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"Me ven como un peligro político"

A la exministra de Ambiente de Lula, quien lideró la guerra contra los deforestadores en su país, le preocupa que la crisis ambiental se esté relegando frente a la económica.

Pablo Correa / Brasil
18 de noviembre de 2011 - 11:09 p. m.

Nació pobre. Creció en una aldea de recolectores de caucho o seringueiros. Sin escuela cerca, aprendió a leer, a escribir y las operaciones básicas de las matemáticas. El temple que más tarde la convertiría en una de las ministras más admiradas de la administración de Luiz Inácio Lula da Silva (2003-2010) y en candidata presidencial con 19% de los votos, impulsó a Mariana Silva a forjarse un destino lejos de las plantaciones de caucho.

Se matriculó en la Universidad Federal de Acre, donde se interesó por el marxismo. En esa ruta llegó al Partido Revolucionario Comunista, pero también a las luchas ambientalistas de la mano de Chico Mendes. Se hizo miembro del Partido de los Trabajadores y, con el ascenso de Lula al poder, fue la elegida para una difícil misión: reducir la altísima tasa de deforestación de su país (más de 1’500.000 hectáreas por año).

Hoy esa tasa ha bajado hasta 700.000 hectáreas. Pero la batalla tuvo sus costos y Silva, quien renunció al ministerio, se convirtió en una indeseable para los partidos políticos tradicionales. En la ciudad de Belem, Brasil, durante un encuentro de países amazónicos organizado por la Articulación Regional Amazónica, la líder ambientalista habló con El Espectador.

¿Cuál fue la más dura de las luchas ambientales que enfrentó como ministra de Lula?

Que el medio ambiente se entendiera como una política integrada global y no sólo como algo característico del Ministerio que estaba a cargo de él. Eso es lo que hace la diferencia. Por ejemplo, fue posible trabajar con algunos ministerios, como el de Justicia y el de Ciencias y Tecnología. En cambio, con Transporte, Energía y Agricultura fue más difícil que lo reconocieran.

¿Por qué decidió dejar el gobierno de Lula?

Cuando hubo presión de los gobiernos locales de Mato Grosso y de Rondonia para que se frenaran las medidas de combate contra la deforestación. Dentro del gobierno habíamos identificado, desde 2007, que había una tendencia creciente de deforestación; entonces tomamos medidas drásticas, como sancionar a los municipios que más deforestaban y criminalizar la cadena productiva ilegal. El presidente Lula firmó ese decreto, los bancos estaban dispuestos a negar créditos a los que estaban en la ilegalidad, publicamos una lista negra de deforestadores, pero hubo una presión enorme sobre el presidente. Decían que estábamos exagerando. En ese contexto decidí renunciar.

¿Cómo es su relación con la nueva presidenta Dilma Rousseff y qué opina de su política ambiental?

Es de independencia. Ni relación ni oposición. Tomo posición en cuestiones que sean relevantes para la sociedad. En este momento considero que el gobierno está atravesando una situación muy grave por denuncias de corrupción. Finalmente, hay un proceso de privatización de la política por parte de los partidos. Se vuelven los dueños del Estado brasileño. Independientemente de lo que pase, cambia el ministro, pero el partido es el dueño.

En sus intervenciones se ve muy pesimista frente a la crisis climática. ¿Hay algo que le despierte optimismo?

Siempre que me hacen esa pregunta digo que no soy optimista ni pesimista, soy persistente. La sociedad tiene que persistir en la agenda de sostenibilidad económica, social y ambiental. Tiene que persistir en mejorar la calidad de la política, porque esa política está en crisis en el mundo entero. La mayoría de los ciudadanos no quieren ser sólo espectadores de la política, quieren participar, ser protagonistas.

Estamos viviendo una especie de democracia prospectiva; millones de personas con internet pueden proyectar nuevos caminos para la democracia. Hay que crear espacios democráticos de participación, porque la política, en el caso de Brasil, se volvió un proyecto de poder. Ya no se discuten las ideas sino cómo ganar la próxima elección para ganar el poder. Y, como dice Fernando Henrique Cardozo, se discute quién va a liderar el atraso, cuando la verdad lo que se debería discutir es cómo vamos a liderar algún avance político, económico, como el que se consiguió en los últimos años en el campo social gracias a los dos presidentes. Pero lamentablemente vivimos un atraso terrible en política y uno catastrófico a nivel ambiental.

A la hora de negociar acuerdos para resolver problemas como la crisis ambiental, ¿cree que es más efectivo hacerlo a nivel global, nacional o local?

Las tres cosas al mismo tiempo. No hay manera de resolver sin acuerdos multilaterales. Todas las acciones son urgentes y prioritarias. El problema es que quieren reducir esa agenda en función de la crisis económica y la crisis ambiental es peor. Los billones siempre están para resolver la crisis económica; la ambiental se ve relegada y la cuenta va a ser para las generaciones futuras.

El próximo año Brasil es el anfitrión de la Conferencia Rio+20. ¿Va a participar?

No tengo mandato, no soy senadora. Como brasileña estaré participando en foros paralelos, como siempre hago, desde que dejé de ser ministra. Claro que en Brasil es más difícil, porque no me ven como una ciudadana del campo socioambiental sino como un peligro político. A pesar de que no tenga partido ni sea candidata. Voy participar de manera tranquila, porque soy una ciudadana común.

Por Pablo Correa / Brasil

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