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"Lamento no ser un nativo digital"

El periodismo y los desafíos en torno a él fueron los temas que abordó el mexicano en su visita al país como invitado especial a la entrega del Premio Nacional Simón Bolívar.

Isabel Junca
02 de noviembre de 2013 - 09:00 p. m.
Antes de llegar a Bogotá, Jorge Volpi dirigío el Festival Cervantino en su país, México, labor que hará por los  próximos seis años.  /  Luis Ángel - El Espectador
Antes de llegar a Bogotá, Jorge Volpi dirigío el Festival Cervantino en su país, México, labor que hará por los próximos seis años. / Luis Ángel - El Espectador

Tal como lo hiciera en los tiempos de la llamada generación del ‘crack’, cuando denunciaba la vulgarización de la que había sido objeto la literatura latinoamericana, Jorge Volpi, el prolífico escritor mexicano, se refiere esta vez no a la literatura sino al periodismo, oficio que ejerce como columnista en medios como El País, Reforma, Proceso y desde su blog, El Boomerang. Alude a la fragilidad y falta de rigor investigativo de algunos periodistas y medios frente a temas álgidos como la ‘guerra contra el narcotráfico’, la forma de cubrir protestas sociales y temas de conflicto armado y al desafío que representa para el periodismo en general el nuevo lenguaje de los medios digitales y las redes sociales.

¿Cuál es su percepción del periodismo de hoy, el de la información superficial y agobiante segundo a segundo?

Es un caso complejo, porque conviven muchos factores al mismo tiempo: por un lado tenemos esta mutación de los medios tradicionales a los digitales, donde apenas estamos adaptándonos y donde los propios medios y los periodistas están acostumbrándose a nuevas cosas. Además, estamos inmersos en esta inevitable sociedad del espectáculo, en que la información se convierte —en la mayor parte de los casos y sobre todo en los medios electrónicos, en la radio y mucho más en la televisión— solamente en una parte más de él. Otro tema es el ‘periodismo espontáneo’.

¿Se refiere al ‘periodismo ciudadano’?

Sí, que igual tiene sus cosas positivas, como la posibilidad y apertura para que todo el mundo reporte. Pero su lado negativo es que no hay rigor o que incluso los propios factores reales de poder se aprovechen de eso para dar sus informaciones. Tenemos sociedades aparentemente democráticas, pero todavía el abismo entre lo que dice el papel, entre las normas, las instituciones y lo que pasa en la realidad es muy hondo. Y la gente, para saber el estado de sus democracias, sólo cuenta con unos medios que están en constante transformación.

¿Cuál debería ser el rol de los periodistas y los medios para que esa información corresponda con las necesidades de la gente?

El rigor investigativo debe ser el centro, la confrontación de fuentes, de verdades distintas que puedan informar al público de lo que está sucediendo en su entorno.

Lo conocemos como literato, como periodista multimedia —publica en México, en España y tiene el blog El Boomerang—, ¿qué tan bueno o malo es procesar tanta información en diversas plataformas?

En realidad, lamento no ser nativo digital y usar correctamente, o por lo menos con más imaginación, los nuevos medios. Los utilizo, pero desde una perspectiva que sigue siendo bastante tradicional.

Escribió la novela ‘El jardín devastado’ en un blog, ¿cómo le fue con ese experimento?

Fue un ejercicio interesante, lo que hacía era que cada día subía un capítulo, recibía comentarios, lo cambiaba, pero refiriéndome al anterior punto, escribo para un blog o para Twitter de la misma manera en que lo hago para un medio tradicional.

También fue director general —entre 2007 y 2011— del canal público de televisión 22 en México, ¿qué experiencia periodística le dejó esa plataforma?

Teníamos un sistema de noticias culturales pero que, desde la cultura, también veía problemas políticos y sociales, lo que es inevitable.

¿Qué método o disciplina usa para estar al día en noticias locales y globales y no desconcentrarse para la ficción?

Debo decir que ha sido un proceso que me ha costado trabajo, siempre había huido de tener que entregar algo un día determinado. En la ficción no lo hago. Trato temas nacionales e intento que mis columnas sean distintas de las de un politólogo o de un economista. Uso, por ejemplo, elementos culturales o literarios para interpretar una figura política.

Ha venido varias veces a Colombia, ¿qué impresión tiene del periodismo nuestro?

Sólo tengo una impresión del periodismo escrito. Hay un nivel profesional alto.

¿Y de la forma como cubrimos el conflicto y las protestas sociales?

Es que uno de los problemas que ya conocemos de los diarios es la inmediatez. Entonces, para hacer un análisis e interpretación global del conflicto se necesita más espacio, tiempo. Algo que por ejemplo hace muy bien Le Monde, en Francia, que analiza las noticias —y de ahí que salga en las tardes y no en las mañanas—. Nuestros diarios siguen teniendo la noticia inmediata y es tan breve, que no alcanza a dar cuenta de la complejidad del fenómeno.

