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Jaque mate a las Farc

Cuatro desmovilizados entregaron la información que permitió ubicar a ‘Alfonso Cano’. Ocho oficiales infiltrados de la Policía rastreaban sus pasos desde hacía más de tres años.

El Espectador
06 de noviembre de 2011 - 02:00 a. m.

Cuatro desmovilizados, dos desde Bogotá y los demás en la zona de operaciones en Cauca, fueron los que entregaron las claves para abrir el cerrojo del secreto mejor guardado de las Farc: la ubicación de Guillermo León Sáenz, alias Alfonso Cano. Fueron ellos los que entregaron los detalles de cómo, dónde y quién lo escondía en ese territorio inexpugnable comprendido entre el Cañón de las Hermosas y el Cauca, en una zona con una geografía escarpada repleta de corredores fluviales y trochas en el corazón de la cordillera Central.

Como ha ocurrido ya en las históricas operaciones ‘Sodoma’, ‘Fénix’ o ‘Camaleón’, sin atajos y con paciencia se fueron recopilando los datos estratégicos para desenmascarar la central de operaciones de Cano. La información aportada por los desmovilizados fue tan precisa, que las Fuerzas Militares supieron de inmediato, minutos después del bombardeo del viernes en la mañana en zona rural de Suárez, hacia dónde podría dirigirse el hoy extinto comandante con su anillo de seguridad. Desde julio el avión Fantasma de la Fuerza Aérea había registrado fotografías de los refugios del máximo líder de una guerrilla que ajusta 47 años.

Todas esas pesquisas eran confirmadas por ocho oficiales de inteligencia de la Policía, que desde hace tres años fueron infiltrándose paulatinamente en las entrañas de la guardia pretoriana de Cano. Uno de esos oficiales, de hecho, participó en la emblemática ‘Operación Sodoma’ el 22 de septiembre de 2010, que terminó con la vida del máximo jefe militar de las Farc Víctor Julio Suárez Rojas, más conocido como el Mono Jojoy. Dos golpes sin precedentes en la historia del conflicto colombiano que sitúan al gobierno del presidente Juan Manuel Santos a la bandera de la lucha contra los grupos ilegales.

Nada de lo que hiciera Alfonso Cano en cualquier región de su escenario de operaciones le era desconocido a la cúpula de las Fuerzas Armadas en Bogotá. A través de monitoreos electrónicos y satelitales, así como la conformación de sus pasos entregada por hombres que alguna vez estuvieron bajo su mando, los organismos de seguridad fueron decantando mitos y establecieron que el veterano guerrillero de 63 años no se ocultaba detrás de numerosos anillos de seguridad, sino que se movía con menos de una veintena de hombres de confianza, sin campamento madre y, en cambio, movilizándose de rancho en rancho entre las montañas de Chaparral (Tolima) o Toribío (Cauca).

Con esa certeza, en julio pasado, comenzó a tomar forma la ‘Operación Odiseo’, que culminó sobre las seis de la tarde del pasado viernes 4 de noviembre, un día que quedará inscrito en los anales de la historia del conflicto colombiano: en una impecable operación conjunta de bombardeo y asalto fue abatido el máximo ideólogo en casi medio siglo de las Farc, un hombre nacido en Bogotá, radical desde sus tiempos de estudiante de antropología en la Universidad Nacional y quien durante 33 años marcó directrices de guerra y del manejo del botín político —léase secuestro— para presionar el canje.

Tanto supieron las Fuerzas Militares de Cano y compañía, que tenían claro que desde hace meses no hablaba por celular, no cruzaba correos electrónicos con sus pares del secretariado y a través de correos humanos buscaba seguir ordenando, mientras, acorralado, con la cama tibia huía de la persecución del Estado. En sus pocos momentos de tranquilidad se sentaba a escribir sobre eventuales espacios de diálogo con el Gobierno y salidas a destiempo para conjurar el cerco que no le dio tiempo distinto al de eclipsarse en la manigua.

La ‘Operación Odiseo’ comenzó hace una semana, pero fue hasta las 8:30 de la mañana del viernes pasado que un bombardeo de la Fuerza Aérea allanó el camino de la muerte de Cano, alias El Zorro, el encargado de sus comunicaciones durante 14 años y la captura de su jefe de seguridad, conocido como El Indio Efraín. Aunque todo el mundo da por hecho que también cayó la compañera de Cano, alias Patricia, esta información sigue siendo procesada. No fue sencillo ubicar el radio de operaciones en el que se movían, pero soldados de las Fuerzas Especiales del Ejército desembarcaron antes del mediodía y estrecharon el cerco.

Veinticuatro horas antes, en reunión extraordinaria en el aeropuerto militar de Catam de Bogotá, el ministro Juan Carlos Pinzón y el comandante de las Fuerzas Militares Alejandro Navas le confesaron al presidente Santos que Cano estaba rodeado, pero que desembarcar tropas en esa zona del Cauca se les estaba haciendo tremendamente difícil por las condiciones climáticas. “No importa si hay mal tiempo o buen tiempo. Entren como sea”, fue la orden perentoria del jefe de Estado. Horas antes el ministro Pinzón había seguido de cerca los avances sin poder dormir.

