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La lucha contra la esclavitud doméstica

Hace un año, en Medellín, nació el primer sindicato de empleadas ‘del servicio’ negras. Aunque (desde la norma) el país ha avanzado en garantizar sus derechos, las mujeres sostienen que los abusos laborales se imponen.

Angélica María Cuevas Guarnizo
17 de mayo de 2014 - 04:38 p. m.
María Roa, presidenta del Sindicato Unión de Trabajadoras del Servicio Doméstico (Utrasd), llegó desplazada de Apartadó a Medellín en 1996.  Fotos: Luis Benavides.
María Roa, presidenta del Sindicato Unión de Trabajadoras del Servicio Doméstico (Utrasd), llegó desplazada de Apartadó a Medellín en 1996. Fotos: Luis Benavides.

1. Levantarse a las cinco.2. Preparar el desayuno.3. “Despachar” a los niños.4. Arreglar los cuartos.5. Recoger la ropa sucia (separar lo que se lava a mano).6. Lavar y planchar.7. “Montar” almuerzo.8. Barrer, trapear y arreglar la sala.9. Almorzar en la cocina. 10. Recibir a los niños y atenderlos en la tarde.11. Dejar la cocina organizada.12. Sacar al perro.13. Recibir a los señores que llegan del trabajo.14. Llamar a mi casa para saber cómo están mis hijos.15. Comer y dormir.La rutina se repite desde el lunes hasta el sábado al mediodía, cuando las empleadas domésticas del Valle de Aburrá, la mayoría negras, cuelgan el uniforme y salen de las casas de sus patrones para descansar. (Lea: Envigado, la ciudad con más empleadas del servicio internas)

Desde hace más de 20 años se citan los sábados en el centro de Medellín. El Parque de San Antonio se convierte en un Chocó pequeño, donde obreros y empleadas domésticas mantienen conversaciones mientras bailan champeta o reggaeton, escuchan música a todo volumen, se cortan el pelo, comen filete de pescado, arroz de coco, beben cerveza y leen las noticias en el Chocó 7 días. En una misma cuadra —separados sólo por una pared— está la barbería, el restaurante y la discoteca. A las nueve de la noche se comienza a ir la gente para la casa.

“En San Antonio me veo con los míos. Si una prima se vino de Apartadó y yo no sé de ella, fijo aquí la encuentro y miramos cómo le conseguimos trabajo. Aquí, entre la comida y el baile, hablamos de los tratos de las patronas, comparamos si nos pagan bien o mal y escuchamos de los abusos que tienen con algunas. Aquí compartimos con las compañeras del sindicato las preocupaciones sobre estas condiciones laborales tan injustas”, dice María Roa, presidenta del Sindicato Unión de Trabajadoras del Servicio Doméstico (Utrasd). (Lea: 'Las patronas no cumplen la ley': empleadas domésticas)

El sindicato se constituyó hace un año con 28 mujeres, que en 2012 participaron de una investigación en la que la organización afro Carabatú y la Escuela Nacional Sindical averiguaron cuáles eran las condiciones laborales de las empleadas domésticas negras en Medellín (ver gráfico).

¿Por qué llegó a esta ciudad a trabajar en las casas? María Roa y el 70% de las 120 encuestadas respondieron que por falta de oportunidades laborales y porque la violencia, en forma de guerrilla, ‘paras’ y Estado, las expulsó desde Urabá y Chocó a Medellín.

¿Cuánto le pagan al mes? El 62% dijo que entre $115.000 y $300.000, aunque para ese año el salario mínimo se calculaba en $566.000 mensuales.

“Nadie trabaja como empleada doméstica por vocación. Quienes hemos sido internas le entregamos la vida al oficio. Trabajamos 10 o hasta 18 horas diarias y casi nunca nos reconocen prestaciones. Dejamos de criar nuestros hijos para cuidar los ajenos”, dice María Roa.

Dentro de las casas se viven diferentes tipos de discriminación, aseguran Paula Astrid Flores y Flor María Cuesta, miembros del sindicato. Hay familias que les indican a las mujeres en qué vaso deben tomar jugo, con qué cubiertos comer y en qué plato servirse, “ni que no fuéramos nosotras las que les cocinamos”.

Algunas mujeres trabajan por años bajo la condición de que ‘el patrón’ no les paga, sino que les abona a un ahorro la plata y las terminan despidiendo sin darles lo justo. El abuso sexual sigue siendo más común de lo que la gente cree. “El tipo se le mete a la empleada al cuarto y le dice que pasen rico y si ella se niega ahí sí le toca a las malas. La amenaza y le dice que si no accede la va a mandar a la calle a aguantar hambre y va a decir que ella lo estaba acosando. Les dicen que no las van a recomendar en ningún lado, que incluso van a sostener que son ladronas”, cuenta Paula. “A mí me tocó enfrentar a uno con cuchillo en mano, me salvó la patrona que llegó mientras el tipo me tenía en el piso”.

***

El Sindicato Nacional de Trabajadores del Servicio Doméstico (Sintrasedom) y Utrasd fueron las dos organizaciones que ejercieron presión al Gobierno para que aplicara el Convenio 189 de la Organización Mundial del Trabajo (OIT), que Colombia firmó en 2011 y que comenzó a adoptarse bajo decretos en 2013.

Durante todo el año pasado el ministro del Trabajo, Rafael Pardo, firmó las normas que obligan a los empleadores a afiliar a sus empleados de servicio doméstico al sistema de seguridad social y a las cajas de compensación familiar.

Ahora los 735.000 empleados de este tipo que tiene el país (de los cuales el 98% son mujeres) cuentan con herramientas claras para exigir salarios justos.

Hace una semana, el 9 de mayo, el país ratificó en Ginebra el Convenio 189. Durante el acto diplomático Colombia le contó a la OIT que el número de afiliaciones de trabajadores domésticos a los sistemas de subsidio familiar había aumentado de manera significativa en un año, pasando de unos 9.000 afiliados en 2012 a más de 30.000 en 2013.

Los funcionarios en Suiza aplaudieron mientras en Colombia las voceras de los sindicatos enumeraron reclamos: “El país no ha motivado una campaña fuerte para que la gente entienda esta normativa. Ya conocí niñas a las que les pagan el mínimo y les dicen que de esa plata ellas tienen que pagar toda su salud, su pensión y su caja de compensación. Entonces se terminan ganando $300.000. Hay otras que dejaron de contratar por tres días porque les salía muy caro y ahora les acumulan a las mujeres el desorden de toda la semana para que lo arreglen en un solo día, obligándolas a trabajar más horas de las legales”, dice Jenny Hurtado, presidenta de Sintrasedom.

“A mí y a otras compañeras nos despidieron de los trabajos por exigir que se cumpliera la ley. A la gente no le gusta que uno sepa que tiene derechos. Pero si yo a la familia de mi patrona le entrego bienestar, le crío sus hijos, le paseo el perro y mi trabajo le permite a ella salir de su casa y dedicarse a lo que le gusta, ¿por qué ellos no se preocupan por mi bienestar y por el de mis hijos?". 

acuevas@elespectador.com

@angelicamcuevas

Por Angélica María Cuevas Guarnizo

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