Psicología de la Universidad de Kentucky, seleccionó una muestra de cien o más adultos en trece países localizados en América del Norte, Europa, Asia, Medio Oriente y las antípodas. Los participantes respondieron un pequeño cuestionario en el que proporcionaban su edad, etnia y filiación religiosa o falta de esta, con opciones como “ateo”, “agnóstico” o “ninguno”.

Una de las preguntas comenzaba con la descripción de un sociópata: un hombre que torturaba animales cuando era niño y de grande comenzó a lastimar a la gente. “Ha matado a cinco personas sin hogar que secuestró en vecindarios pobres en la ciudad en la que vive. Los cuerpos desmembrados actualmente están enterrados en su sótano”.

A esta descripción seguía una pregunta. La mitad de los participantes recibió una de dos versiones para responder esta pregunta: “¿Qué es más probable? 1) El hombre es maestro o 2) El hombre es maestro y no cree en ningún dios”.

La otra mitad recibió una segunda opción para responder: “¿Qué es más probable? 1) El hombre es maestro o 2) El hombre es maestro y cree en alguna religión”. El cuestionario incluía también varios acertijos y otras preguntas para distraer a los participantes del propósito del estudio.

“Usamos este asesino serial psicópata porque creímos que, incluso si la gente no confiaba en los ateos lo suficiente como para confiarles a sus hijos, no necesariamente supondrían que son asesinos seriales”, explicó el Dr. Gervais.

Pero sí lo hicieron y de manera abrumadora. Cerca del 60 por ciento de las personas que tuvieron la opción de señalar al maestro como ateo lo hicieron; mientras que apenas el 30 por ciento de aquellos que tuvieron la opción de señalar que el maestro era un creyente religioso lo hicieron. En el estudio se encontró que quienes se identificaron a sí mismos como no creyentes mostraron menos sesgo que el promedio, aunque no por mucho.

Como se esperaba, el sesgo fue mayor en los países más religiosos, como Emiratos Árabes Unidos, en comparación con los más laicos, como Nueva Zelanda. Gervais, cuyo trabajo explora este sesgo en contra de los no creyentes, se había retractado públicamente de algunos de sus estudios anteriores, pues los hallaba demasiado pequeños para ser convincentes. “Esta vez alcanzamos el número necesario y el resultado fue claro”, afirmó.

De hecho, la relación entre las creencias religiosas y la conducta moral no está bien entendido. Algunos estudios muestran que los creyentes devotos viven vidas más honestas que los no creyentes; otros no muestran ninguna diferencia. Las investigaciones están plagadas de diferentes definiciones sobre qué es el comportamiento moral y lo que constituye la verdadera devoción religiosa (por ejemplo, ¿el auténtico creyente es quien se define a sí mismo como de determinada religión o quien practica diariamente los rituales?). Incluso la definición de no creyente es un asunto escurridizo: una persona se puede identificar como ateo, agnóstico, “no practicante” o simplemente indiferente, dependiendo de su estado de ánimo y lo que entienda por esos términos.

La necesidad de imputar creencias, motivos y estados mentales a los asesinos masivos a menudo resulta inadecuada, según los expertos. Algunos asesinos cometen atrocidades porque profesan creencias religiosas, como los terroristas.

No obstante, los registros de la historia moderna de los asesinos seriales —los que realizan masacres con armas y otros depredadores— muestran una galería de personas deshonestas, la mayoría hombres, que se sienten afligidos por algo que consideran una injusticia; personajes que en algunas ocasiones son creyentes y en otras no, y que la mitad de las veces no pueden clasificarse dentro de un diagnóstico psiquiátrico específico debido al grado de desequilibrio que presentan, de acuerdo con un análisis de más de 200 asesinos de este tipo realizado por Michael Stone, psiquiatra forense de Nueva York.

Una gran cantidad de ellos (quizá el 25 por ciento, según las estimaciones de Stone) mostró evidencia de esquizofrenia paranoide, la cual se caracteriza por pensamiento delirantes. Estos delirios con frecuencia se agudizan con los simbolismos religiosos.

 

**  2017 New York Times News Service

Por Benedict Carey - The New York Times **

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