Escribió del periodista italiano Roberto Saviano y su libro ‘Zero zero zero’ sobre el tráfico de cocaína, ¿qué opina de su apuesta?

En México y Colombia se ha escrito mucho sobre este tema con una perspectiva también bastante literaria como intenta hacerlo Saviano. Me gustaron algunas de las partes del libro, pero muchas otras me parecía que no hacían sino repetir lo que colombianos y mexicanos han dicho de muchas otras maneras y, curiosamente, sin citar ninguna fuente.

¿Le faltó entonces a Saviano en su investigación rigurosidad periodística?

Más que eso, generosidad con sus colegas que, sobre el terreno, han hecho lo mismo que él estaba haciendo en Italia. Es como si él llegara de Italia a descubrir lo que pasa acá y sinceramente nuestros periodistas lo han hecho de muchas maneras, a veces mal, pero en muchas otras veces muy bien.

¿Qué tipo de periodista puede ser capaz de hacer lo que usted pide: “un recuento pormenorizado de cómo funcionan las bandas criminales en Estados Unidos, el mayor consumidor del orbe y principal responsable de la guerra”?

Es evidente que las redes de tráfico y corrupción allí son enormes, pero como no las llamamos carteles y como son más ocultas, pareciera que no existen. Pero ¿cómo es posible entonces que nos estemos matando en México y Colombia, y en Estados Unidos encuentres droga en cualquier lugar a precios razonables sin que nadie parezca hacer ni decir nada? Estados Unidos sólo nos lanza el dedo acusador de ‘ustedes tienen que resolver el problema’, mientras carteles —que sería la forma auténtica de llamarlos— actúan impunemente en Estados Unidos.

¿Qué se necesitaría para que podamos informar sobre eso sin ser coartados?

Una alianza entre medios sólidos independientes en Estados Unidos con medios latinoamericanos para seguir esa otra ruta y demostrar justamente lo que está pasando a partir de la frontera: la corrupción de la aduana y migración estadounidenses y de los distintos grupos que transportan la droga por Estados Unidos. Y no sólo puede ser esa una forma de ponerle la cara a ese, sino a cualquier conflicto.

¿Pueden entonces los periodistas de México y Colombia mirar de frente el crimen sin ser asesinados?

Ese es el desafío. Ya lo padecimos muchos años. Ustedes antes, nosotros los últimos seis años. Hay una cantidad de periodistas amenazados, asesinados o comprados. Los medios que se callan o desaparecen son una realidad terrible, como lo es la propia inutilidad de la guerra contra el narcotráfico.

¿Qué indica el panorama de los casos Wikileaks y Snowden?

Que estamos siendo permanentemente vigilados y lo terrible es que todos lo sospechábamos. Creo que los presidentes lo sabían, pero ahora al declararse ya no pueden decir que no lo sabían. No es que vivamos en un orden totalitario, pero sí en un orden hipervigilado que sí afecta la libertad individual.

Otro peligro para un artista de la palabra es la política y su poder, ¿por qué aceptó un empleo político como diplomático de México y eso qué lección le dejó? ¿Se puede entrar y salir ileso?

Ileso, no lo sé. Siempre la relación es tensa con el poder. Pero no se trata de decir que si uno no trabaja nunca en el gobierno va a estar ileso. Los intereses de la empresa privada son igualmente preocupantes. Cuando fui agregado cultural en París, renuncié cuando cambió el ministro y sus políticas ya no me parecían adecuadas. Luego, cuando me ofrecieron irme como agregado cultural a Italia y di una conferencia criticando la guerra contra el narcotráfico, me quitaron ese puesto.

Legalización de la droga y redes sociales: armas de poder

¿Cómo ve el fenómeno creciente de las redes sociales, teniendo en cuenta ejemplos de poder como la Primavera Árabe?

Por un lado, hay que ver cómo han funcionado, sobre todo en sociedades autoritarias. Los blogueros o quienes usan Twitter son los más perseguidos. Ahora bien, en sociedades más abiertas o democráticas tenemos el lado contrario, el exceso de información. Está muy bien que existan los reporteros ciudadanos, pero también se necesita que alguien “desglose” ese caos que hay en la red para tratar de darle al menos cierto orden, y saber quiénes son fuentes confiables y rigurosas de información y quiénes no. Las redes sociales siguen demostrando que, bien empleadas, son tremendas armas de poder.

¿Qué postura tiene sobre la legalización de la droga como parte de la solución a la guerra contra los carteles?

Coincido con quienes dicen que la única solución es esa: legalizar. Si no, vamos a seguir teniendo periodistas asesinados, acallados o sobornados de manera inevitable. El poder del crimen organizado, y también de los paramilitares y las propias fuerzas del Estado que lo combaten, es tal que es muy difícil limitar esto.

ijunca@elespectador.com

@isajunca

Por Isabel Junca

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