La directriz fue seguida al pie de la letra, pronto tropas en tierra acordonaron el área mientras el presidente Santos seguía atento a los hallazgos. Un grupo de Fuerzas Especiales descendió sobre el lugar de operaciones y un soldado identificó a Cano, muy a pesar de que no tenía barba. En desarrollo de la persecución se percató de que intentaba fugarse luego de guarecerse en un rancho y esconderse en un corredor de esa zona selvática. La reacción fue instantánea. Se abrió fuego. Cano cayó mientras corría. Fue el epílogo de una operación que se inició en julio pasado y que hizo que se desplazara por la presión militar del Cañón de las Hermosas a la región de Suárez.

“Si hubiera seguido en la parte alta del Cañón de las Hermosas no habríamos podido darle de baja”, le reconoció a El Espectador uno de los comandantes de la ‘Operación Odiseo’. Unos 800 hombres de todas las fuerzas participaron en esta milimétrica incursión, que al caer la tarde del viernes 4 de noviembre ya tenían certeza de que el máximo comandante de la guerrilla de las Farc había sido abatido. No obstante, sólo hasta las 11 y 35 de la noche, después de los exámenes forenses, se constató su muerte y el ministro Pinzón y el presidente Santos, en alocuciones casi simultáneas, confirmaron su deceso.

Llegaba a su fin la era que le fue heredada a Alfonso Cano en mayo de 2008, cuando las Farc reconocieron la muerte de su histórico líder Pedro Antonio Marín, alias Tirofijo, y el secretariado designó como su sucesor al radical Guillermo León Sáenz. En el operativo, que finiquitó de un plumazo 33 años de terrorismo, también fueron hallados su billetera, sus gafas, siete computadores, 39 USB, varios celulares y $194 millones. “No hay cabecilla que pueda resistirse al ímpetu y al patriotismo con el que trabajan sin descanso las Fuerzas Armadas”, concluyó alborozado el ministro Juan Carlos Pinzón pocos minutos después de confirmar la buena nueva.

El funcionario no descartó pagar alguna recompensa por la información aportada para desarrollar la ‘Operación Odiseo’ y, sin rodeos, la calificó como el golpe más contundente contra las Farc en casi medio siglo de historia. “En todo este tiempo muchos hombres que persiguieron a Alfonso Cano terminaron muertos. Hoy los honramos. Son unos héroes. Se ha derrumbado su mito. Cayó Cano”, añadió Pinzón. El presidente Santos se desligó de discursos triunfalistas y pidió perseverar contra el terrorismo, al tiempo que concluyó que la desmovilización es el único camino posible de los violentos.

La fiscal Viviane Morales confirmó que sobre las ocho de la noche del pasado viernes, desde el terreno, se envío una fotografía a Bogotá para empezar las labores de identificación del cadáver, pero que sólo fue pasadas las 11 de la noche que los agentes del CTI en la región de Chirriadero, donde fue hallado el cuerpo, tuvieron certeza de que se trataba del máximo ideólogo de las Farc. “Ya está garantizada la cadena de custodia de todos los elementos hallados allí”, agregó Morales. Ayer mismo el director de Medicina Legal, Carlos Eduardo Valdés, se desplazó hacia Popayán, donde fue trasladado el cuerpo de Cano que, se espera, esté en las próximas horas en Bogotá.

Todos los planes de Cano por desdoblar su organización, crear un movimiento Bolivariano, invertir millonarios recursos obtenidos del tráfico de estupefacientes para atacar al Estado o infiltrar a la Fuerza Pública quedaron en el limbo. El radical de radicales cayó y ya empiezan a barajarse sus sucesores. Los conocedores del conflicto dan por sentado que será Iván Márquez, quien desde hace años se mueve en la frontera con Venezuela. Al gobierno Santos poco le importa quién lo reemplace. La decisión de acabar con el terrorismo de esa guerrilla está más incólume que nunca y en contravía con resultados esa tesis malsana que se echó a rodar sobre una supuesta desmoralización de la tropa.

Juan Manuel Santos, desde su tiempo de ministro de Defensa, ha venido ganándole todos los espacios a la guerrilla. Mientras los combate y da positivos como este o el del Mono Jojoy, presenta iniciativas de paz para acabar de una buena vez con el conflicto.

¿Quién era 'Alfonso Cano'?

Las Farc, debilitadas en los últimos años

Muere el mito

El 1° de marzo de 2008 las Fuerzas Militares bombardearon, en zona limítrofe con Ecuador, el campamento del jefe subversivo ‘Raúl Reyes’, derribando el mito de que los miembros del secretariado eran intocables. ‘Reyes’ murió, causando de paso una seria crisis diplomática con Ecuador y Venezuela.

Los canjeables de oro

Cada vez que las Farc han puesto sobre la mesa el debate de canjear prisioneros, dos miembros salen a relucir en las exigencias de la guerrilla: ‘Simón Trinidad’ y ‘Sonia’. El primero fue extraditado a Estados Unidos en enero de 2004 y la segunda, en marzo de 2005. Ambos fueron acusados por cargos de narcotráfico.

‘Operación Camaleón’

En junio de 2010, otra operación resultó en el exitoso rescate de cuatro secuestrados en poder de las Farc: el general Herlindo Mendieta, los coroneles Enrique Murillo y William Donato, y el sargento Arbey Delgado, todos plagiados en 1998. Mendieta era el oficial de más alto rango en cautiverio.

Por El Espectador

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