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Los nombres de la disidencia

DANIEL FERREIRA, quien a veces firma sus artículos como Stanislaus Böhr, ha publicado dos novelas y recibido varias distinciones literarias.

Fernando Araújo Vélez
03 de enero de 2013 - 04:11 p. m.
Los nombres de la disidencia

Habrá que imaginarlo con la sonrisa difícil, las manos entrelazadas y la mirada huidiza, como en el epígrafe que eligió para su primera novela: “La balada de los bandoleros baladíes”: “Ni el sol ni la muerte pueden mirarse fijamente”. La Rochefoucauld.

Habrá que percibirlo como Stanislaus Böhr, el nombre que lo llevó a ser el hombre que por momentos quiso ser, “la máscara que me permite fabular”; o como Daniel Ferreira, él, un hombre de 32 años que aspira a no morirse de hambre, que le teme a la socialización, que no concibe la vida sin escribir y a quien ya no le obsesiona publicar.

Hace un tiempo ya, 15 años, días más, días menos, formó una especie de cofradía de aprendices de poetas. Más que escribir, leían. Machado, Baudelaire, Joseph Brodsky. Y más que leer, se entonaban en torno a sentimientos. Con la poesía, por la poesía, desde la poesía, Daniel Ferreira comenzó a entender la síntesis del mundo y a explorar la sensibilidad. “La poesía, el teatro y el cine me llevaron a cambiar mi percepción sobre las cosas”. “Entonces lo supo”, como decía uno de sus personajes de Viaje al interior de una gota de sangre.

Supo del pasado de violencia, de las masacres y las mentiras, de los asesinos, la sangre, el terror y el horror. De las heridas, un sinfín de heridas, las suyas, las del pasado y las que aún no había conocido, y se puso del lado de los “otros”. “Estoy en contra de la subasta pública del bienestar”, dijo. “Los futuros son como obstáculos porque la vida es un parpadeo: en un momento usted pierde su trabajo, al otro se enferma y uno después ya está muerto”, añadió. “Escribir sobre lo que se conoce y averiguar lo que no se conoce mediante la escritura”, concluyó.

“No conservamos una forma completa de los otros, con el tiempo. Conservamos fragmentos que valdrán por el todo. Cada vez menos. Cada vez los más metafóricos, cada vez los pocos y exactos que habrán de recordarnos que felices no fuimos, pero que en verdad lo intentamos”, escribió Ferreira al final de uno de los capítulos de los bandoleros baladíes, como si en esas pocas líneas se hubiera encontrado y unido con Böhr. Los dos, una sola conciencia de dolor, de melancolía, pero también, de luchas y persistencia. O de literatura.

Por Fernando Araújo Vélez

 

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