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La dama y el Vagabundo, El Rey León, Peter Pan marcaron nuestra infancia. Sus imágenes y su música son parte del paisaje mágico.
¿Cómo olvidar la tragedia del pequeño Simba, enfrentado a inmarcesible Scar, su tío negro? En 1941, por primera vez vimos a la banda de cuervos en la película Dumbo, que evoca a un grupo de afros.
Los dibujos animados están cargados representaciones. Disney lo supo desde siempre y hoy un sector del público le está pasando factura de cobro. Sus productores nunca advirtieron el envejecimiento de sus historias. Por eso, cualquiera que se acerque a sus clásicos en la plataforma Disney +, se encontrará con el siguiente anuncio: “Este programa está presentado como fue creado originalmente. Puede contener representaciones culturales anticuadas”.
En El libro de la selva, película inspirada en la novela de Rudvard Kipling, los monos son despiadados antagonistas, que se expresan en la jerga característica de algunos negros del sur estadounidense. Girasol, un centauro que figura en la película Fantasía (1940), es un sirviente oscuro que corre detrás de sus pares rubios, dispuesto a peinar sus colas.
La Sirenita y Blancanieves son otros íconos que están en discusión. El feminismo condenda el rol que de la mujer que Disney desarolló en la mayoría de sus relatos: vulnerable, abnegada y elegida por un hombre salvador para que sea feliz.
¿La advertencia (“este programa está presentado como fue creado originalmente. Puede contener representaciones culturales anticuadas”) es una manera de pedir perdón? ¿Es suficiente? ¿Hay que limpiar el pasado? Los interrogantes están en la mesa.