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'Guerra cultural' de Turquía por tesoros arqueológicos

El gobierno de Ankara amenaza a importantes museos alrededor del mundo.

Adriana Marín
22 de enero de 2013 - 04:35 p. m.
El artista Sandro DiMichele trabaja en una copia de una esfigie de Hattusa en el Museo de Berlín. Después del retorno de la esfigie a Turquía, Berlín recibe una nueva figura de León. / EFE
El artista Sandro DiMichele trabaja en una copia de una esfigie de Hattusa en el Museo de Berlín. Después del retorno de la esfigie a Turquía, Berlín recibe una nueva figura de León. / EFE

Turquía inició lo que algunos han llamado ‘una guerra cultural’. De repente, desde algunos años atrás, decidió que debía recuperar sus piezas arqueológicas que se encontraban en los museos más importantes del mundo. Empezó suave, con peticiones diplomáticas, pero lentamente fue apropiándose más del tema y realizando amenazas que podrían afectar no sólo a los museos involucrados por la pérdida de sus artefactos de exposición, sino también a los arqueólogos, a quienes les ha negado el permiso de excavación si los gobiernos no aceptan devolver lo que consideran propio. En el proceso, Turquía ha sido acusada de chauvinismo – el amor narcisista por lo que pertenece al país – y de chantaje.

El gobierno de Ankara afirma que la ‘recolección’ de artefactos hace parte de una nueva política que se ha intentado implantar por muchos años y que coincide con un orgullo de la cultura nacional que ha surgido recientemente; sin embargo, niega haber recurrido a la negación de permisos para cumplir con sus objetivos. Los museos del mundo no piensan lo mismo. El Instituto Arqueológico Alemán es una de las primeras organizaciones culturales en sufrir los ataques de las autoridades turcas. La amenaza era la siguiente: si no devolvían una esfinge Hitita de 3.300 años de antigüedad, no renovarían los permisos de excavación para los arqueólogos alemanes en Turquía. La esfinge había sido descubierta en tierras hititas, medio destruida, en 1907. Los alemanes fueron los encargados de trasladarla a la nueva locación y de restaurarla en 1915.

Entra la pregunta: entonces, ¿a quién pertenece ahora? El museo, en este caso, no entró en ese tipo de cuestionamientos. Decidió devolver la estatua ‘por buena voluntad, pues decían no tener ninguna obligación legal para hacerlo’. No obstante, los permisos de excavación, –a diferencia de aquellos de re-condicionamiento y restauración que fueron renovados– quedaron, por un tiempo, en el tintero.

El gobierno de Ankara no quedó contento con el chantaje y pidió tres artefactos más que se encontraban en el Museo Pergamon de Berlín: el torso de una vieja estatua de pescador, de 2.000 años de antigüedad, una tumba medieval y partes de un mihrab (lugar de oración) del siglo XIII. Esta vez, Alemania ya estaba lista para dar la pelea: “Todos los artefactos fueron adquiridos legalmente hace más de un siglo y no estamos en ninguna obligación legal de devolverlos”.

A París, a Nueva York y a Londres también les ocurrió algo similar. Como el museo del Louvre no quiso devolver los artefactos solicitados, Turquía le prohibió a los arqueólogos franceses excavar en su territorio. Con el Museo Metropolitano de Nueva York (Metropolitan Museum of Art) y el Museo Británico recurrieron la decisión, entonces, adoptaron otra estrategia. El argumento era que habían realizado excavaciones ilegales. Mientras que al Museo Metropolitano le pedían la devolución de 18 objetos distintos, al Museo Británico le reclamaban el Samsat Stele, un bloque de basalto del siglo primero en el poder inglés desde 1927.

Lo curioso de la situación es que no parece haber coherencia con la búsqueda de piezas alrededor del mundo y las políticas de excavación arqueológica dentro del mismo país. Mientras que quieren adquirir, a toda costa, artefactos que pertenecen a otros museos bajo el argumento de poseer lo nacional, están permitiendo que se destruyan lugares con valioso poder arqueológico. Este es el caso de los baños romanos de Allianoi que, por órdenes del gobierno, fueron inundados en Febrero del 2011 para la construcción de una represa. Detrás de todo esto parece haber, exclusivamente, un interés económico, pues a quienes intentaron salvar los famosos baños se les implantó el mismo castigo que a los arqueólogos extranjeros: se les negó el permiso de excavación. “Se siente como si me estuvieran castigando porque intenté salvar Allianoi (…), el gobierno prefirió obtener una ganancia económica a preservar este patrimonio cultural”, dijo el artista Tommi Parzinger.

La guerra cultural continúa. Nadie se piensa rendir fácilmente. Mientras tanto, en el Instituto Arqueológico Alemán, se está haciendo todo lo posible por reproducir la esfinge que ya se encuentra en manos turcas. Todo para intentar recuperar – aunque sea en copia – aquello que rescataron, restauraron y que por tanto tiempo consideraron propio.

Por Adriana Marín

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