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Los cambios del liderazgo educativo, un efecto de la pandemia

Los líderes educativos de este contexto pospandémico requieren un desarrollo sustancioso en su ejercicio de liderazgo humano más que técnico. La llamada responsable desde la misión que ejercen deberá pasar por valores verdaderos de la esencia del liderazgo, como el conocimiento de sí mismos, el ingenio, el amor y el heroísmo.

Padre Hárold Castilla Devoz, rector general Uniminuto
18 de octubre de 2020 - 02:00 p. m.
Desde el sector educativo no se es ajeno a este escenario.
Desde el sector educativo no se es ajeno a este escenario.
Foto: Pixabay

En los últimos meses, en los que hemos vivido la realidad de la pandemia con sus impactos significativos, dolorosos en su gran mayoría —en todas las dimensiones del contexto humano, social e institucional—, de alguna manera nos hemos sentido llamados a plantearnos preguntas trascendentes frente al modo de entender la vida y asumir las responsabilidades que atañen al compromisos y liderazgo que ejercemos en los escenarios en los que nos movemos diariamente. Han sido innumerables los desafíos que hemos afrontado para dar una respuesta adecuada a los retos y necesidades que nos ha dejado esta situación, en medio de la incertidumbre.

Desde el sector educativo no somos ajenos a este escenario. Nos encontramos ante una realidad que nos exige a todos, pero de modo particular a los que tienen la responsabilidad del liderazgo de las Instituciones de Educación Superior (IES), de encontrar el manejo adecuado, preciso, visionario, concreto y adaptativo a los desafíos en la búsqueda de un nuevo modelo educativo pospandemia.

La dislocación abrupta que ha vivido el sector educativo en general, y la educación superior en particular, ha llevado a redimensionar por ejemplo el rol del profesor en el proceso de enseñanza-aprendizaje bajo el modelo de alternancia, la continuidad en el desarrollo de las funciones sustantivas, el trabajo en casa de los colaboradores de gestión académica y administrativa con el apoyo de recursos tecnológicos, el comportamiento de los estudiantes en su proceso de aprendizaje y sus resultados, al igual que la productividad de los procesos académicos, etc. Todo ello ha significado cambios en la manera de actuar y exige otras formas de liderazgo innovador y creativo. Un buen líder de una IES verá en este contexto la oportunidad de autocalibración y cómo esta tiene implicaciones organizacionales.

En un entorno de complejidad educativa, hoy más que nunca cambiante, es necesario que el liderazgo educativo, llámense rectores u otros miembros del gobierno de las IES, como sabios arquitectos en el diseño de sus trabajos, aprecien desde el ser y el hacer; es decir, desde su actitud mental y desde los comportamientos cotidianos, lo que exige liderar en un ambiente moderno y complejo: la capacidad de innovar, ser flexibles y adaptables, fijar metas ambiciosas, pensar globalmente con perspectiva local, actuar con rapidez y asumir riesgos, entre otros.

La vida está llena de múltiples oportunidades para ejercer esa capacidad de liderazgo que todos llevamos dentro, como una potencialidad para desarrollar no solamente en un escenario de trabajo concreto como lo serían las IES, sino en todo lo que hacemos en el transcurso del día, ya sea en la acción formativa de la familia, del mismo contexto laboral o cuando aprendemos de los demás. En este sentido, el criterio de evaluación constante de este ejercicio del líder educativo será su propia manera de comportarse y cómo se ejercitan en la orientación de equipo.

Los líderes educativos de este contexto pospandémico requieren un desarrollo sustancioso en su ejercicio de liderazgo humano más que técnico. La llamada responsable desde la misión que ejercen deberá pasar por valores verdaderos de la esencia del liderazgo, como el conocimiento de sí mismos, el ingenio, el amor y el heroísmo. Comprender las propias fortalezas y debilidades, los valores y tener una visión del mundo que nos rodea hace posible la innovación y la adaptación a un mundo que cambia, mantener una actitud positiva frente a las personas, de empatía segura y de comprensión constante de las realidades de sus vidas hacen posible que el fortalecimiento de estos y de sí mismo nos permita asumir actitudes audaces y memorables.

De lo que se trata es de expresar y fomentar, como líderes educativos, un comportamiento seguro a pesar de los cambios de realidad o de mundo que se van presentando en el transcurso de los tiempos. De igual manera, la tarea concreta es ayudar a trazar el rumbo, a exponer una visión del futuro, algunas veces lejano e incierto, y a diseñar y ejecutar las estrategias de cambio para materializar la visión y, al mismo tiempo, de alinear los equipos de trabajo cuya colaboración y cooperación hoy más que nunca se necesitan, a través de una comunicación verbal asertiva y con hechos, para que se logre la coalición que ayuda a la validez de las estrategias y de la misma visión. En otras palabras, el liderazgo educativo determinará el rumbo estratégico y exige una claridad para encontrar el camino acertado, con el convencimiento de que la ruta es hacia allá, superando cualquier obstáculo para alcanzar en este caso la meta de educar para un mundo que nos desafía hoy y siempre.

Por Padre Hárold Castilla Devoz, rector general Uniminuto

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